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sábado, noviembre 17, 2007

El combate de Mailer

JOSEP MARIA Fonalleras
ESCRITOR
Miro una de las últimas entrevistas que concedió Norman Mailer en la televisión. Habla de su última novela, El castillo en el bosque, un relato en boca de un demonio sobre la infancia de Hitler, algo que va a escandalizar a propios y extraños: "Se van a quedar lívidos". Lo dice con mirada altiva y con esas enormes orejas que en su vejez destacan más. Con aire provocador, como lo fue toda su vida, llena de trifulcas con escritores (como la famosa pelea con Gore Vidal) y de navajazos. La imagen de Mailer es, para unos, irritante; para otros, tierna. Paul Auster está entre los segundos. Woody Allen, entre los primeros. En El Dormilón, el protagonista dice a un científico: "Este es un retrato de Norman Mailer. Legó su ego a la Facultad de Medicina de Harvard". El gran y sarcástico David Foster Wallace le clasifica, junto a Updike y Roth, entre los Grandes Narcisistas Masculinos.


Todo tiene su explicación. Mailer irrumpió muy joven en el panorama literario estadounidense con Los desnudos y los muertos, su novela sobre la II Guerra Mundial en el Pacífico, y fue labrando una trayectoria de escritor como quien construye el edificio de alguien a quien la sociedad tiene en cuenta. Él mismo reconocía hace poco que estamos en un mundo en el que la literatura ya no es lo que era. Mientras tanto, a lo largo de su vida, obsesionado por escribir la "gran novela americana", se planteó la literatura con ambición sin límites: "Escribir una novela es, en cierta medida, como una escalada. Si eres ambicioso, intentas retos que están más allá de tus fuerzas".
En el camino, fue espectador (y actor) de los acontecimientos que marcaron el siglo XX. El nuevo periodismo bebe de Mailer y, por supuesto, de La canción del verdugo (con ese enorme asesino llamado Gary Gilmore) y de Los ejércitos de la noche, y también de la famosa crónica de la convención demócrata de 1960, en tiempos de Kennedy.
Para Harold Bloom, estaba en el Olimpo de los escritores americanos vivos, junto a Pynchon, DeLillo y Cormac McCarthy. Ahora nos deja, en legado, ese castillo hitleriano a punto de publicarse en España.

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martes, julio 17, 2007

Novelistas con alma de cine

Paul Auster, Pérez-Reverte y David Trueba

A caballo entre la pluma y el fotograma hay toda una raza de literatos-cineastas que no sólo escriben guiones y adaptan sus textos al celuloide, sino que se atreven a filmarlos.
Los repasamos.Son novelistas de prestigio, pero, a veces, cuando se cansan de juntar letras para contar historias, cambian el escritorio por un plató. Paul Auster, John Irving, Michael Houllebecq, Eric-Emmanuel Schmitt y Ray Loriga son ejemplos que repasamos.
Paul Auster, el creador de libros tan sobresalientes como Leviatán o El palacio de la Luna, en septiembre presentará en el Festival de San Sebastián su segundo trabajo como director: La vida interior de Martin Frost, en el que ha contado con su hija, Sophie Auster, Michael Imperioli e Irène Jacob. Por supuesto, el guión lo firma él.

Auster espera conseguir mejor aceptación de la que tuvo en 1988 su primer largo: Lulu on the Bridge. Quizá entonces andaba algo verde, a pesar de que había tomado nota de los consejos que le dio W. Wang mientras rodaban Blue in the Face (1995).

De Houllebecq a Loriga

El francés Michael Houllebecq debuta en la dirección con la adaptación de La posibilidad de una isla, cuyo rodaje acaba de finalizar en España, con uno de los actores más carismáticos del cine galo: Benoît Magimel.

El inesperado éxito de la adaptación de El Sr. Ibrahim y las flores del Corán parece haber animado a su autor, Eric-Emmanuel Schmitt, a adaptar y dirigir su Odette, una comedia sobre la felicidad, con Catherine Frot y J. Weber.

Dentro de nuestras fronteras, Ray Loriga es quizá el caso más emblemático. Escribió con Almodóvar Carne Trémula y trasladó al cine el crimen de Puerto Urraco en El séptimo día, de Carlos Saura.

En 1997 adaptó su novela Caídos del cielo, estrenada como La pistola de mi hermano. Ha tardado diez años en rodar su segundo largo, Teresa, el cuerpo de Cristo, y se apuntó un tanto al convertir a Paz Vega en la famosa santa abulense.

El oscarizado John Irving

John Irving es un experimentado guionista y un espléndido narrador. El mundo según Garp, Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra o El hotel New Hampshire se convirtieron en largos de culto filmados por George Roy Hill, Lasse Hallström y Tony Richardson. Incluso ganó un Oscar por el guión de Príncipes de Maine, rebautizado en el cine como Las normas de la casa de la sidra. Estos días, Irving finaliza el rodaje en Alicante de El jardín del Edén, basada en la novela homónima de Hemingway.

Y también...

Arturo Pérez-Reverte. A partir de su saga literaria elaboró el guión de Alatriste, que dirigiría Agustín Díaz Yanes.

Raymond Chandler. Más allá de su genio como novelista firmó los guiones de Perdición o La Dalia azul.

Michael Crichton. Autor de best sellers como Acoso, dirigió Contra toda ley.

David Trueba. Ha escrito y filmado, entre otras, La buena vida y Soldados de Salamina, y los guiones de Perdita Durango y Balseros.

David Mamet. Siempre entre el cine y la literatura, trabaja en Redbelt, escrita y dirigida por él mismo.

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