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sábado, octubre 25, 2008

Oaxaca está en la mira de Paul Auster

La visita del escritor estadunidense a la XXVIII Feria Internacional del Libro de Oaxaca tiene un objetivo: apoyar el lanzamiento del premio Aura Estrada.

25 octubre 2008 - Milenio (México)

Hace unos días, Raúl Padilla López, presidente de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, afirmaba que en México hay muchas ferias libreras que pasan sin pena ni gloria. Guillermo Quijas, director de la de Oaxaca, está de acuerdo con la afirmación y por eso, dice, en la capital del estado sureño trabajan para no estar en esa lista negra. Este año, el encuentro oaxaqueño da un gran paso para lograr el objetivo: la XXVIII Feria Internacional del Libro de Oaxaca está encabezada por Paul Auster, que forma parte de una delegación de 60 escritores nacionales y extranjeros.

Paul Auster

El escritor estadunidense, que recientemente presentó en Barcelona su nuevo libro, titulado Un hombre en la oscuridad, visitará la capital oaxaqueña, invitado por Francisco Goldman, para dar a conocer los pormenores del Premio Aura Estrada, que se instaura para recordar a la escritora, que falleció el año pasado en las costas oaxaqueñas. Además, dictará una conferencia magistral que servirá para inaugurar de manera oficial la Cátedra Aura Estrada, que tendrá lugar cada año durante la feria. Guillermo Quijas explica que la presencia de Auster es el fruto del trabajo realizado por Goldman, iniciador del galardón que ha sido respaldado por autores como Salman Rushdie y Gabriel García Márquez. ?Ahora el reto para nosotros es mantener un nivel que nos permita traer invitados que estén a la altura de Paul Auster y de ahí para arriba?, señala el director de la feria.

Quijas dirige el encuentro librero oaxaqueño desde hace seis años. Antes, apunta, la única actividad consistía en la compra y venta de libros. ?Tenemos cinco ferias realizando un esfuerzo para traer un importante número de escritores?, señala. Esto, agrega, después de que en 2002 ?hubo un desprecio del municipio hacia la feria: le quitaron presupuesto, la movieron de sede. A raíz de esto planteamos una feria del libro que le demostrara a las autoridades, a la iniciativa privada y a las instituciones educativas que era un evento importante y que era necesario apoyar?. Así, comenzaron a trabajar en un proyecto que, además, incluye planes de fomento a la lectura, talleres con escritores oaxaqueños impartidos por autores reconocidos y, lo más importante, acercar a los escritores con los lectores. ?A cinco años podemos decir que el proyecto inicial está consolidado?, afirma.

Uno de los factores que ha dificultado el trabajo de la feria, agrega el director, es la ?caótica situación política? que vive Oaxaca. No obstante, puntualiza, el éxito que ha tenido el trabajo realizado desde la librería Proveedora Escolar y la editorial Almadía ha generado ?que la nueva administración municipal se interesara y apoyara la feria de buena manera. A nivel estatal no les interesa, y eso ha ocasionado que no haya el crecimiento que queremos, porque hay potencial para crecer más?. El reto, afirma Quijas, es generar la infraestructura para tener un lugar específico para la exhibición y venta de libros. ?El punto fundamental es la infraestructura. Y mantener la calidad del programa literario, que ya no puede bajar de calidad?.

La Feria Internacional del Libro de Oaxaca tendrá lugar del 6 al 23 de noviembre. Aunque parece mucho tiempo, Quijas explica que la primera semana está enfocada al programa literario, con las visitas de los escritores, presentaciones de libros y demás actividades, y la segunda semana es para todo lo relacionado con el programa infantil. Otra característica de la feria, agrega, es el proyecto que inicia este año de destinar una parte de las ventas al equipamiento de las bibliotecas del estado, comenzando con la biblioteca central de la ciudad. ¿La inversión? ?Cerca de dos millones y medio de pesos. Aquí las cosas se hacen trabajando?, concluye Guillermo Quijas.

Nombres en Oaxaca


La lista de escritores mexicanos que se darán cita en Oaxaca incluye a David Huerta, Francisco Hinojosa, Jorge Volpi, Álvaro Enrigue, Guillermo Fadanelli, Heriberto Yépez, J.M. Servín, Leonardo da Jandra y Sergio González Rodríguez, entre otros

La nómina de foráneos, encabezada por Paul Auster, da cabida a Siri Hustvedt (Estados Unidos), Camille de Toledo (Francia), Andrés Neuman (Argentina), José Manuel Prieto (Cuba), Goran Petrovic (Serbia), Ramón Caride (España) y Germán Carrasco (Chile), entre otros

Guadalajara/Édgar Velasco

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martes, abril 01, 2008

Charla sobre escritores fundamentales para la formación de un autor

Xornal, Santiago

El escritor Xesús Fraga participa en el Taller de Escritura para adolescentes de la Biblioteca Municipal Infantil y Juvenil.

Martes, 01 de abril de 2008

El escritor y periodista Xesús Fraga ofrece en la Biblioteca Municipal Infantil y Juvenil una clase magistral sobre autores como Michael Bond, Tolkien, Roald Dahl, Gerald Durrell, Paul Auster, Alvaro Cunqueiro, Ignacio Aldecoa, Ignacio Martínez de Pisón y otros que, a su juicio, son fundamentales para la formación de cualquier escritor y, en concreto, para los participantes en el Taller de escritura para adolescentes de dicha biblioteca.

Esta actividad está dentro del Taller de Escritura para adolescentes ?Cuenta tu propia historia?. Este nuevo proyecto de las Bibliotecas Municipales, a medio camino entre los talleres de escritura y los clubes de lectura, pretende crear un nuevo formato que recoja lo mejor de cada uno de ellos. Un espacio abierto al diálogo y la creación con el que las Bibliotecas Municipales intentan convertirse en un punto de referencia no sólo para los lectores, sino para todo aquel que desee compartir sus inquietudes literarias.

La experiencia comenzó el pasado mes de noviembre y en él participan trece jóvenes, de entre 12 y 18 años, que han podido conocer de primera mano a autores como Miguelanxo Prado y Lino Braxe, además del traductor Fernando Moreiras. La clase magistral programada para mayo será impartida por Daniel Domínguez, guionista de cine y televisión.

Con estas clases, la organización pretende dar a conocer a los participantes todas las posibilidades que les ofrece la escritura y romper con los tópicos victimistas que rodean la profesión de escritor.

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lunes, marzo 17, 2008

Paul Celan: El tango de Auschwitz

?No hay nada en el mundo por lo que un poeta haya de seguir escribiendo, no desde luego si el poeta es un judío y la lengua de sus poemas es el alemán?, reflexionó en su última época Paul Celan (1920-1970). ?Tal vez yo sea uno de los últimos que deba seguir viviendo para consumar el destino del espíritu judío en Europa. Esa obligación la he sentido como poeta, como poeta que no podía dejar de escribir, a pesar de ser judío y escribir en alemán.?

Por Guillermo Saccomanno / Página 12



Leo Antschel es ingeniero, pero después de la debacle económica de la Gran Guerra, en los Cárpatos, vende leña de aserraderos. Friederike, su mujer, acostumbrada a la crianza de sus hermanos menores, no permite que lo doméstico le gane a su afición por la lectura, que le transmite ahora a su hijo Paul. Lo manda a una escuela privada, pero el padre, sionista estricto, lo cambia a una escuela hebrea. En la familia se habla un alemán sin acento. Czernowicz, la ciudad en que viven los Antschel, pertenece a Bulgaria. En 1938 Hitler se anexa Austria. Y en Czernowicz, aunque el nazismo no parece inminente, ya se respira el racismo. Los Antschel discuten qué hacer con sus ahorros. El padre quiere reservarlos para una huida. La madre y el hijo se oponen: un buen destino para el dinero es costear los estudios de Paul en una buena universidad europea. Madre e hijo ganan la pulseada.
En su viaje, al pasar por Berlín, el joven Paul puede ver el putsch nazi. Después, por fin, llega a París, donde estudia un año. Paul ha leído a Proudhon y simpatizado con Trotsky. En este tiempo de iniciación parisina se conecta con los surrealistas y adhiere a la causa de la República Española. En el verano siguiente, vuelve a Czernowicz. Poco después el Ejército Rojo invade Bulgaria y el ruso es obligatorio. Estudiante de Filología, Paul lo aprende a la perfección. Sus compañeros se asombran: en menos de un año Paul ya traduce Guerra y Paz de Tolstoi. Por entonces los soviéticos deportan a Siberia a cuatro mil hombres, mujeres y chicos, en su mayoría judíos.
Cuando Hitler rompe con Stalin el pacto de no agresión, las tropas rusas se retiran y las rumanas entran en Czernowicz ejecutando judíos y ucranianos acusados de colaborar con los soviéticos. Las SS dirigen las acciones. En horas liquidan a setecientos judíos. En unos días, el número de víctimas sube a tres mil. Se los priva de derechos, se los obliga al brazalete con la estrella. Hay toque de queda y se alambra el gueto. Los nazis trasladan a los cautivos. Apenas dejan los necesarios para colaborar en algunos trabajos.
Las deportaciones se cumplen los fines de semana, las noches de sábado y domingo. Conscientes del riesgo de quedarse en el hogar esos días, muchos huyen el viernes para volver el lunes. Un amigo rumano refugia a los Antschel en su fábrica de detergentes y cosméticos. Pero la madre se resiste: ?No podemos escapar de nuestro destino?, se queja. Un sábado, cuando Paul va a la fábrica, sus padres no acuden. El lunes comprueba que ellos fueron despachados a un campo, donde cumplirán trabajos forzados picando canteras en la construcción de un camino. El padre muere de tifus. Su madre, consumida, es rematada de un tiro en la nuca.
Mientras los rumanos, bajo el mando alemán, saquean, violan, torturan y trasladan prisioneros, Paul sobrevive en el barro del gueto. Se consuela traduciendo sonetos de Shakespeare. De esta época data su primer libro de poesía, Amapola y memoria. A pesar de extraviar el original en su tránsito de fugitivo, lo reconstruirá años más tarde, pasada la guerra, ya a salvo en París. La amapola, además de la belleza, representa un opiáceo incapaz de anestesiar lo vivido (Paul armará de memoria su libro. Pero todavía falta para esto. No nos adelantemos). Anclado en Czernowicz, Paul hace un trabajo para sobrevivir: busca libros rusos para quemarlos. ?Esta era una tierra en la que vivían hombres y libros?, recordará. Podemos imaginar el fuego que consume un libro de Dostoievski iluminando la cara del muchacho de veintidós años. Podemos imaginar lo que siente. Pero nunca por completo. A menos que se haya estado allí, imposible saber qué significa esa experiencia en la que las cenizas humanas y las de los libros se confunden tal vez porque los hombres, como los libros, si una misión tienen, es vivir para contar. Y el nazismo niega a unos y a otros.

Celan, y sus precursores
?La filosofía de Hitler es primaria?, ha escrito Emmanuel Levinas. ?Con una fraseología miserable, el hitlerismo apela a sentimientos elementales.? La escritura de Celan pone en duda no sólo los sentimientos sino también el lenguaje que los transmite. Hay que convenir con George Steiner que la escritura de Celan es a la literatura lo que el Guernica de Picasso a la plástica. Es que resulta hipócrita aislar un lenguaje de la experiencia que lo genera. Si nos hemos detenido en la narración de una historia familiar y en su destino trágico es porque ambas afectarán al joven Paul y su poética.
El acercamiento a la lectura de Celan en español, y no sólo en español sino también en su lengua original, presenta dificultades. Debe tenerse en cuenta cómo la búsqueda celaniana fue evolucionando hacia una pureza que alcanzaría la abstracción. Cuando leemos traducido partimos de una confianza semántica. Pero, ¿qué ocurre con la significación cuando un verso es oscuro en su propia lengua? ¿Qué leemos en aquello que leemos traducido? La biografía de un acosado, paradigma de la víctima, condiciona su lectura inclinando al lector hacia una mirada pietista. Celan, que dominaba ocho idiomas, impugnaría esta clase de lectura benéfica: nada le importaba más que quebrar esa confianza en las palabras, una confianza que socava en su lengua original, el alemán, y está lógicamente vulnerada, por carácter transitivo, en toda traducción a otras lenguas.
Treinta años después del calvario, cuando adopte como apellido el anagrama de Antschel, el ahora Paul Celan, ya residente en París, en la École Normal Supériéure, será profesor de alemán y dictará un curso sobre ?Un médico rural?, ese cuento de Kafka que se refiere inequívocamente al destino equivocado. ¿Acaso la madre del poeta no sostenía: ?No podemos escapar de nuestro destino?? La culpa, una cuestión central en la literatura de Kafka, marca también la escritura de Celan.
La prosa de Kafka es fría, neutra y está sostenida por un tono burocrático que puede a veces exasperar por su impasibilidad. Arriesguemos: la prosa de un entomólogo dispuesto a describirlo todo. Rasgos, gestos, detalles imperceptibles. Tanta es su obsesión en lo mínimo y absurdo que se tiene la impresión de estar observando lo más insignificante con un gran angular. Neutralidad, se ha dicho. Y es justamente esta neutralidad la que nos obliga a volver atrás, a certificar si hemos leído tal o cual detalle o se nos ha pasado por alto. ¿Hemos leído bien? ¿Es eso lo que estaba escrito? Por ejemplo, en ?Un médico rural?, los dientes del caballerizo marcados en la mejilla de la joven criada. Por un instante dudamos si no se nos extravió algo en la lectura, algo callado, que pasamos por alto.
Esta situación de incomodidad y perturbación se repite con la poesía de Celan. Aun sus poemas más figurativos nos dejan la sensación de que hay algo que nos hemos perdido en la lectura. El lector ajeno al alemán puede sospechar de la traducción, si ésta funciona o no como ?arte exacto? en la forma de transmitir una intención y una sonoridad. Pero no se trata de la traducción más o menos eficaz, de la riqueza de tal o cual polivalencia significante. Paul Auster afirma en ?El arte del hambre?: ?Celan exige al lector y resulta casi imposible comprenderlo por completo?. Acordemos con Auster que leer a Celan por primera vez se convierte en un acontecimiento memorable, que quizá sólo puede compararse con el grado de unción reveladora que inspira Kafka. Se siente extrañeza y al mismo tiempo abismo. Como Kafka, Celan busca palabras que lastimen. Celan se afana en la precisión: ?Lo importante en el lenguaje es la precisión?, anota.
Como el checo Kafka, al pertenecer a un país periférico, a una lengua casi invisible, y estar ligado al idish, su elección es una lengua hegemónica: el alemán. No es una elección gratuita. ?Todos los poetas son judíos?, había declarado la suicida poeta rusa Marina Tsvietáieva. Celan adoptará esta premisa. Lo que quizás explique por qué estuvo por traducir al poeta egipcio Edmond Jabés, otro extranjero a perpetuidad. ?Todo escritor es unjudío?, asevera Jabés en El libro de las preguntas. ¿Qué territorialidad está en juego aquí?, cabe preguntarse. Sin tierra, el judío encontrará la suya en el libro. Steiner intenta explicarlo: ?El hombre o la mujer que encuentra su hogar en el texto es, por definición, un objetor de conciencia de la mística vulgar del himno y la bandera, del sueño de la razón que proclama ?mi país, esté o no en lo cierto?, se trate de una tecnocracia mercantil de consumo de masas o de una oligarquía totalitaria. El lugar de la verdad es siempre extraterritorial; su difusión pasa a ser clandestina por las alambradas y vigías del dogma nacional?.
Un dato puede ayudar a comprender la operación que Celan hace al emplear como materia expresiva la lengua materna, pero también la de sus verdugos. A Celan lo espanta que los criminales nazis, mientras transcurren sus juicios, escriban poesías. Corresponde preguntarse entonces si la búsqueda de precisión que se propone con empecinamiento, búsqueda que culmina prácticamente en la ilegilibidad, no es una suerte de justicia reparadora. Es decir, al indagar esa lengua, los límites de su comunicación, Celan condena: al subvertir la lengua madre, invierte la relación determinada en otro clásico de Kafka: ?En la colonia penitenciaria?. Ahí donde Kafka dispone que el verdugo escriba la falta en el cuerpo del prisionero, Celan la resignifica en la lengua.

Lenguaje y memoria
Estas consideraciones sobre la lengua celaniana no son menores, entre otras razones, porque responden al desafío planteado por Adorno: la dificultad de escribir después de Auschwitz. Es sabido que Celan (como Nelly Sachs, Ingeborg Bachman y Günter Grass) corresponde a la generación que acepta el desafío adorniano y decide contestar a través de la escritura. ?Auschwitz no tiene fin?, dirá Grass. El lenguaje para reflejar el exterminio es un lenguaje dañado. Tal como lo propone Grass, es la herramienta para registrar los grises en todas sus gamas. Y es, por lógica, el gris de las cenizas que irrumpen una y otra vez en la poesía de Celan.
En sus artículos sobre Celan, Margo Glanz retoma una idea de Jacques Derrida: ?Celan reduce el poema a cenizas?. Porque las cenizas son Auschwitz y sus hornos. Las cenizas hablan de la incineración del nombre y la memoria y borran la noción de testimonio. Subrayemos: la poesía de Celan es alusiva y elusiva, lo uno por lo otro. No hay referencias directas a la experiencia concentracionaria sino, más bien, una metafísica de lo que no se entiende. Es esta ?incomprensibilidad? justamente la que produce quizás un efecto más sobrecogedor que una foto, un documental. En un procedimiento similar a la incineración, Celan funde la tradición y los lenguajes. En consecuencia, en sus últimos poemas el lenguaje se esquirla en fragmentos jadeantes y agónicos. Los poemas se ciñen a una brevísima señal que oscila entre el aforismo y el calembour. Celan escribe ojos, semen, orina, lengua, dientes. En su síntesis, casi un grafismo, el poema se reduce a unos pocos versos cada vez más cortos y el blanco de la página, el vacío, devora las palabras escasas. Así el poema, en su imposibilidad de obtener el encuentro entre el ?tú? y el ?yo? (estos dos pronombres son de un uso constante en Celan), lo que afirma con terquedad es ese vacío que es el blanco pero también otra cosa, eso que ?no tiene fin?, eso que es Auschwitz. Al respecto de la disminución de textualidad y el avance del blanco en la puesta en página, Maurice Blanchot supo indicar que este silencio del blanco no es una pausa o un intervalo en la lectura sino que pertenece al rigor mismo, aquel que no autoriza más que un ápice de relajamiento, ?un rigor no verbal que no estaría destinado a portar sentido, como si el vacío fuese menos una falta que una saturación, un vacío saturado de vacío?.
?El hombre está permanentemente frente a la muerte?, dice Jabés. Es en relación con la muerte cómo se expresa. Incluso añadiría que no es posibleexpresarse sino a través de ella. La muerte es el espacio blanco que separa los vocablos y los hace inteligibles, es el silencio que hace audible la palabra oral. Por eso el blanco es tan temible en una página. Jabés, terminante, sentencia: ?Nuestra mejor arma política siempre es y seguirá siendo la pregunta?.
Celan vive en conflicto tanto la vida como la literatura. Pueden atribuirse a su fragilidad y su neurosis el desprecio hacia la verborrea literaria y académica. Menosprecia al ?litterateur? y la moda. ?¿Por qué escribir poesía y, si se escribe, por qué publicarla??, se pregunta. Quizá convenga acotar que estos recelos y aversiones no son distintos a los de su amante Bachman: la poesía póstuma de ambos parece contagiada por un mismo escepticismo hacia la palabra. La palabra que más repite Celan en treinta años de escritura (casi mil cuatrocientas veces en ochocientos poemas publicados y más de cuatrocientos inéditos) es ?tú?. Y este ?tú? puede sugerir no tanto un vocativo que compromete a los seres perdidos, como a un ?yo? dividido por la culpa. Es un ?tú? más próximo a la referencia del doble que a una relación con otro. En todo caso, esa relación es siempre con ?el otro?: un ?otro? que arrastra la culpa del sobreviviente y que pudo ser cenizas en el viento.
A pesar de sus problemas de salud, en 1967 Celan, invitado a una lectura de sus poemas en Friburgo, aprovecha el viaje para entrevistar a Martin Heidegger, de quien fuera lector. Heidegger asistió a la lectura de Celan y se sentó en primera fila. Heidegger le regala ¿Qué significa pensar? Lo invita a una excursión a la Selva Negra. Celan espera la oportunidad de reprocharle al filósofo su adhesión al nazismo. Durante ese encuentro, Heidegger se explaya sobre la flora y la fauna regional. Fin del paseo. Poco después Celan le envía a Heidegger un poema en el que refiere con sutileza su recriminación. Heidegger tarda en responderle una esquela diplomática en la que insinúa tácitamente su culpa.
La biografía de Celan incluye, además de la sombra del nazismo, la pérdida de un primer hijo a poco de su nacimiento. Abarca depresiones, rupturas, internaciones, mutismo y alcohol. También pasiones arrasadoras, como la que mantuvo con la Bachmann. No obstante, Celan no especula con su dolor. ?Hacíamos como que nuestros problemas tenían que ver sobre todo con el verbo?, contaría Henri Michaux. Una vez, cuando Celan promedia los cuarenta, Petre Salomon, un amigo rumano, lo visita en su domicilio de París y lo encuentra taciturno, hostil, envejecido. No es la primera vez que el amigo lo ve en semejante crack-up. Celan puede pasar de este hundimiento al estallido de una risa compulsiva. No hace falta ahora que el amigo le pregunte qué le pasa. Celan se adelanta a contestarle con voz entrecortada: ?Han hecho experimentos conmigo?.
Si se contempla una de sus fotos más difundidas, esa que acompaña sus ediciones recientes en español, Celan llamará la atención por cierto aire porteño. Es una foto blanco y negro. En primer plano el rostro amable tiene una mirada aguda, de un humorismo penetrante. Sin embargo, apenas sonríe. Según Michaux esa sonrisa es la de ?alguien que atravesó mil naufragios?. Al estar peinado hacia atrás, su frente se agranda y se le notan bastante las entradas. Viste un saco oscuro y una corbata al tono sobre la camisa blanca. En esta foto, Celan tiene un aspecto de cantante de orquesta típica de los cincuenta. Entonces uno no puede dejar de pensar que en los campos de concentración los nazis obligaban a los prisioneros a cantar canciones nostálgicas mientras otros cavaban sus tumbas. Algunos tocaban música mientras las prisioneras judías eran usadas por los oficiales y la soldadesca. ?Fuga de muerte?, el poema de Celan que metaforiza estos rituales, el poema alemán más importante de la posguerra, fue traducido al rumano como ?Tangouli morti?. Es decir, ?Tango de muerte?.Después de recibir numerosas distinciones entre las que se destaca el prestigioso premio George Büchner, Paul Celan, en abril de 1970, se arroja al Sena desde el puente Mirabeau, allí donde el río es ancho y la corriente más fuerte suele arrastrar todavía restos de deshielo. El primero de mayo, diez kilómetros río abajo, un pescador descubrió su cadáver.

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jueves, agosto 09, 2007

De lo contrario, Auster sería yo

por Enrique Vila-Matas

Si me encuentro con una entrevista con Paul Auster, la leo inmediatamente. Es un autor que siempre me aporta ideas. Pero eso sí, nunca puedo terminar esas entrevistas que le hacen, porque me entran tales ganas de ponerme a escribir que debo dejar la lectura. En la que acabo de dejar de leer para ponerme a escribir estas líneas, le preguntan por los muchos autores que han influido en su trabajo y le citan a Cervantes, Dickens, Kafka, Beckett y Montaigne. Son precisamente los autores que forman el eje central de la novela que ando yo en estos días terminando. "Los llevo a todos conmigo", dice Auster, "llevo a docenas de escritores conmigo, pero no creo que mi trabajo se parezca a ninguna de sus obras. No estoy escribiendo sus libros, sino los míos".


Yo estoy seguro de que podría decir exactamente lo mismo. "Los llevo a todos conmigo" es una frase que viene a corroborar esa sensación que tiene Auster ?que tengo yo también, con perdón? de que cuanta más experiencia de la soledad tiene uno, más paradójicamente vive la sensación de que esa experiencia no es precisamente de ostracismo o de aislamiento, sino de apertura hacia los demás. "Es sorprendente que no podamos comenzar a comprender nuestra relación con los demás hasta que estamos solos. Y cuanto más solo está uno, cuanto más se hunde en la soledad, más profundamente siente esa relación", dice Auster.
Los otros (incluidos los otros escritores, y de entre éstos sólo los que nos gustan, los que llevamos con nosotros) actúan de un modo extraño que hace que nos resulte imposible aislarnos de ellos. Por lejos que uno se encuentre en un sentido físico (aunque esté en una isla desierta o encerrado en una celda solitaria), descubre que está habitado por otros. Qué lejos esta sensación o esta idea de aquello que le sucedía al siniestro Unamuno, pensador de primer orden pero egotista ridículo, que llegó a sospechar que los otros no existían, que eran sólo una invención suya para evitar la angustia que le provocaría descubrir que estaba solo en el mundo. A veces, estoy hablando con los amigos y me acuerdo de la idea siniestra de Unamuno y juego a verlos como una invención mía. No logro nunca que digan lo que yo quisiera que dijeran, pero sí es cierto que a veces, vistos desde esta forma unamuniana, me parecen formar parte de algún extraño juego teatral y conspirativo, como de trama de película de Mamet.
No hay mayor sentido del desprecio hacia el otro que pensar que lo hemos imaginado. Unamuno miraba hacia lo más profundo de su ser y se encontraba sólo a sí mismo y solo, además, en el mundo. Auster, por lo contrario, hace lo mismo, mira hacia lo más profundo de su ser, y lo que ahí encuentra es algo más que a sí mismo, encuentra el mundo. ¿Leer a Auster es encontrar mi mundo? Todo lo contrario, es encontrar al otro. Y aprender a llevarlo conmigo cuando me encuentro sentado ante mi ordenador, como ahora mismo en esta mañana invernal.
Pero en el fondo es todo un gesto de disidencia hacia Auster el que me haya sentado ante el ordenador y no ante la máquina de escribir. Porque lo que realmente esta mañana me ha empujado a hablar de Auster han sido unas palabras suyas acerca de su necesidad de no abandonar su máquina de escribir: "La tengo desde 1974, ahora ya más de la mitad de mi vida. Nunca se ha estropeado. Todo lo que tengo que hacer es cambiar las cintas de vez en cuando, pero vivo con el temor de que llegue un día en el que no haya más cintas a la venta, y entonces tendré que usar el ordenador y entrar en el siglo xxi."
Esta confesión de amor hacia su máquina me ha llenado de vergüenza, porque me ha recordado la frivolidad (no tuve paciencia para buscar más) con la que me pasé al ordenador hace tres años, cuando di dos vueltas enteras a Barcelona en busca de cintas para mi máquina de escribir y, al no encontrarlas, me di por rendido. No hallé las cintas ni siquiera en una pequeña tienda cercana a la plaza de Urquinaona que resistía al empuje de los avances técnicos de nuestra época y seguía vendiendo cintas y máquinas de escribir: una tienda que yo visitaba con la impresión de que todo aquello era un milagro y sus dueños (lo había deducido por su manera fanática de hablarme de las máquinas Olympia) unos fervorosos defensores del antiguo tecleo eléctrico.
Ignacio Martínez de Pisón, a quien le conté la historia de los dueños de ese comercio (un extraño matrimonio que luchaba contra la modernidad), llegó a escribir un cuento en el que se inventaba que, delante de los vendedores fanáticos de las máquinas Olympia, alguien montaba una tienda de ordenadores, que constituía la ruina de la pequeña tienda resistente. Parecía que iba a ser un cuento profético, pero el matrimonio fanático, temeroso de que ocurriera realmente lo que relataba Martínez de Pisón (debieron leer su cuento), se pasó de la noche a la mañana a los ordenadores y me obligó a hacerlo a mí también, pues nunca he dudado de que esa tienda de máquinas de escribir fue la última de la ciudad.
Más suerte tuvo Paul Auster, que puede seguir fiel a su Olympia, pero eso se debe seguramente a que vive en Nueva York. Que seamos él y yo distintos en esto (y en tantas otras cosas que ahora se me ocurren) me produce un gran alivio, porque me permite seguir estando solo, aunque llevando a todos mis escritores preferidos conmigo y escribiendo no sus libros, sino los míos. De lo contrario, Auster sería yo. Y eso yo no lo podría permitir. Y menos aún los otros. -

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viernes, julio 27, 2007

Parejas poéticas

JORGE DE ARCO DIRECTOR DE LA REVISTA DE POESÍA 'PIEDRA DEL MOLINO'

Semanas atrás, y al hilo de la reciente edición de la antología de la poetisa norteamericana Jane Kenyon (1947-1995) -esposa del también poeta Donald Hall-, recordaba en un artículo cómo a lo largo de la historia de la poesía, no han sido pocos los matrimonios que han compartido vida y pasión lírica. Tomando como punto de partida la pareja formada a mediados del XIX por los británicos Robert Browning y Elisabeht Barrett, el siglo que ya se nos fue tiene muy diversos ejemplos. Valga citar los de Sylvia Plath y Ted Hughes, Barbara Frye y Charles Bukowski, Claribel Alegría y Darwin J. Flakoll, Fina García Marruz y Cintio Vitier, Aitana Alberti y Alex Pausides ; y de entre los nuestros, los de María Luisa Gefaell y Luis Felipe Vivanco, Ernestina de Champourcin y Juan José Domenchina, María Guerra Vozmediano y Luis López Anglada; además de los que felizmente aún siguen entre nosotros, Francisca Aguirre y Félix Grande, Luz María Jiménez Faro y Antonio Porpetta, etc.



Y si recuerdo estas parejas poéticas es porque hace tan sólo un par de días, llegaba a mis manos el poemario de Siri Hustvedt (Minnesota, 1955), Leer para ti, que acaba de ver la luz en Bartleby Editores. Esta doctora en literatura inglesa, novelista y ensayista, está casada desde 1981 con el también escritor, Paul Auster (New Jersey, 1947) -galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras el pasado año-. Estos veintiséis años de relación amatoria y literaria tienen un curioso nexo común y es el hecho de que ambos comenzaron escribiendo poesía, género que sin embargo, abandonaron hace ya más de dos décadas.

Publicado en 1983 con el título original de Reading to you, puede leerse ahora en versión bilingüe gracias a las certeras traducciones de las también poetisas Julia Piera y Chiara Merino. Apoyada en un versículo nostálgico, y en una sorpresiva prosa poética, Siri Hutvedt inventaría un volumen en el que se entremezclan las remembranzas de sus ancestros noruegos, los imposibles sueños de la infancia, las instantáneas de antiguos y exóticos paisajes, y muy diversos momentos autobiográficos que se disuelven en una misteriosa ficción. Todo ello, tamizado por la delicada condición de un decir frágil y cristalino: ora surrealista, Es extraño pensar que el infinito tenga seis lados, ora sugeridor: El día que me miré al espejo no sabía que cuando uno besa es imposible ver nada; ciega la proximidad a medida que una cara penetra la otra. Es breve y sólo queda el estremecimiento del recuerdo

Siri Hustvedt editó sus versos con veintiocho años. Después, dejó de lado la poesía y entró de lleno en el mundo de la narrativa. En nuestro país se han publicado con notable éxito algunas de sus novelas, tales como Los ojos vendados (1994), El hechizo de Lily Dahl (1997) y Todo cuanto amé (1994). En una entrevista concedida dos años atrás, recordaba las causas de aquel abandono lírico: «Lo que ocurrió fue que yo leía mucha poesía de los grandes autores. ¿Me parecían tan geniales¿ Y, de pronto, cada línea que yo escribía me empezó a parecer insoportablemente mediocre en comparación. Así que me trastorné y no pude seguir. Un profesor y amigo de la Universidad de Columbia me recomendó que hiciera escritura automática, como los surrealistas, que me sentara y escribiera sin parar, sin importar qué saliese. La misma noche que me lo dijo escribí treinta páginas. Pero nunca más fueron de poesía».

En 1997, la editorial Pre-Textos dio a la luz Desapariciones, un florilegio de la obra poética de Paul Auster, que recogía una treintena de poemas que el escritor americano había pergeñado entre 1970 y 1979. Su quehacer, concebido entre espacios abiertos y herméticos, entre el confinamiento de la palabra y la libertad del hombre, se vertebró en la citada década en la que publicó cinco poemarios. En una entrevista, publicada en El Cultural, afirmaba: «Tengo abandonada del todo la poesía. No he escrito un poema en veinte años». Al igual que su esposa, encontró en la prosa un mejor vehículo de expresión y su alejamiento de la lírica, tal vez, quiso dejarlo explicado con esta frase: «No hay nada en el mundo que no pueda servir de material para una novela».

Ambos, reconocen discutir mucho sobre sus textos. «Su opinión para mí tiene más crédito que la de nadie en este mundo y creo que ella piensa lo mismo de mí», relataba Auster. Releyendo sus versos (valgan los de él: «Cada noche/ desde el silencio de los árboles, sabes/ que mi voz/ viene caminando hacia ti»), es fácil imaginarlos, tantos años después, felizmente juntos en el privilegiado barrio de Park Slope, en el Brooklyn neoyorquino.

A.U.G

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viernes, mayo 18, 2007

El Parlamento de las Religiones

artículo publicado en "laverdad.es"
Claudio Martínez Möckel/Alicante

Alicante celebró el pasado día 12 esa iniciativa loable que es el Parlamento de las Religiones. El evento es una iniciativa muy importante, sobre todo en este momento histórico en el que nos encontramos, donde la religión ha sido secuestrada en muchas ocasiones por integristas y fanáticos. Eventos como este ayudan a cultivar la armonía y el diálogo entre las distintas comunidades religiosas y espirituales del mundo, y demuestra que la mayoría de los practicantes de las distintas religiones son personas pacíficas que luchan por la paz, la justicia y el respeto de la Tierra como reflejo de la trascendencia.

El diálogo entre religiones es necesario y bueno, pero también es necesario el diálogo entre la razón y las creencias religiosas, que actualmente está en crisis. En el recientemente publicado libro de Antonio Monda ¿Crees en Dios?, el autor entrevista a un grupo de escritores e intelectuales neoyorquinos que, tras el shock del 11-S, se muestran muy a disgusto con la religión. Paul Auster manifiesta en la entrevista que «de la religión me espanta su tendencia fundamentalista, y veo en torno a mí un mundo cada vez mas lleno de fanáticos». Para ser miembro de una religión, hay que creer en una serie de dogmas fundamentales que, para Paul Auster, llevan al absolutismo de creerse en la verdad y a la negación del pensamiento crítico. Estoy de acuerdo con Auster en cierta manera. La religión sin espíritu crítico, la fe del carbonero, puede llegar a la destrucción de la Humanidad, tal y como demuestran los fanáticos de Bin Laden. Hay formas de religión degeneradas y morbosas, que no edifican al hombre, sino que lo alienan y destruyen, y es necesario ser crítico con todas y cada una de las religiones.

Pero también es cierto el argumento contrario, al que se ha referido muchas veces Jürgen Habermas, de que si no existen unos límites morales trascendentes y no negociables, unas líneas rojas que nadie pueda traspasar, el Estado secular está condenado a su disolución, porque no puede garantizar sus fundamentos. Y en esa crisis estamos, con el riesgo de que la presión terrorista del islamofascismo pueda influir de manera decisiva en la configuración de las mayorías necesarias para gobernar, unas mayorías electorales que no tienen un fundamento normativo sólido, porque no existe un consenso acerca de unos mínimos morales absolutos que trascienda el juego de las mayorías y minorías políticas, que son las que deciden lo que está bien, mal o lo que es neutro, en función de estrategias electorales cada vez mas coyunturales.

Todas las civilizaciones han buscado la trascendencia. La esencia de las religiones codificadas en normas culturales, en creencias, es que no sólo el hombre es capaz de abrirse a Dios o lo trascendente, sino que Dios o lo trascendente se ha comunicado y se comunica con el hombre a través de una revelación, que es lo que constituye el centro de las creencias de cada religión. El estudio comparado de las religiones demuestra que, para llegar a ese más allá, a la salvación, el hombre debe buscar la verdad, el bien, el amor, siguiendo unos ritos distintos en cada religión, pero la esencia de esos ritos es la búsqueda de la verdad, del bien, del amor, para llegar a la salvación. Es decir, la trascendencia está en relación con la conciencia moral del hombre.

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domingo, mayo 13, 2007

La máquina de escribir


Quizá no tenga mucha relación con un blog de Paul Auster... en realidad si la tiene.


Simplemente un trazo para recordar este objeto, en franca recesión y cada vez menos visto: la máquina de escribir.


La forma canónica de la máquina surge con este modelo Underwood en 1895 y que aquí presentamos como pequeño homenaje a la tecnología de la escritura. Esta herramienta convirtió en cierto modo a los autores en "compositores" y no sólo redactores de sus propios textos, en una especie de "individualización" de las posibilidades técnicas que en su momento abrió la imprenta.

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jueves, abril 19, 2007

Paul Auster: "Cuando escribo un guión pienso en el rectángulo de la pantalla"

"La vida interior de Martin Frost" fue rodada en Portugal, con muy poco dinero. Auster dice que escribir para cine es muy distinto de escribir una novela.

Karen Wright
BLOOMBERG



La cómoda casa de ladrillo rojizo que tiene Paul Auster en la zona de Park Slope, Brooklyn, está llena de obras de arte, de libros y de elementos de la vida familiar cotidiana. El novelista vive aquí con su esposa, la escritora Siri Hustvedt, y Sophie, la hija de ambos.

Nos reunimos en la biblioteca del piso superior un día después de que el Museo de Arte Moderno proyectara The inner life of Martin Frost (La vida interior de Martin Frost), su segunda película como director, que fue seleccionada para encabezar el festival de nuevos directores que organizan el Lincoln Center y el MoMA.

Parece cansado, pero los profundos ojos oscuros siguen dándole un aspecto atractivo. Está vestido con sencillez: jeans negros y una camisa azul. ¿La película, que es la segunda que escribe y dirige, se basa en un libro?

"No, fue un guión desde el primer momento", dice. "Lo escribí hace un tiempo como cortometraje y siempre pensé en ampliarlo y convertirlo en un largometraje. Lo terminé apenas antes del 11 de setiembre y quise estar un tiempo a solas con mis libros".

?¿Escribe diferente cuando trabaja en un guión?

?Sí, un guión es diferente en todo sentido ?contesta con una sonrisa. ?En una novela se trabaja en un mundo tridimensional. Cuando escribo una novela huelo cosas, saboreo cosas. Paradójicamente esto no es cinematográfico. No hay una narración progresiva ni mucho diálogo. Por otra parte, no escribo escenas. Cuando escribo un guión, pienso en el rectángulo de la pantalla.

?¿Un guión es más real?

?No, no es real ?es la respuesta inmediata. ?Es por completo ficticio.

Auster está rodeado de detalles de la vida familiar. Le digo que la película me parece muy personal. Hasta los créditos aparecen sobre un fondo de fotografías de él, que tiene sesenta años, con su mujer y su hija.

El escritor tiene una explicación: "Tenía que vestir el set, y como era una película de bajo presupuesto decidí usarnos", señala riéndose. "Supongo que para la gente que nos conoce eso incorpora a la película otra capa de sentido."

¿Pasa lo mismo con la utilización de su voz, tan característica, como la voz del narrador? "No aparezco en los créditos. Mi voz agrega un elemento adicional si alguien me conoce", dice Auster. Si fuera por él habría contratado a un actor, pero el editor, Tim Squyres, lo convenció de hacerlo él mismo.

The inner life of Martin Frost se ajusta en un todo al guión y tiene sólo cuatro actores. Se filmó con un presupuesto muy bajo, de aproximadamente un millón de dólares, declara Auster. Se rodó en Portugal por un simple tema de costos. Hasta la cantidad de película fue la mínima necesaria.

"A menudo nos quedábamos sin película al terminar el día, de modo que tuve que pensar muy bien qué quería y qué iba a filmar", dice. Se ensayó durante dos semanas y media y el rodaje se hizo en veinticinco días. Auster mismo encontró la casa que se usó como locación.

Este guión es característico de Auster: un escritor que escribe una historia y una historia que se convierte en realidad o, como explica Auster: "Una historia de muñecas rusas o de cajas chinas. La historia principal es la caja más grande. La historia es tan delirante que no puede ser otra cosa que una historia."

La película es muy seria. Tiene un aire intelectual que sólo anima la aparición cómica del actor Michael Imperioli, que interpreta a un escritor que no puede escribir y que así le presenta al espectador un nuevo juego: lanzamiento de destornilladores, a la manera de dardos.

"Cuando era chico, tendría entre nueve y once años, visité a un amigo que tenía un cuarto con paredes de madera de pino con nudos. Nos pusimos a lanzar destornilladores a la pared tratando de que quedaran clavados", dice. "Le apostamos a su hermano mayor que no podría hacerlo. «él lanzó uno con fuerza. El destornillador salió disparado y quedó clavado. Me causó una gran impresión."

La película comprende tomas magníficas de árboles temblorosos, hormigas que se arremolinan en la tierra, la naturaleza en todo su esplendor.

"Mi intención era mostrar cómo el escritor que interpretaba David Thewlis procesaba las imágenes visuales en el cerebro", afirma Auster.

El impacto visual explica por qué Auster dotó a su héroe del viejo instrumento de escritura que él prefiere, la máquina de escribir.

"Las computadoras son aburridas de ver y la máquina de escribir tiene mejor sonido", dice. Un paneo por mesas en las que se ve un vaso, un termómetro y botellas constituye un intento de componer una naturaleza muerta a la manera del artista del siglo XVIII Jean-Baptiste-Simeon Chardin.

Chardin es una obsesión de la esposa de Auster y la película también refleja los intereses de la familia. Tal vez podría haberse llamado The inner life of the Austers (La vida interior de los Auster).

Traducción: Joaquín Ibarburu.

(Clarin)

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domingo, marzo 18, 2007

La venganza de los hijos de Auster

(La Nueva España - Eugenio FUENTES)

El premio «Príncipe de Asturias» convoca a todos sus personajes en «Viajes por el scriptorium», su última novela

Hace ya más de una década el neoyorquino Paul Auster, premio «Príncipe de Asturias» en 2006, reflexionaba así: «Todos mis personajes han experimentado alguna forma de pérdida, la rotura de algún vínculo fundamental, muchas veces biológico». Mister Blank, el protagonista de Viajes por el scriptorium, la última novela de Auster, no es una excepción a esta norma. Y no sólo eso. Por especial querencia del novelista, aficionado desde antiguo a las vueltas de tuerca metaliterarias, su extraviada condición es suma y consecuencia de los avatares vividos por todos los personajes que le han precedido.
Mister Blank, en apariencia uno más de los personajes beckettianos de Auster, es un anciano encerrado en una habitación, donde es vigilado con cámara y micrófono. No sabe ni quién es ni dónde está. Desconoce qué hace en ese lugar y cuánto tiempo lleva allí. Tampoco sabe a ciencia cierta si es un prisionero o puede salir de su encierro. Pero no lo averigua, porque tiene miedo. Sólo le consta que en la habitación, cuya única ventana está cerrada, hay una cama, un escritorio, una puerta que da a un baño y un sillón giratorio y rodante, aunque este gratificante detalle tardará en descubrirlo. Sobre el escritorio reposan treinta y seis fotografías y cuatro mazos de documentos.

Mister Blank -cuyo nombre en inglés alude a las claras a su mente en blanco, confusa, desmemoriada, inconexa- tiene, eso sí, un enorme complejo de culpa que le provoca una inmensa angustia, aunque tampoco puede quitarse de la cabeza la sensación de estar padeciendo una gran injusticia.
La sospecha de que ha hecho daño a muchas personas -a las que califica de agentes y sobre cuyas misiones ha escrito informes- le ronda de continuo la cabeza. Es más, en ocasiones, al cerrar los ojos, una legión de supuestos condenados desfila por su mente, adoptando los aires de una espectral santa compaña. Una procesión de seres sin rostro que emite un gemido apenas perceptible mientras recorre un páramo desolado.
El confuso aislamiento de Mister Blank, que teme la venganza de sus agentes, sólo es roto de tanto en tanto por algunas visitas y llamadas de teléfono: sus devotas cuidadoras, Anna y Sophia; un ex policía británico que indaga sobre un sueño, al que confiere una especial relevancia, y que le pone al tanto de que hay «mucho resentimiento» contra él; su médico, su abogado...
Mister Blank es, una vez más, un personaje vencido por el tiempo, como los que han venido protagonizando las últimas novelas de Auster: El libro de las ilusiones, La noche del oráculo, Brooklyn follies. En una reciente entrevista con el diario «El País» Auster explicaba que la génesis de Viajes por el scriptorium se encuentra en su imagen inicial: un anciano cabizbajo -tal vez el propio autor en un futuro no muy lejano- sentado al borde de una cama estrecha, con las manos sobre las rodillas y la mirada en el suelo. «Los ancianos son seres muy frágiles», constata Auster, «confundidos, les falla la memoria, no saben dónde están, no entienden bien qué les sucede, están indefensos. Se trata de algo muy común, pero olvidado». La vejez, pues.
Pero, como no podía ser menos en Auster, el anciano es sólo un instrumento para desarrollar una historia de encierro y extravío. El padre de La habitación cerrada o El palacio de la luna ha edificado el conjunto de su obra sobre una galería de seres errantes o recluidos, o ambas cosas. La habitación y el viaje han sido dos de sus escenarios recurrentes. Y Mister Blank será sólo el agente -por emplear un concepto muy presente en Viajes por el scriptorium- de una trama que, girando en torno a la memoria, la identidad y la palabra, arranca de un encierro para convertirse en un intenso periplo autorreferencial por toda la obra de Auster.
Porque las 120 líneas que llevo escritas, sin mentir deliberadamente, son sólo un ejercicio de simulación: un intento de aproximarse al modo de entender esta novela pesadilla que tendría un lector que no conociese ninguna narración de Auster. Si ése es su caso, y si desea preservar su virginidad, puede abandonar aquí la lectura de esta reseña. A condición de que tampoco haya caído en sus manos ninguna de las entrevistas promocionales concedidas por Auster.
En caso contrario, no tendrá mucha dificultad en darse cuenta de que Anna, la cuidadora que irrumpe en la habitación de Mister Blank en la página 24, no es otra que Anna Blume, la protagonista de El país de las últimas cosas. Un personaje, posiblemente el más querido por Auster, que le acompaña desde los 21 años, aunque tardó casi dos décadas en encontrar acomodo en su escritura. Su marido, David Zimmer, al que la propia Anna alude en la página 37, es el protagonista de El libro de las ilusiones.
Sophia, la otra cuidadora, es Sophia Fanshawe, personaje relevante de La habitación cerrada y mujer de Fanshawe, el enigmático escritor loco que decidió desaparecer antes de publicar una sola línea. Fanshawe contempló -¿lo recuerdan?- desde un ostracismo desesperado el éxito de sus obras, dadas a la imprenta por un albacea amigo que, a la postre, acabaría siendo el nuevo marido de Sophie.
El médico, Samuel Farr, también proviene de El país de las últimas cosas. El abogado, Quinn, es el protagonista de la primera novela de Auster, Ciudad de cristal, y resulta ser sobrino de Molly Fitzsimmons, la mujer que se casó con Walt, el niño prodigioso que levitaba en Mr. Vértigo. Incluso las 36 fotos que reposan sobre el escritorio son otras tantas imágenes de personajes de novelas de Auster.
«La idea subyacente es la de un escritor obsesionado por todos los personajes a los que ha dado vida a lo largo de los años», confiesa Auster, quien recientemente ha confesado que tal vez no escriba más novelas. «Crear personajes no es una acción gratuita, es algo que entraña una responsabilidad», sentencia. Lo malo es que, al parecer, la mayoría de sus entes de ficción son presas del resentimiento.
No es el caso de Anna, su bienamada, quien está muy reconocida a Mister Blank: «Sin usted no sería nadie», le confiesa, orientándonos sobre el papel demiúrgico del anciano encerrado. Pero Anna o Sophie son casos aislados. De hecho, alguna de las criaturas comparece en la habitación con una navaja entre sus ropas, por si se presenta la ocasión de cortar por lo sano. Y no es de extrañar, porque varias décadas enviando agentes a dolorosas misiones es la mejor manera de rodearse de entes rencorosos ávidos de venganza.
Vean si no el repertorio de acusaciones que, según le comunica el abogado, Quinn, lanzan sus agentes contra Mister Blank: «Desde indiferencia criminal a acoso sexual. Desde asociación ilícita con propósito de dolo hasta homicidio involuntario. Desde difamación del buen nombre de las personas hasta asesinato en primer grado. ¿Quiere que siga?».
No, Mister Blank no quiere más, aunque se declara inocente. «Lo paradójico», se defiende Auster en la entrevista citada, «es que si el libro que se escribe es bueno, las criaturas imaginarias están destinadas a tener una vida mucho más larga que la de su creador». ¿Ah, sí? Pues tal vez en la paradoja esté el castigo. Que el lector lo descubra. De momento, bástele con saber que en el mazo de documentos que reposa sobre el escritorio de la habitación se encuentra la solución al enigma.

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viernes, marzo 02, 2007

Entrevista a Paul Auster "A lo mejor he llegado al final"

Fuente: El País (http://www.elpais.com/articulo/cultura/mejor/he/llegado/final/elpepucul/20070301elpepicul_1/Tes )

Es uno de los narradores más celebrados. Con 60 años, Auster confiesa que su imaginación da señales de agotamiento. En Viajes por el Scriptorium, que acaba de publicarse en España, reflexiona sobre la vejez y la responsabilidad de crear personajes. Eduardo Lago, director del Instituto Cervantes de Nueva York, conversa con uno de sus vecinos más ilustres.

Acaba de cumplir 60 años, aunque aparenta 10 menos. Tiene barba de varios días y un ligero resfriado que no le impide fumar, uno tras otro, los puritos holandeses a los que es adicto. Habla de su mujer, Siri Husvedt, que se encuentra cuando se realiza esta entrevista en España, para dar una conferencia sobre Goya en el Museo del Prado. Se muestra particularmente orgulloso de que hayan elegido su película The inner life of Martin Frost para abrir el Festival de Nuevos Directores que organiza el MOMA, en el mes de marzo. No está mal para alguien de mi edad, dice divertido el último Príncipe de Asturias de las Letras. Su última novela, Viajes por el Scriptorium (Anagrama), acaba de publicarse en España.

Pregunta. Hace un año, usted y yo nos encontrábamos exactamente aquí, en esta habitación. Yo le pregunté por el libro que iba a escribir después de Brooklyn Follies, y usted habló de la imagen que desencadenó Viajes por el Scriptorium. ¿Qué ha pasado entre entonces y ahora?

Respuesta. Como le dije entonces, todo empezó con la visión de un anciano que está sentado al borde de la cama, con las manos en las rodillas, mirando al suelo. Enseguida me di cuenta de que aquel anciano podía ser yo mismo, dentro de veinte o treinta años, y desde el momento en que se me alojó esa idea en el cerebro me puse a pensar en un libro que, un año después, ha visto la luz. La idea subyacente es la de un escritor obsesionado por todos los personajes a los que ha dado vida a lo largo de los años, en todas las novelas que ha escrito. Crear personajes no es una acción gratuita, es algo que entraña una responsabilidad, y eso es lo que abordo en la novela. ¿Qué significa dar vida a un ente de ficción? Lo paradójico, creo yo, es que, si el libro que se escribe es bueno, las criaturas imaginarias estén destinadas a tener una vida mucho más larga que la de su creador. Hay más. Pese a su brevedad, Viajes en el Scriptorium es una historia bastante complicada. Por una parte, es una pesadilla, pero también se puede leer como una alegoría o parábola política.

P. La novela es un viaje al pasado en varios sentidos. En primer lugar, es una recuperación de la memoria personal, pero también una indagación acerca del pasado histórico de su país. ¿Qué le hizo interesarse por la Confederación y por la suerte que corrieron los nativos amerindios?

R. Al escribir tenía en mente dos momentos históricos distintos. Uno es el presente. Es difícil obviar ciertas acciones del Gobierno americano actual y cómo influyen en los acontecimientos del mundo. Estoy pensando en la práctica llamada actuación extraordinaria, una de las cosas más espantosas que jamás ha hecho mi país, y que consiste en que hay agentes norteamericanos que detienen a sospechosos de terrorismo y los mandan a otros países para que los interroguen y torturen. La situación de mi protagonista es muy parecida, en el sentido de que no tiene la menor idea de dónde está ni por qué se encuentra en esa situación. En cuanto el pasado de mi país... Hablando claro, los Estados Unidos se fundaron sobre presupuestos maravillosos, pero hay manchas negras que ensucian seriamente nuestra historia desde sus orígenes. Hay dos episodios capitales, el exterminio (o intento de exterminio) de los indígenas, y la esclavitud. Esas dos lacras siguen proyectando su sombra sobre el presente.

P. ¿Cómo se le ocurrió poner de protagonista a un anciano que ha perdido la memoria?

R. El otro gran tema del libro es la vejez. La situación que vive mi protagonista la comparte muchísima gente con la que convivimos. Los ancianos son seres muy frágiles. Se los envía al asilo, obviando su fragilidad. Son seres confundidos, les falla la memoria, no saben dónde están, no entienden bien qué les sucede, están indefensos. Se trata de algo muy común, pero olvidado, y yo quise abordar eso en mi historia.

P. Entre los personajes que se le irán apareciendo a mister Blank, el primero, y uno de los más atractivos es Anna Blume, la protagonista de El país de las últimas cosas. Parece que usted siente particular debilidad por ella. ¿Qué representa?

R. Es uno de los primeros personajes que creé. Empecé a escribir su historia cuando yo era muy joven, a los 21 años, sólo que tardé muchísimos años en dar con la manera de escribir El país de las últimas cosas. Anna Blume es el personaje con el que he convivido más tiempo. Me ha acompañado a lo largo de toda mi carrera, y es el que siento más próximo a mí, y lo mismo le ocurre a mister Blank. Anna, a pesar de todo lo que ha sufrido, porque así lo ha decidido la imaginación de su creador, se siente muy próxima a él.

P. ¿Y cómo se le fue apareciendo el resto de los personajes a mister Blank? ¿O debería decir a Paul Auster?

R. Fue un proceso inconsciente. Se me aparecían sin que los llamara. Empecé el libro sin tener ningún plan preestablecido. Ni siquiera tenía la certeza de que lo que estaba haciendo fuera a acabar siendo un libro. Las cosas fueron surgiendo espontáneamente. Estaba probando ideas, pero una cosa llevó a la otra.

P. ¿Se siente satisfecho del resultado?

R. No lo sé. Cuando acabo un libro, nunca me siento demasiado satisfecho. Pero responde a lo que quería hacer, una vez que conseguí entenderlo, para bien o para mal.

P. Algunos críticos han dicho que es un libro muy austeriano: elegantemente escrito, con brillantes juegos metaficticios, pero que en realidad no añade nada nuevo a lo que ya nos había dado Paul Auster.

R. Ha habido división de opiniones, pero eso me ha pasado desde que publiqué mi primer libro. Hay gente que detesta lo que hago y gente a la que le encanta. No hay nada que pueda hacer yo. Tengo que aceptarlo.

P. En un momento de la historia, casi sin venir a cuento, alguien cuenta un chiste. ¿No resulta un tanto gratuito? ¿Por qué se le ocurrió introducir algo así?

R. Bueno, de pronto Blank recuerda una conversación con Fogg, el personaje de El palacio de la luna, que es quien cuenta el chiste. Pero no es una incorporación gratuita. No sé si se ha fijado en que el libro está dedicado al padre de mi esposa. Murió hace tres años, y yo tenía una relación muy estrecha con él. Fue él quien me contó el chiste, y lo incorporé como homenaje a él.

P. ¿Puede hablar un poco de la voz narrativa? Empieza utilizando la primera persona del plural, y hacia el final cambia al singular, ¿por qué lo hace? ¿Se trata de una venganza orquestada por los personajes?

R. Así es. La primera persona del plural es la voz colectiva de todos los personajes que ha creado mister Blank, que se confabulan contra él. Al final descubrimos que hay un personaje en particular que toma la iniciativa, pero no puedo decir por qué, porque entonces estropeo la novela a quien no la ha leído.

P. Usted reserva la aparición de Daniel Quinn, personaje de la Trilogía de Nueva York, para el final. ¿Quiere eso decir que Viajes por el Scriptorium es una suerte de regreso a los orígenes, una especie de recapitulación de toda su obra?

R. Es posible... Reconozco que es una decisión un tanto extraña. La verdad es que cuando terminé Brooklyn Follies no las tenía todas conmigo. Tenía dudas acerca de mi capacidad para escribir otra novela.

P. ¿Por qué? ¿Es que no se encuentra en buena forma su imaginación?

R. La verdad es que no lo sé. En estos momentos muestra signos de agotamiento. He trabajado demasiado últimamente. Escribí el guión de una película que se va a estrenar en marzo. Después de Viajes por el Scriptorium, no he empezado nada nuevo. Ojalá pueda seguir escribiendo. Tengo algunas ideas, pero son muy vagas. Quién sabe, a lo mejor he llegado al final. Quizás no haya más novelas de Paul Auster. No lo sé. Ojalá no sea así, pero en este momento no puedo asegurarle nada.

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lunes, febrero 19, 2007

Estreno de la próxima película de Paul Auster

En una reciente revista para The New York Post se anunciaba que el estreno de The Inner Life of Martin Frost se producirá en el New Director's Film Festival de marzo, apenas unas semanas después de su 60 cumpleaños. El film se basa en una parte de "El libro de las ilusiones" y cuenta con Michael Imperioli de "Los Soprano", David Thewlis y la propia hija de Auster, Sophie.


El propio Auster da la noticia:

"... Hace una semana, recibí la buena noticia de que había sido aceptada para el New Director's Festival de final de marzo. "


¿se le considera aún un nuevo director?

"Si, porque tan sólo es mi segunda película. Está "Lulu on the Bridge", de1998. Y no es un festival para directores primerizos, por lo que soy un director suficientemente nuevo. Pero encuentro conmovedor y divertido que al llegar a los 60 pueda ser considerado nuevo en algo."

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lunes, febrero 05, 2007

Los 60 de Paul Auster

Fuente: El Comercio (Perú)

Sus historias interpretan la vida real y se desdibujan las fronteras entre realidad y una artística puesta en escena. "Trilogía de Nueva York" marca el inicio de su éxito.

El gran narrador estadounidense celebra su cumpleaños 60 con la publicación de su reciente novela 'Tales from the Scryptorium'.

NUEVA YORK [DPA]. Sus historias toman los giros más inesperados, sin soltar al lector. Con tramas impetuosas, un lenguaje claro y una fantasía que irradia melancolía, el escritor estadounidense Paul Auster ha conquistado una gigantesca comunidad internacional de seguidores. Con veinte años cualquiera es un artista --dijo alguna vez--, y con sesenta están solamente aquellos que realmente han sobrevivido. Y ahora lo ha logrado: hoy el gran narrador festejará su sexagésimo cumpleaños.


Paul Auster es un escritor exitoso como en las películas. Y, al igual que en sus historias, también en la vida real se desdibujan las fronteras entre realidad y una artística puesta en escena. Hace más de 25 años convive con su mujer, la también exitosa escritora Siri Hustvedt ("Todo cuanto amé", 2003) en el barrio neoyorquino de Brooklyn, que desde entonces ha evolucionado de una zona de infraestructura deteriorada al distrito de literatos. La hija de ambos, Sophie, de 19 años, descrita como una persona extremadamente bonita", acaba de lanzar un álbum de canciones que ha obtenido críticas sorprendentemente buenas. Y Auster, un intelectual delgado que gusta vestirse de negro y con una insana propensión al tabaco, puede permitirse desde hace tiempo dejarse ver muy raramente.


Pero, al igual que muchos de sus personajes, también el bardo de Brooklyn ha atravesado épocas amargas. Nacido el 3 de febrero de 1947 como hijo de inmigrantes judíos en las cercanías de Nueva York, ya con 16 años quería ser escritor. "Es una existencia singular. No la eliges. De alguna manera eres elegido". Tras estudiar Literatura en medio de agitación política y una estadía de tres años en Francia, buscó su camino en Nueva York como autor. Allí surgieron cuatro libros de poemas, varias obras cortas y un volumen en prosa, pero no dinero. Auster debió mantenerse a flote con una cátedra en la universidad y trabajos de traducción. En 1979 se produjo una debacle en su vida personal. Su padre murió, se rompió su primer matrimonio y no tenía suficiente dinero para su vivienda. Y cuando ya había resuelto escribir solamente para él, llegó la gran bisagra que representó la "Trilogía de Nueva York". Pero esto también fue inicialmente una carrera de obstáculos: 17 editoriales diferentes rechazaron el manuscrito convertido entretanto en libro de culto, hasta que un pequeño editor californiano lo publicó y lo convirtió en 'best seller'. Había llegado la hora de Paul Auster. Las tres historias detectivescas con cabos comunes: "Ciudad de cristal" (1985), "Fantasmas" (1986) y "La habitación cerrada" (1986) contienen exactamente la voz por la que el escritor ganó tanta fama. Sus personajes con fuertes marcas autobiográficas hacen gala de caracteres estrafalarios, quebrados, que se pierden en todo tipo de abismos y rincones oscuros en la búsqueda de sí mismos. Una y otra vez son el azar, la contingencia, lo imprevisto, un giro fantástico, los que determinan sus vidas, ofreciendo motivo para reflexiones filosóficas sobre el arte y la cultura, la vida y la muerte.


Con "El palacio de la luna" (1989), "La música del azar" (1990) y "El libro de las ilusiones" (2002) surgieron otras potentes historias de su pluma. Con "La noche del oráculo" (2004) exteriorizó vivencias con su hijo mayor Daniel, quien fue vinculado indirectamente con un asesinato por drogas.


Entretanto, hubo obras que también hicieron preguntarse a la crítica si Auster no escribía tal vez demasiado. Y pese a su enorme popularidad en Europa, es muchísimo menos conocido en Estados Unidos. Aquí despertaron más atención sus guiones cinematográficos "Smoke" y "Blue in the Face", así como su trabajo de director en "Lulu on the Bridge". "Filmar es para un huraño como yo una fantástica compensación", afirmó.


DECLARACIONES
El imperio ha llegado a su fin
Hamburgo [DPA]. Paul Auster criticó en duros términos el Gobierno de su país en una entrevista con el semanario "Die Zeit" con motivo de su cumpleaños 60. "Estoy convencido de que en las dos últimas elecciones presidenciales hubo fraude", afirma en duros términos Auster en el artículo, del que se dieron a conocer algunos extractos por adelantado. "Es inconcebible que Estados Unidos, que actuó en la Segunda Guerra Mundial de forma inteligente y convincente, fracase ahora de esta manera", añade. "Nunca hubo un gobierno en Estados Unidos que estuviese tan lejos como este del espíritu del país. Somos los testigos del hundimiento de un imperio", asegura el autor.


Con respecto a su trabajo, señaló que el escritor se ve arrastrado por un impulso sin pausa. "Yo al menos siento la presión constante de seguir escribiendo, trabajando. Cada vez que termino algo, temo haber fracasado. De este sentimiento de insatisfacción surge la necesidad de intentarlo de nuevo", asegura.


"Vivo con mis personajes en promedio unos cinco años antes de empezar a escribir. No se los puede abandonar fácilmente".

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martes, enero 30, 2007

Ya está lista su versión en español

EL COMERCIO]. Un hombre mayor vive solo en una habitación casi vacía, lo único que tiene a su disposición es un escritorio con varios papeles y algunas fotografías. A pesar de sus esfuerzos, el hombre, llamado Mr. Blank, no logra entender qué es lo que esos documentos hacen ahí, ni lo que dicen sobre él. Cada cierto tiempo, algunas personas llegan a su austera vivienda, y aunque él no logra recordarlas, todas lo conocen.
Poco a poco vamos descubriendo que Mr. Blank ha hecho cosas terribles. Anne, la mujer que lo vigila, le muestra gratitud, aunque Blank recuerda haberla maltratado en algún momento. Sigmund Graf, un hombre al que envió en una misión que Blank también es incapaz de recordar, acaba de volver de un país habitado por primitivos y es condenado a muerte por las cosas que hizo ahí . ¿Qué es lo que Blank ha hecho? ¿Por qué está viviendo en esa habitación? ¿Logrará recordarlo?
Este es el argumento de la reciente novela de Paul Auster, "Travels in the Scriptorium", que a pesar de haber sido publicada en Estados Unidos hace tan solo una semana, ya tiene preparada su traducción al español. Editorial Anagrama, la encargada de editarla en España y Latinoamérica, anunció su publicación para el 1 de febrero.
Aunque Auster es uno de los autores más leídos y respetados en el mundo entero, el año pasado recibió el prestigioso Premio Príncipe de Asturias de las Letras, los primeros lectores de "Travels in the Scriptorium" no han dudado en calificarla como una obra menor. Según la periodista británica Killian Fox, la novela no supera a los primeros libros de Auster.
En todo caso, gracias a la rápida labor de Editorial Anagrama, no habrá que esperar mucho tiempo para poder leerla y así sacar nuestras propias conclusiones.

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