Philip K. Dick

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jueves, abril 19, 2007

Quién es Philip K. Dick

Granada Hoy - JOSÉ ABAD 12.04.07

Hay algo enigmático y terrible (y fascinante) en la figura de Philip K. Dick, uno de esos individuos de sangre encendida que acaban siendo un serio inconveniente para sí mismos; casi un enemigo. La vida no le puso las cosas fáciles; no obstante, mientras la adversidad templa ciertos corazones y los convierte en escudos, del suyo hizo una bomba de relojería que reventó cuando menos nadie lo esperaba. Dick nació en 1928, suele añadirse que "de un parto prematuro" como si éste fuera un primer síntoma aciago a tener en cuenta. Lo que acabó marcándolo entonces fue la muerte por desnutrición de su hermana gemela, Jane, a las pocas semanas de nacer. El futuro escritor se obsesionaría con este hecho hasta el punto de convertirlo en una especie de unción: ¿Jane murió para que él viviera? ¿Por qué?

Sus padres se divorciaron cuando tenía cuatro años y él quedó a cargo de una madre que, para rematar la faena, lo convirtió en cobaya propicio para toda suerte de fármacos milagrosos. Luego, Dick sumaría su granito de arena al alud coqueteando con todos los alucinógenos que estuvieron de moda en las décadas siguientes, desde el LSD hasta las anfetaminas. Se sabe que padecía repulsión a los espacios abiertos (agorafobia) y manías persecutorias de grueso calibre: durante un tiempo se creyó vigilado por el FBI, aunque esto quizás fuera verdad; después por el KGB y, avanzando los años, por entes inefables instalados en algún palco del cerebro para aplaudir el espectáculo de una paranoia que él supo convertir en material narrativo de primer orden. La palabra clave en la obra de Dick es "sospecha". En sus tramas, entretejidas con pasión y atropellamiento, sus protagonistas siguen escaleras abajo la madeja desbaratada de la lucidez y descubren indicios de que la "realidad" pudiera ser un simulacro, y la "memoria" un injerto artificial en el cerebro, y lo que llaman "yo" un rostro asomado al espejo en el que no se reconocen.

En 1951, nuestro autor tomó una decisión temeraria donde las haya, dedicarse por entero a esto de la escritura. La labor de meritoriaje lo tuvo varios años midiendo sus fuerzas con el relato corto, en donde fue definiendo un mundo personal y extremo, más atento a las sugerencias del contenido que a las exigencias de la forma: Si Nietzsche decía filosofar con el martillo, Dick parecía escribir con un taladro. El destino de estos cuentos era, por supuesto, el maremagno de los pulps de fantasía y ciencia ficción, que tanta mítica y mística han generado después. Dick escribió más de un centenar de cuentos, luego recogidos en cinco volúmenes. En España, la editorial Minotauro está lanzando estos Cuentos completos a razón de un volumen por año: hace poco apareció el tercero, con 23 relatos pertenecientes al período 1953-1954. El paso a la novela lo dio con Lotería solar (1955). En los veintisiete años siguientes, hasta su muerte, publicaría un total de treinta y seis novelas en un periplo profesional que alternaba temporadas de frenesí creativo con parones se diría inexplicables, aunque explicados por su dependencia de las drogas.

En 1962 consiguió el premio Hugo gracias a El hombre en el castillo, una sugerente ucronía sobre el mundo resultante en el caso de que Alemania y sus aliados hubieran ganado la II Guerra Mundial. A este período pertenecen sus obras más reputadas: Los clanes de luna Alfana (1963), sobre un psiquiátrico interespacial abandonado a su suerte en donde los enfermos se organizan por grupos según su patología a la manera del sistema de castas hindú, Los tres estigmas de Palmer Endricht (1964), que inquietó tanto al beatle John Lennon como para barajar la posibilidad de llevarla al cine, o ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), que sería finalmente el primer texto suyo adaptado a la gran pantalla. Yo destacaría asimismo la más tardía Una mirada a la oscuridad (1977), un descenso a los infiernos de la adicción y del tráfico de drogas en donde pudo descargar toda la experiencia acumulada en este campo.

Una historia como la de Dick -era su sino- debía acabar mal en el momento en que empezara a ir bien. A principios de los 80 su carrera estaba encaminada: Dick era un referente inexcusable en el ámbito de la ciencia ficción. Seguramente no quepa decir otro tanto de su salud mental -en aquellos años, juraba hablar con el apóstol San Pablo y despropósitos similares-, pero lo importante es que se había aceptado a sí mismo y, en definitiva, tener una pajarera en la cabeza no es condición sine qua non se pueda ser feliz. Fue el corazón quien dijo basta. Murió de un infarto el 2 de marzo de 1982. Su fama, desde entonces, no ha hecho más que crecer.

Con motivo del vigésimo quinto aniversario de su muerte, Minotauro ha puesto en la calle una selección de sus mejores títulos; además de los citados se incluyen: Nuestros amigos de Frolik 8, La penúltima verdad, Valis? Si Friedrich Nietzsche viviera hoy y leyera ciencia ficción, como mínimo, habría echado una ojeada a un tipo como Dick.

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Con motivo del vigésimo quinto aniversario de la muerte de Philip K. Dick, Minotauro ha puesto en la calle una selección de sus mejores títulos, entre ellos "Valis" o "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?"

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