Hotel Kafka - Escuela de Ideas

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sábado, mayo 24, 2008

Para meditación de los jinetes

(Zum Nachdenken für Herrenreiter)
Franz Kafka (1907-1910).

Nada, si se piensa con detenimiento, puede inducirnos a querer ser los
primeros en una carrera.

La gloria de ser reconocido como el mejor jinete de un país alegra
demasiado cuando la orquesta comienza a tocar como para que al día
siguiente pueda evitarse el remordimiento.



La envidia del contrincante, de gente más astuta e influyente, nos
aflige al atravesar las estrechas barreras hacia aquella planicie que
pronto quedará vacía ante nosotros, si no es por la presencia de algunos
jinetes aventajados que, diminutos en la distancia, cabalgan hacia la
línea del horizonte.

Muchos de nuestros amigos, ansiosos por recoger las ganancias, gritan
"hurras" hacia nosotros por encima de los hombros y desde la alejada
ventanilla de cobros; los mejores amigos, sin embargo, no han apostado
por nuestro caballo, pues temen que si pierden podrían enfadarse con
nosotros, pero como nuestro caballo ha sido el primero y ellos no han
ganado nada, se dan la vuelta cuando pasamos y prefieren mirar hacia las
tribunas.

Los contrincantes, detrás, bien sujetos sobre la silla de montar,
intentan comprender la desgracia que les ha caído, así como la injusticia
que, de algún modo, se ha cometido con ellos. Adoptan una expresión de
frescura, como si fuera a comenzar otra carrera, y una expresión seria
después de ese juego de niños.

A muchas damas el ganador les parece ridículo porque se ufana, y, sin
embargo, no sabe qué hacer con el continuo apretar de manos, con los
saludos, las reverencias, las salutaciones y los saludos a la lejanía,
mientras que los vencidos tienen la boca cerrada y dan palmadas en el
cuello de los caballos, la mayoría de los cuales relínchan.

Finalmente, el cielo se pone turbio y comienza a llover.

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domingo, mayo 11, 2008

El sonido de eBay y la imagen de Kafka se exponen en 'Explotando datos'

Cómo sonarían los datos de eBay o qué sería 'El proceso', de Kafka, dentro de un videojuego, se muestran en las 37 obras de 'Explotando datos', una exposición audiovisual dentro del festival 'Les rencontres internationales' abierta en el complejo cultural El Aguila hasta el 14 de mayo.



La directora general de Archivos, Museos y Bibliotecas, Isabel Rosell, ha sido la encargada de presentar la exposición junto a sus dos comisarios, Jean Francois Rettig y Nathalie Hénon.

Rosell ha señalado el carácter internacional de esta segunda edición de 'Les rencontres internationales', con la que 'se facilita al público madrileño acercarse a las temáticas audiovisuales y a los artistas españoles llegar a ciudades tan punteras como París o Berlín'.

'Explotando datos', que será inaugurada hoy por el consejero de Cultura y Turismo, Santiago Fisas, ocupa tres plantas divididas en varios espacios según artistas y temas.

Data Meanings (explotando datos), Hyper Cinema (hipercine), Spaces (espacios), Public Estates (dominio público) y Monitoring Survey (control vigilado) son las cinco áreas temáticas sobre las que trabajan los seleccionados para la muestra.

La recreación sonora de eBay, convertida en instalación por los austríacos Ubermorgen, es un ejemplo del nuevo 'net art' -arte relacionado con las redes de comunicación- que se expone en 'Explotando datos'.

Además de esta obra, en el espacio Data Meanings se presentan distintas manipulaciones de los datos que manejan muchos portales web, 'transcribiéndolas a números y letras', según han explicado los comisarios.

Al aprovechar un campo tan amplio como el del videoarte, los creadores también analizan temas a debate en los medios de comunicación, como la guerra de Irak, mediante metáforas que 'cuestionan la historia y analizan a los medios', como ha recalcado Jean Francois Rettig ante una filmación de un cubo de azúcar que era consumido lentamente por gotas de petróleo.

La muestra moderniza referentes artísticos de otros campos, como la literatura o el cine. 'El proceso', de Kafka, se articula en un producto de videoconsola en el que el jugador camina junto a una pared que nunca podrá superar; mientras que otros trabajan con 'King Kong' y 'Kill Bill' para explorar la 'especificidad del lenguaje cinematográfico'.

'Explotando datos' es un punto más de la programación de 'Les rencontres internationales', en el que también se proyectarán películas y se desarrollarán debates, desde el próximo día 7 hasta el 14 de mayo.

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domingo, febrero 24, 2008

Franz Kafka x Gustav Janouch

Página 12 Web / 21 de Febrero de 2008

Por Gustav Janouch

Ya no me acuerdo de las veces que estuve con Franz Kafka en la oficina. Sin embargo, hay algo que sí recuerdo muy bien: su postura cuando, media hora o una hora antes de terminar su jornada de trabajo, yo abría la puerta de su despacho en el segundo piso del edificio del Instituto de Seguros contra Accidentes de Trabajo.



Lo hallaba sentado tras el escritorio, la cabeza echada hacia atrás, las piernas extendidas y las manos inertes sobre el tablero. El cuadro de Filia El lector de Dostoievski puede dar cierta idea de la postura que adoptaba. Hay una gran semejanza entre el cuadro de Filia y la pose de Franz Kafka, pero es una semejanza puramente externa. Tras el parecido formal se oculta una gran diferencia interior.

El lector que muestra el cuadro de Filia está sobrecogido por algo, mientras que la pose de Kafka expresaba una entrega deliberada y, por tanto, victoriosa. Sus finos labios lucían una leve sonrisa, que era más el conmovedor reflejo lejano de una alegría distante y extraña que una expresión de bienestar. Kafka siempre miraba a las personas un poco desde abajo. Su postura era muy extraña, como si quisiera pedir disculpas por su estatura. Todo su cuerpo parecía querer decir: ?Por favor, pero si soy completamente irrelevante... Me dará usted una gran alegría si no se fija en mí?.

Hablaba con una voz de barítono vibrante y velada, admirablemente melodiosa, aunque nunca abandonara una modesta escala intermedia en cuanto a volumen y tono. Su voz, sus gestos, su mirada, todo en él irradiaba una calma surgida de la bondad y de la comprensión.

Hablaba checo y alemán, aunque más este último. Aun así, su alemán tenía un acento duro, parecido al que caracteriza el alemán de los checos, aunque esto no es más que una aproximación lejana, imprecisa. En realidad no era así en absoluto.

El acento checo en el que estoy pensando es estridente. Hace que el alemán suene como desmenuzado. En cambio, el habla de Kafka nunca daba esta impresión. Sonaba tan articulada por ser el producto de su tensión interior: cada palabra era una piedra. La dureza de su habla la provocaba su afán de comedimiento y exactitud, es decir, la motivaban cualidades personales activas y no características colectivas de índole pasiva.

Su modo de hablar se parecía a sus manos.

Tenía manos grandes y fuertes, de palmas anchas, dedos finos y delicados con uñas planas en forma de pala y articulaciones y nudillos prominentes, pero muy frágiles.

Cuando recuerdo la voz, la sonrisa y las manos de Kafka siempre pienso en una observación de mi padre.

Decía: ?Fuerza combinada con una temerosa delicadeza; una fuerza para la que precisamente lo pequeño es lo más difícil?.

El despacho en el que Franz Kafka ejercía su cargo era una habitación de tamaño medio que resultaba opresiva a pesar de tener un techo bastante alto y cuya apariencia sugería la digna elegancia propia de la oficina del jefe de un bufete de abogados de cierto renombre. El mobiliario también respondía a esta imagen. Había dos puertas laqueadas en negro, de doble batiente. Una de ellas conducía al despacho de Kafka desde el oscuro pasillo sobrecargado de enormes archivadores y que siempre olía a humo de cigarrillos consumidos y a polvo. La segunda puerta, situada en medio de la pared de la derecha, conducía a los demás despachos oficiales que se alineaban a lo largo de la fachada principal del Instituto de Seguros contra Accidentes de Trabajo. Por lo que yo recuerdo, esta puerta no llegó a abrirse casi nunca. Normalmente, tanto los visitantes como los demás funcionarios empleaban sólo la puerta del pasillo. Cuando llamaban, Franz Kafka respondía con un breve y quedo ?¡por favor!?, mientras que sus colegas de oficina solían espetar un ?¡entre!? malhumorado y autoritario.

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sábado, febrero 09, 2008

Nueva obra descubre a un Kafka vital y sonriente

:: En un obra recién editada en Argentina que lleva por título "Praga en tiempos de Kafka", la escritora italiana Patricia Runfola recorre el universo del autor de "La metamorfosis" :: Lo hace desde una perspectiva inédita y aborda el arte de los años de entreguerras que revolucionó el mundo.

Praga en tiempos de Kafka

Lejos de ofrecerse como un ensayo canónico, el libro otorga la posibilidad de confrontarse con un Kafka diferente del hombre melancólico y atormentado por la figura de su padre que tanto han revisitado los biógrafos y la crítica.
Por el contrario, "Praga en tiempos de Kafka" -publicado por Bruguera- exhibe al autor de "El proceso" como un hombre alegre y vital, que en ocasiones jugaba tenis, que tenía muchos amigos y que soñaba contemplando su ciudad mientras atravesaba el puente Carlos rumbo al Castillo.
El trabajo de Runfola permite conocer las reuniones que tenían lugar en esta mítica ciudad (como la tertulia de Berta Fanta, adonde Einstein comentaba sus teorías) y cómo transcurría la vida cultural de aquellos años plenos de esplendor y vanguardia.
"Cuado estalló la guerra, nadie en Praga parecía creerlo. Habían pasado casi 50 años desde el conflicto franco-prusiano y se tenía la impresión de que ese largo período de paz había alejado para siempre la tremenda calamidad", describe la autora.
La Praga a la que alude la obra ya no existe, tras ser arrasada por el nazismo y luego el estalinismo.
Sin embargo, su belleza imperturbable que ha sorteado durante siglos distintas formas de barbarie, seguramente lo volverá a hacer frente a la nueva amenaza del presente: las hordas de turistas.
Kafka hizo lo posible para que su literatura se fuera despojando de referencias a personas y lugares concretos, pero no lo consiguió del todo.
No al menos con Praga que, si bien no aparece como una ciudad física con sus iglesias, sinagogas, calles, plazas y cafés, está presente como un estado espiritual y una obsesión de la que no consigue huir.
Desde el crepúsculo del imperio austrohúngaro hasta la década de 1920, Runfola evoca una época artística hoy mítica, protagonizada -además de Kafka- por Max Brod, Franz Werfel, Bohumil Cubista, Josef y Karen Capel, y Milena Jesenská, entre otros.
La autora alude a una serie de artistas que crearon una vanguardia hoy legendaria en tiempos en que la inminente hecatombe de la Segunda Guerra anunciaba el horror que acabaría con los sueños de una Europa irrepetible.
En su ensayo, Runfola ubica al lector en la época de los albores del siglo XX, cuando "la desconfianza y la hostilidad entre checos y alemanes seguían vivas, pero tanto checos como alemanes, fueran judíos o no, contribuían a potenciar la extraordinaria fascinación de Praga".
Nacida en Palermo, en 1951, Runfola murió en 1999, a los 48 años; fue profesora en la Academia de Bellas Artes de Brera y autora de numerosos catálogos de exposiciones de pintura y fotografía, de teatro y, en general, de arte de las vanguardias del siglo XX.
A través de las 298 páginas que componen su libro, el lector entrará en las oscuras calles de Praga, cruzará el puente Carlos camino del Castillo para ir al encuentro de los alquimistas de la corte de Rodolfo II, temblará con el Golem y revivirá la estancia de Guillaume Apollinaire.
Según describe Runfola, "Praga en tiempos de Kafka" es un relato de viaje, de un maravilloso viaje al "interior de una cultura que ha unido a seres de cultura alemana, judía y checa, ligados por el amor a esa capital de la Bohemia cuya historia nunca se agota, adonde cada piedra habla de un pasado soberbio".
Por momentos el ensayo se excede en erudición y su lectura se torna densa, con excepción de los capítulos dedicados a la juventud de Kafka -los primeros-, a Milena Jesenká y a Gustav Meyrink.

Informe Especial Telam
Territoriodigital.com

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sábado, diciembre 22, 2007

Kafka revisitado

ÁNGEL RUPÉREZ 18/12/2007
elpais.com

El más asombroso milagro que ha tenido lugar en Praga en los últimos tiempos es que Kafka, su ciudadano más universal, no ha muerto. Ni siquiera los censores consiguieron que muriera al prohibir sus libros durante buena parte de la larga y negra dictadura comunista. ¿Por qué? Porque su espíritu andaba por allí, por las calles que había pisado mucho antes de que ellos existieran y vinieran a echar todos los cerrojos del mundo sobre las creaciones libres de los escritores incompatibles con sus dogmas. No muere quien ha besado su ciudad con su aliento hasta en los días más oscuros de su vida. Y quien la ha pisado con su calzado animado por el afán de vivir, tampoco muere. Y quien muere y resulta que deja una obra monumental y grandiosa, aun en su más estricta pudibundez y discreción, tampoco muere, porque una de las funciones de las obras principales, como sabemos, es abolir la muerte.



Sin embargo, la cosa más asombrosa en relación con este praguense insondable es que apenas se refirió a su ciudad en sus escritos de ficción. Una ciudad tan embrujadora no se cuela por las entretelas de sus novelas y cuentos tan fantásticos y tan realistas a la vez. Es casi inevitable preguntarse el porqué de esa ausencia, y más si tenemos en cuenta que el escritor pocas veces se alejó de esa ciudad -para morir sí-, por más que soñara con frecuencia con vivir muy lejos de ella (hasta soñó con Latinoamérica para cumplir ese sueño). Lo más probable es que la ciudad que era su amor fuera también, y tal vez sobre todo, su prisión. Por tanto, el acto de inventar historias sería una forma de simbolizar la prisión pero sin necesidad de mencionar los nombres concretos de las cancelas de hierro que aherrojaban sus moradas. Y, sin embargo, la ciudad se rinde hoy día explícitamente al hijo superlativo que en su día tan sólo fue valorado por unos pocos. Incluso se ha llegado a abrir recientemente un museo dedicado expresamente al escritor, situado en la isla de Kampa, junto al soñador río Moldava, con todo el universo kafkiano convertido en laberíntica galería que nos ofrece el itinerario de su vida, sus azares editoriales y la simbología más claustrofóbica y sombría de sus escritos.

Misterio y zozobra totales, por lo tanto, anejos muchas veces a la más genuina creación literaria. El escritor más esencialmente vocacional pugna en vida por abrir un espacio suficiente a su actividad creativa al mismo tiempo que se gana la vida como abogado en una oficina dedicada a la cobertura legal de los accidentes laborales. Se amontonan los papeles en la mesa de la oficina y es un hombre muy riguroso en el ejercicio de su labor profesional. Es además afable y conserva su empleo cuando en Praga la minoría de lengua alemana cae en desgracia y los judíos son presa de todas las sospechas y relegaciones. Detesta a su padre por frío e incapaz de comprender el sentido de su vocación artística. Se baña en el río cuando hace bueno y le encanta remar en plácidas barcas. Publica sus primeras narraciones con el editor Kurt Wolff, hace algunas lecturas públicas de sus obras, mantiene relaciones sentimentales bastante insatisfactorias y muere pronto, víctima de la tuberculosis que había contraído años antes. Y pide a su amigo, el gran Max Brod, que queme todos sus escritos inéditos (y, por suerte para todos, no le obedeció). A su entierro acudieron unas cien personas y sus padres publicaron enseguida una esquela en el periódico local en la que se reconocía su condición de abogado pero ¡¡no la de escritor!!

Misterio y zozobra: la obra escondida de ese hombre en cierto modo escondido es una de las más grandes escritas jamás y no sólo en el siglo XX. Praga se rinde a su estela pero el viajero y amante de sus libros persigue su aliento antes de que fuera tan universal. Aquel día en que -tal como relata en su Diarios- fue a recoger a su hermana pequeña al colegio y se asombró por el atardecer otoñal que caía sobre el río Moldova o aquel día en que fue al café Louvre a conversar con sus amigos e hizo gala de uno de sus grandes talentos: saber escuchar. O aquel otro en que se dejó retratar en la Plaza Vieja casi como si fuera un dandi (¿y no lo era en el fondo?). Aquel hombre silencioso y afable, aquel genio oculto, aquel insondable escritor necesita que lo rescatemos de los turísticos itinerarios de las guías sin alma para situarlo en la encrucijada de su existencia más misteriosa, la que se ensanchaba cuando escribía de espaldas al mundo, robándole horas al sueño, enfrentándose con portentosa vocación a la indiferencia e incomprensión de su padre, sin saber que lo que tiene el mundo de inaccesible sinsentido sería simbolizado para siempre por sus inmortales narraciones.


Ángel Rupérez es escritor y profesor de Teoría de la Literatura en la Universidad Complutense de Madrid.

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martes, junio 12, 2007

El juicio de Dios de Heinrich Von Kleist

El relato publicado en la colección "Breviarios del Rey Lear" muestra un ejemplo de la mejor escritura alemana del romanticismo: mientras Hölderlin se mostraba como uno de los poetas más audaces y significativos del movimiento, Von Kleist alumbraba con una prosa cuidada y clara, sólo sencilla en apariencia, sus propios y profundos propósitos.




"El Juicio de Dios" de Von Kleist se inscribe en una de las lineas de fuerza que sostiene su precisa escritura: la lucha por dar sentido a la vida a través de la literatura, o cuando menos por preguntarse todo tipo de cuestiones en torno al objeto de su preocupación. Dios no queda al margen, la muerte tampoco: "Después de la ceremonia nupcial, don Friedrich fue condecorado por el Emperador, y cuando éste acabó sus asuntos en Suiza, regresó a Worms". Una vez allí, ordenó que en los estatutos del santo duelo divino, donde se supone que siempre salen a la luz los culpables, añadiesen las palabras: "Si es la voluntad de Dios". "

Reconocido como uno de los autores que más influyó en Kafka sostiene en esta obra una obsesión por la naturaleza de la Justicia, su relación con la venganza y los defectos en su aplicación, que en efecto emparentan este breve cuento con El Proceso, mientras que su argumento y sustancia llevan también hacia Robert Luis Stevenson.

El juicio de Dios con todo y pese a su grave trasfondo temático usa de un peculiar tejido narrativo que se articula con la levedad y el aroma de un cuento alemán de princesas. Un retorno a la tradición que le relaciona con un movimiento del que los máximos representantes serían sus coetáneos: los Grimm, aunque ciertamente se utiliza con un sentido literario asombroso.

Kleist hace arder en la hoguera a la verdad absoluta en un tiempo pasado en el que los meses se sucedían contemplando las lunas y Dios creía ser aún cierto tipo de Juez.

EL JUICIO DE DIOS (EL DUELO)
HEINRICH VON KLEIST
REY LEAR 2007
67 PÁGINAS
Traducción de Ursula Toberer

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lunes, enero 29, 2007

Apuntes sobre su vida, obra y concepción literaria

Boletín quincenal N° 58 - Por Mariano Pacheco, para Prensa De Frente.-

Franz Kafka, el escritor Checo que marcó a varias generaciones de escritores y lectores durante el siglo XX, se ha transformado ya en un personaje que excede a sus contemporáneos. Su obra fue publicada post-mortem por su amigo Max Brod (contra su voluntad, ya que había ordenado ?quemar? sus manuscritos). Entre sus obras más conocidas se encuentran La metamorfosis y su novela El Proceso (llevada al cine por Orson Welles en 1962 y al teatro en distintos países y en diversas ocasiones). En esta oportunidad, unas breves líneas acerca de este escritor que, con su obra, ha inspirado reflexiones en importantes pensadores: Walter Benjamin y Gilles Deleuze, entre otros.

Franz Kafka nació el 3 de julio de 1883 en la vieja ciudad de Praga (Imperio Astro-Húngaro). Fue el hijo mayor de 7 hermanos. Sus padres: Julia Lowy y Hermann Kafka. A los 17 años realiza lecturas de Federich Nietzsche y a los 18 ingresa a la Universidad Alemana de Praga, donde estudia, primero química (sólo dos semanas) y luego abogacía. En 1908, teniendo 25 años, concreta su primera publicación: una serie de piezas en prosa en la revista Hyperion, que luego serán reunidas en el libro Contemplación.

Por esos años comienza a trabajar como ?funcionario auxiliar? en el ?Instituto Asegurador de Accidentes de Trabajo?, para el reino de Bohemia, en Praga. Escribe sus ?diarios? y asiste a actos y asambleas socialistas, a la vez que estudia la tradición judaica (sobre todo del teatro yiddish y más tarde el Hebreo). Estos datos serían simplemente anecdóticos, si no fuera porque tendrán mucho que ver con su vida, los personajes de sus escritos y su concepción de la literatura. Muere en la ciudad de Praga el 3 de junio de 1924, a los 41 años.

La mayoría de sus escritos fueron gestados en la década que va desde 1912 a 1922. A excepción de algunas pocas piezas (La Transformación, traducida como La Metamorfosis; Contemplación; La Condena; En la colonia penitenciaria; Un médico rural), su obra será publicada por su amigo Max Brod, post-mortem, en 1925. Fue llevada a cabo contra su voluntad, ya que al morir, fueron encontradas en el cajón de su escritorio dos cartas que ordenaban quemar sus manuscritos. Una, redactada en tinta, en 1921; otra, en lápiz, al año siguiente (¿una jugada del inconsciente?)

Su edición actual de sus obras completas(al año 2005), contienen sólo 350 páginas pasadas en limpio y enviadas al editor, de un total de 3.500 escritas en cuadernos. Su obra comenzará a despertar interés recién en el período de Hitler, cosa que al régimen no le cayó muy bien (de hecho, tanto las hermanas de Kafka, como Milena, una de sus prometidas, murieron en los campos de exterminio nazi).

LA LITERATURA Y EL HOMBRE.

Según el especialista en literatura alemana de la Universidad de Buenos Aires, Miguel Vedda (quién realizó la traducción de El Proceso, incluyendo los fragmentos y pasajes tachados por el autor y una extensa introducción publicada por la editorial Coliuhe en 2005), Kafka experimentó de manera continua la alineación, no sólo respecto de su época, sino aun de sus condiciones de vida mas inmediatas.

Pertenecía a una minoría del 10% de la población (los judíos germano-parlantes). Se sentía solo dentro de su familia (sufría un conflicto con los valores mercantiles paternos, que desembocaban en una falta de reconocimientos hacia el hijo). Padecía de un sentimiento de culpa con respecto al entorno familiar (producto de su dependencia económica). Y, finalmente, no era ciudadano, sino súbdito del Imperio. En cuanto a la alienación de su época, debemos tener en cuenta que ya en 1844 Karl Marx había escrito sus Manuscritos económico-filosóficos, donde están presentes sus tesis sobre el trabajo alienado.

Pero Kafka, si bien asiste a actos socialistas y denuncia en su literatura la despersonalización provocada por el sofocamiento de las estructuras, no propugna una salida colectiva. Mas bien, por el contrario, promueve una afirmación de la individualidad, aislada de la vida social.

En su caso, la opción por la soledad como espacio (no alienado) que permite la reflexión de la propia condición; a la vez que un distanciamiento del universo de la culpa y el castigo. Ámbito propicio para la creación artística, en su caso la escritura, entendida como lugar de libertad. En Kafka, esta libertad individual ?auténtica?, se opone al individualismo de tipo burgués, ?incapaz? de sostener un espacio de autonomía.

Este aislamiento del individuo, tiene mucho que ver con su concepción de la literatura, donde está muy presente la concepción militar de la vida. Es decir, se produce una especie de analogía entre guerra y literatura. El aislamiento de la vida militar es equiparado con la experiencia de no ser interrumpido en la creación artística.

Pensemos en lo que él mismo denomino ?su primer relato?, La condena, escrito de un tirón, entre las 10 de la noche del 22 y las 6 de la mañana del 23 de septiembre de 1912, en unas condiciones que recordará de por vida como el instante en donde sus sueños de escritor se vieron cumplidos. En un aislamiento absoluto, en silencio, sin dudar, sin ninguna interrupción. Sólo su mano garabateando sobre el papel.

Tengamos en cuenta que, como ha señalado Ricardo Piglia en Un relato sobre Kafka (El último lector, Anagrama, 2005): ?Kafka está en el momento de paso de la escritura a mano, en cuadernos, a la escritura a máquina??. Por lo tanto, la escritura no está aun mecanizada. Está más ligada a lo artístico y, por lo tanto, más cerca de vislumbrar algún tipo de verdad (en Kafka, el artista es quien conoce lo incognoscible; posee una visión global de lo real y revela que no hay revelación).

Continúa el autor de Respiración artificial: ?Antes que la claridad de la grafía, interesa el ritmo corporal de la escritura, muy ligado para Kafka a la respiración, a los órganos internos, a los ritmos del corazón?. Tengamos en cuenta que ya desde joven Kafka ha leído a Nietzsche, quién insistía en la primacía de los sentidos y los instintos por sobre la razón.

Finalmente arremete Piglia: ?La máquina de escribir no le sirve a Kafka para la escritura personal. La asocia con la burocracia, con los textos legales (dictámenes, informes, legajos), con una escritura despersonalizada y anónima?.

Artículo original: http://www.prensadefrente.org/pdfb2/index.php/a/2007/01/29/p2504

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