Philip K. Dick

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jueves, septiembre 11, 2008

Nocturama, la humanidad del replicante

JESÚS MORILLO - abc sevilla
La literatura y después el cine han estado fascinadas, sobre todo, desde la revolución industrial con la figura del humanoide, es decir, con la relación entre los humanos y este ser creado por el hombre a su imagen y semejanza. Muchos escritores, como Villiers de L´Isle-Adam y su «Eva Futura», han abordado este tema, aunque pocos lo hicieron con la profundidad de Philip K. Dick en su «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?», que sirvió de inspiración a la clásica «Blade Runner».
En esa película, el replicante Roy terminaba revelándose como una figura tan humana como su perseguidor y desde luego mucho más compleja que un simple androide programado como esclavo. Esa complejidad del personaje es la que sirve de «leiv motiv» a «La balada del replicante», un espectáculo, con «spoken word» y canciones, creado por dos músicos reconocidos de la escena sevillana, Diego Fuentes, es decir, Dogo, y Charlie Cepeda, junto a la artista plástica Ro Sánchez y en colaboración con los también músicos José Luis Suero y Álvaro Gandul.
A Dogo, que fue líder de Los Mercenarios, uno de los grupos míticos de los 80 en Sevilla, le interesa, precisamente, el lado humano del replicante, alguien que, como el protagonista de «Blade Runner», «tiene que hacer un mogollón de kilómetros para terminar haciéndose las mismas preguntas que un humano».
Por ello, el espectáculo está dividido en tres partes, una suerte de ciclo vital integrado por «Viaje», «Amor» y «Muerte». En cada núcleo temático, los recitados van seguidos de nuevas composiciones y canciones clásicas del repertorio Mercenario, sobre todo medios tiempos y baladas, pero interpretadas con arreglos diferentes. «Hay más canciones que «spoken word», ya que al ser al aire libre y en veranito, pega más», afirma el cantante. La colaboración con Charlie Cepeda, guitarrista que ha colaborado con Kiko Veneno y John Cale, entre otros, ha sido fundamental, «somos colegas desde hace mucho tiempo», afirma, así como los arreglos creados con el resto de los músicos.
Las canciones y recitados estarán enmarcados por las retroproyecciones de Ro Sánchez, creadas, según Dogo, con elementos tan dispares como «tinta, arena, cuadraditos de cristal, vino... Ella hace su intervención en las partes que le parecen más intensas».
Con «La balada del replicante», el cantante se interna un paso más en el terreno del «spoken word», tras incursiones anteriores como «Amor bajo cero», dedicado a su amigo y músico ya fallecido El Ángel, para el Festival Palabra y Música del Lope de Vega, y el espectáculo que creó, también junto a Charlie Cepeda, para la inauguración de Proyecto Lunar.
«El formato del «spoken word» es muy flexible, ya que te puedes ceñir más al texto que a la música o montar un show que te cagas», concluye Dogo.

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domingo, julio 01, 2007

¿Dónde está el sexto replicante?

El 25 de junio 'Blade Runner' de Ridley Scott cumple un cuarto de siglo

Mauricio Montiel Figueiras (extraído de diario Reforma, México)


Ciudad de México (17 junio 2007).- En julio de 2000, dieciocho años después de que Blade Runner se estrenara en mil 290 salas de Estados Unidos ante la miopía generalizada de la crítica, Ridley Scott declaró que Rick Deckard era en efecto un replicante.

Acuñado por los guionistas Hampton Fancher y David Peoples, este término es un feliz relevo de "androide", la palabra utilizada en la novela que inspiró la película de un modo tan libre que Scott llegó a confesar que nunca la había leído. (El azar y sus cálculos caprichosos: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, se publicó en 1968, pero se ubica en 1992, el año en que se lanzaría el director's cut de Blade Runner que prescinde, ya se sabe, de la molesta narración en off endilgada por los productores en la versión de 1982, que vio la luz a unos meses de la muerte de Dick. El filme se ubica en 2019 y no en 2020, el año pensado originalmente, para proponer desde el inicio una óptica imperfecta del futuro).


La polémica no se hizo esperar: Harrison Ford, que reemplazó a Dustin Hoffman en el papel protagónico, ¿alguien imagina a Tootsie con un impermeable chandleriano?, saltó al ruedo para decir que Scott y él habían acordado que Deckard no era en definitiva un replicante.

El meollo del asunto está en el conteo que tantas confusiones y teorías ha generado desde hace un cuarto de siglo y que algunos, aun M. Emmet Walsh, que encarna al jefe de policía Bryant, justo el responsable del conteo, atribuyen a una inexplicable incongruencia de Scott, que durante el rodaje fue más que congruente con el modelo del director vuelto tirano.

Un tirano que llevaba a todos lados una foto de Nighthawks, el célebre cuadro de Edward Hopper, para mostrar qué tipo de atmósfera quería obtener.

Pero recordemos el relato que Deckard oye de labios de Bryant. Dos semanas atrás, seis replicantes de la generación Nexus 6, tres varones, tres mujeres, huyeron de las colonias del espacio exterior rumbo a la Tierra al cabo de un sangriento motín. Uno de ellos, suponemos que es hombre, murió en un campo eléctrico, y los otros siguen sueltos. Pero en el registro de Bryant sólo aparecen cuatro portapieles con sus fechas de "nacimiento": el líder Roy Batty (Rutger Hauer), 8 de enero de 2016, lo que significa que es Capricornio; Pris (Daryl Hannah), 14 de febrero de 2016, Acuario; Zhora (Joanna Cassidy), 12 de junio de 2016, Géminis; Leon Kowalski (Brion James), 10 de abril de 2017, Aries. Leon es el único que pudo entrar en la Corporación Tyrell antes de ser detectado gracias a la prueba Voight-Kampff por un policía que comparte con Deckard la misma ocupación o condena: blade runner. (El término, aplicado a quienes se dedican al tráfico ilegal de instrumentos quirúrgicos, proviene de la novela homónima de Alan Nourse en que se basa un libreto del escritor William Burroughs que jamás se filmó).

Así pues, ¿dónde está el sexto replicante?
Hay fuentes que afirman que el guión incluía en sus primeros drafts a una portapiel extra: Mary, que al igual que Pris era eliminada por Deckard en el apartamento de J.F. Sebastian (William Sanderson), el diseñador genético que sufre el síndrome de Matusalén a sus 25 años, la edad que esta película imperecedera cumple el 25 de junio de 2007, y que vive en el edificio Bradbury, frente al que se hallan el teatro Million Dollar (donde se presentan Los Mimilocos-Mazacote y Orquesta) y la librería México (Libros-diarios-revistas en español); pero, mala suerte, Mary acabó perdiéndose en el tiempo como una lágrima en la lluvia ácida. Hay quienes dicen que la faltante en el conteo es Rachael (Sean Young), pero queda claro que esta maravilla tecnológica está a las órdenes de Eldon Tyrell (Joe Turkel), el padre ajedrecista que termina siendo asesinado por Roy Batty, el hijo pródigo que parafrasea a William Blake e improvisa una de las mejores despedidas de la historia del cine ("He visto cosas que ustedes no creerían. He visto naves en llamas sobre el hombro de Orión. He visto brillar rayos C en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhuser...").

Los más, sin embargo, asumen como suya la declaración de Ridley Scott y aseguran que el ausente no es sino el casi omnipresente Deckard: el solitario que vive en el piso 97 de un bloque de 4 mil departamentos vacíos, el cruzado futurista que se solaza tocando el piano y estudiando una colección de fotografías antiguas que podrían activar memorias implantadas.

Las pistas están ahí: el hecho de no haberse sometido nunca a la prueba Voight-Kampff, el brillo rojo que despunta en su mirada y remite a Rachael o al búho mecánico de Tyrell, el unicornio soñado que se convierte en origami real.

La cuestión es que Deckard trabaja desde hace varios años para el cuerpo de policía: puede ser un replicante, un mercenario que traiciona a los de su propio género, pero de ninguna forma es el que omite Bryant.

¿Y entonces?

Quizá la respuesta esté en otra pregunta: ¿de quién es el ojo azul que nos da la bienvenida al Los Ángeles infernal de 2019?

Quizá, bajo el cielo salpicado de pantallas en las que una japonesa hace gala de su ubicuidad orwelliana (Big Geisha is watching you), deambula el dueño o la dueña de ese ojo, una figura que se mantiene al margen del relato porque ha descubierto lo que los otros, sus semejantes, anhelan: el grial auténtico. Es el sexto replicante que, al igual que el filme donde aparece sólo como misteriosa alusión, ha encontrado la fórmula de la inmortalidad.

Escritor y periodista

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