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miércoles, diciembre 26, 2007

Las voces del laberinto

Ricard Ruiz Garzón publica un trabajo sobre la esquizofrenia, basado en historias reales


17/12/2007 Juan Bolea El Periódico de Aragón


El primer capítulo de Las voces del laberinto, el libro de Ricard Ruiz Garzón subtitulado Historias reales sobre la esquizofrenia (De Bolsillo), comienza con la crónica de un suicidio. Un joven cae desde las alturas, estrellándose contra el suelo con un libro de Paul Auster en la mano, El palacio de la luna. En ese volumen figura una dedicatoria, y su dueño había subrayado algunos párrafos. Todo el relato (pues también aquí la literatura ha conseguido abrirse camino entre los hechos reales, tiñéndolos con su misterio, de la misma manera que la esquizofrenia tiñe con los suyos el uso de la razón), es vivo, descriptivo, profundo. E invita a seguir leyendo.

Un ensayo, el de Ricard Ruiz, que no lo es, como tampoco un informe ni un tratado psiquiátrico, ni sociología aplicada, ni un manual de autoayuda para afrontar los sinsabores de la enfermedad mental. Es, sin más, un libro de historias testimoniales sobre la esquizofrenia. Un libro, según el propio autor, nacido del dolor de una muerte cercana que inspiró la serie de investigaciones, de entrevistas a enfermos esquizofrénicos. Un libro que se convierte "en la respuesta a otra petición; la de uno de los entrevistados, que fue, en el fondo, quien lo bautizó y le dio un sentido".

La esquizofrenia afecta a más gente de lo que la gente cree. A una de cada cien personas, más o menos, y a un total de cuatrocientas mil, si tomamos como referencia la población española.

El grueso de Las voces del laberinto lo componen los testimonios, brillantes, alucinados, originales, elípticos, fantásticos, de los pacientes con los que Ruiz Garzón ha tenido la oportunidad de conversar.

Uno de ellos, por ejemplo, le detalló de qué manera, un buen día, trabajando en una lavandería de Argüelles, comenzó a oír voces metálicas que no eran humanas, que cambiaban de tono y registros, y que ya no iban a marcharse.

Otra de las pacientes le confió sus cuitas amorosas, el misterio del amante en forma de sombra que la visitaba cada noche, acosándola, enamorándola.

Y así, hasta una docena de exaltadas o sarcásticas declaraciones, transcritas de manera textual, que nos confunden, alteran y, en último término, nos ayudan a comprender en mayor medida qué es y de qué distintos modelos se manifiesta esa enfermedad relativamente desconocida aun hoy en día, llamada esquizofrenia.

La pasión artística del autor, quien, desde hace tiempo, viene ejerciendo, con seriedad y prestigio, la crítica literaria, presta a Las voces del laberinto un lenguaje rico y preciso, con abundancia de referencias y citas de psicológos, psiquiatras, filósofos o escritores. Philip K. Dick, por ejemplo, entre ellos. Del autor de Blade Runner se nos revela uno de sus chistes preferidos, a modo de microrrelato clínico: "Doctor, creo que alguien está mezclando en mi comida algo que me vuelve paranoico". En esa división de referencias ilustres, Zelda Fitzgerald (a su esposo Scott: "En cualquier caso te quiero, aun cuando no queda nada de amor o de mí o de vida") se encuentra a contrapágina con Oliver Sacks ("Para situar de nuevo en el centro al sujeto, al ser humano que lucha y padece, hemos de profundizar en su historial clínico hasta hacerlo narración o cuento").

Fascinante.

Escritor y periodista

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