Philip K. Dick

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lunes, mayo 14, 2007

ENTREVISTA A RAFAEL REIG

Mostramos una entrevista reciente realizada a Rafael Reig, autor de una de las más recientes novelas postmodernas que abordan el género de la ciencia ficción: "Sangre a Borbotones".

?Para pensar hay que arriesgarse a no tener razón, a mear fuera del tiesto?
ALBERTO GARCÍA-TERESA

DIAGONAL: La mezcla entre diferentes subgéneros (especialmente los populares, como la ciencia ficción, el western, el folletín, el policíaco, el cómic) o géneros (ensayo, estudio literario y ficción histórica en Manual de literatura para caníbales) es una de tus señas de identidad. ¿Qué pretendes con ello?

RAFAEL REIG: Creo que subraya la idea de que toda escritura es una lectura de la tradición literaria. La literatura sucede en varios planos, en relación con la vida, pero también en relación con la historia de la literatura. La recombinación genética del ADN de distintos géneros es un procedimiento clásico de la literatura, desde Cervantes, que utiliza en su Quijote todo lo que entonces se encuentra disponible: novela picaresca, novela de caballerías, novela pastoril, etc.

D.: Dentro de este paradigma posmoderno, que clama el fin de todo (de las ideologías, la historia, el arte), ¿el único espacio que le queda a la originalidad es la reformulación, la reelaboración?

R.R.: Yo no me considero posmoderno. Si acaso, marxista con las intermitencias anarquizantes características del pequeño-burgués señorito madrileño que soy. Como decía Althusser: ?La ideología no tiene exterior?. Pensamos en la ideología, desde ella, por eso nos cuesta verla. Es como cuando a uno le dices que tiene las gafas sucias: él no se da cuenta, porque ve a través de esas gafas. Proclamar el fin de la ideología es una de las posiciones más ideológicas que se me ocurren. Y de las más reaccionarias. En cuanto a la originalidad, creo que el problema es que la originalidad es, en realidad, inevitable. No pienso que haya que buscarla de forma deliberada. Como diría, a lo mejor, Tolstoi, todas las novelas buenas se parecen; en cambio, cada novela mala ha pretendido ser original.

D.: En Manual de literatura para caníbales realizas una revisión muy crítica de la historia de la literatura más canónica. Incides en la desmitificación y en remarcar las carencias y defectos de cada escritor canónico. ¿Crees que es necesaria aún esa tarea?

R.R.: Indispensable. Creo que cada generación de escritores debe ofrecer su propia lectura de la tradición literaria. Como decíamos antes: escribir es una forma (algo más atenta) de leer. Hay, como dices, desmitificación, pero también hay pasión por la literatura y ciertos autores. En mi caso, mi pensamiento es adversativo: las ideas se me ocurren (cuando sucede esto, no muy a menudo) en contra de algo.

D.: También resaltaría el concepto de ?capital simbólico? ligado a la literatura que utilizas.

R.R.: Bueno, recientemente Beckham le ha regalado a su señora un consolador de oro y diamantes que le ha costado un millón y medio de euros. No entro ni salgo en la oportunidad de regalarle a tu chica consoladores: allá ellos y él sabrá. El hecho ha sido calificado de hortera. En cambio, cuando se gastan los aristócratas la pasta en regalarle a su señora una sortija, es un regalo exquisito. A mí me toca las narices el buen gusto, que es la última arma de los poderosos para mantener a distancia a los demás. El ?capital simbólico?, concepto desarrollado por Bourdieu, tiene relación con esto: enjuicia el gusto, que se supone que es lo más personal, desde un punto de vista sociológico. Creo que es un análisis muy pertinente al hablar de literatura. ¿Quién decide que Javier Marías es bueno y tiene calidad? ¿Por qué? ¿Por qué Philip K. Dick era una basura y ahora es un gran autor? ¿Qué significa esto, quién tiene el poder, para qué lo usa?

D.: El experimento de Las hazañas del Capitán Carpeto me resultó muy valiente, además de una manera de reivindicar el aparato literario de la prensa del XIX y de principios del XX. ¿Qué papel juega la prensa hoy en día? ¿Tiene aún alguna relevancia cultural?

R.R.: Sí, por desgracia tiene mucha relevancia. Sin embargo, está perdiendo parte de su hegemonía gracias a internet (mientras dure sin censura). A mí la prensa actual me parece mucho menos libre y mucho más aburrida que la del XIX y principios del XX. Las barbaridades que escribían entonces los periódicos hoy en día se considerarían de mal gusto. Vivimos tristes tiempos de unanimidad y la gente ya sólo dice lo obvio: que la guerra es mala, que los puñetazos duelen, que cuando llueve te mojas. Eso no es pensamiento. Para pensar hay que arriesgarse a no tener razón, a mear fuera del tiesto. La prensa, que ya sólo pueden editar los grandes grupos, se ha vuelto atildada, interesada, fastidiosa, demasiado sensata y obvia.

D.: ¿Qué función tienen las editoriales independientes?

R.R.: Son muy importantes, como, supongo, las discográficas independientes. Los grandes grupos no apuestan, no arriesgan, no se atreven a nada, están más pendientes de su cuenta de resultados. Responden también a ese gusto unánime y homogéneo del que te hablaba antes, lo que todos entienden por literatura, no se atreven a publicar más que lo obvio. Las independientes son las que descubren lo que no es obvio, aunque a veces meen fuera del tiesto. El problema es, claro está, que luego llega el gran grupo con la chequera y se lleva al autor, en cuanto tiene algo de resonancia.

D.: Siempre me ha llamado la atención el tema de tu tesis doctoral: la prostituta en la literatura del siglo XIX.

R.R: Su imagen oscila entre dos paradigmas: la cortesana romántica (La dama de las Camelias), que se sacrifica por el orden familiar y burgués (y muere entre toses), por un lado; por otro, la ramera naturalista, la Naná de Zola, que contagia la sífilis y destruye la sociedad. ¿Qué ha pasado entre una y otra, por qué cambia el modelo de representación de la prostituta? Ésa era la pregunta central de mi tesis. La respuesta... el movimiento obrero, claro, entre otros.


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EL HUMOR COMO SUBVERSIÓN

D.: Tus obras me han parecido, ante todo, un despliegue de ingenio, de mala leche y de sanísimo sentido del humor irreverente. ¿Es el humor subversivo?

R.R.: Estoy convencido de que el humor es lo único subversivo. Es una guerrilla. Es como los cínicos. Frente al pensamiento totalitario, sistemático, organizado, los cínicos contestaban con un chiste. Como una cuña metida en el eje, ese chiste desbarataba todo. El hombre es un bípedo implume, diría Platón. Un cínico se limitaría a sacar una gallina desplumada y decir: pues aquí está el hombre. El humor es como meter un palo entre los radios de la rueda: echas por tierra la máquina apisonadora, la bicicleta del sistema.


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GENERACIONES LITERARIAS BAJO SOSPECHA

D.: Eres especialmente virulento con los grupos literarios y los grupúsculos culturales. Destaco cómo plasmas la planificación y construcción del ?artefacto generacional del 27?.

R.R.: Esa visión está en deuda, como reconozco en el libro, con la gran novela de Antonio Orejudo Fabulosas narraciones por historias. Creo que el concepto generación es, en sí mismo, ideológico y sospechoso. En mi opinión surge del idealismo, por eso le encantó a Ortega y Gasset. En lugar de hablar de clases sociales, hablemos de generaciones. En lugar de economía, hablemos del espíritu de una generación. En lugar de relaciones de producción, hablemos de caudillos generacionales. Etcétera. El concepto de generación literaria no es menos sospechoso. Corresponde a la pedagogía de la literatura, no a la literatura. Se sostiene en la discutible idea del ?progreso? en literatura. Quizá la literatura es simultánea y somos, cuando leemos y escribimos, contemporáneos de Horacio y de Cervantes.

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