Como todos los años, 2022 traerá también consigo el calendario de aniversarios y celebraciones de acontecimientos históricos para asaltar nuestra memoria colectiva. Adelantándonos un poco a los hechos, hemos seleccionado doce fechas de la abultada lista, protagonizadas por autores de renombre, para que cada mes sepas qué toca conmemorar.

Comenzamos con el 15 de enero, día en el que se cumplen 400 años del nacimiento de Molière.
Jean-Baptiste Poquelin, que así se llamaba, nació en el seno de una familia rica de tapiceros parisinos, se codeó con la corte de Versalles, fundó junto a Madeleine Béjart L’Illustre Théâtre y, ante todo, se convirtió en el padre de la Comédie-Française. Con un gran talento para la ambigüedad, los apartes, el diálogo de sordos y el elogio irónico, el gran dramaturgo fue despiadado en la crítica a las costumbres y caracteres de la sociedad francesa de su época, a la que no dejó de retratar en sus más de veinte obras teatrales. Murió vestido de amarillo sobre el escenario durante el ensayo de su última comedia-ballet tras sufrir un ataque de tos. Es por eso que desde entonces el amarillo se identifica con la mala suerte en el mundo del teatro.

En febrero Francia cederá paso a Inglaterra, ya que el día 7 se cumplirán 210 años del nacimiento de Charles Dickens.
El autor de uno de los grandes comienzos de la literatura universal («Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos…») ascendió desde la fábrica de betún en la que entró a trabajar con 12 años para remediar las deudas de su padre encarcelado, a convertirse en uno de los escritores más valorados de la época victoriana, incluyendo entre sus admiradores a la misma reina de Inglaterra. Además de firmar obras maestras imperecederas (Historia de dos ciudades es una de las obras que más se sigue vendiendo en el mundo), tuvo la suerte de disfrutar de reconocimiento y ser testigo de la enorme popularidad que alcanzaron algunas de sus obras durante su vida. Tal vez por eso fue el primer escritor en exigir derechos de autor.

El 16 de marzo celebraremos, sin necesidad de traducción, el 130 aniversario del nacimiento de César Vallejo.
Llegó a este mundo con diez hermanos mayores. Es por eso que en casa le apodaron El Shulca, que significa último en quechua. Y aunque esperaban que el terminante se decantara por ser cura, las letras le sedujeron hasta convertirse en uno de los grandes autores de la literatura peruana, hispanoamericana y universal. Fue periodista, traductor y profesor. Probó con la narrativa, el ensayo y el teatro, pero siempre tuvo un don especial para la poesía. Murió en París, tal y como pronosticó en sus versos, aunque no era jueves, ni tampoco otoño.

El 16 de abril Japón nos anunciará el 50 aniversario del fallecimiento de su Premio Nobel Yasunari Kawabata.
La Academia Sueca alabó su «pericia narrativa, capaz de expresar la idiosincrasia japonesa con enorme sensibilidad», proclamándole así el primer escritor japonés, y el segundo asiático, en obtener el Nobel. Con un exquisito gusto por el lirismo y el simbolismo, su obra es una bellísima muestra de lo que en Japón se conoce como el Shinkankakuha, un reducidísimo grupo literario nipón al que perteneció y que fomentó la exploración de nuevas impresiones y percepciones. La muerte, cercana a él desde que a los tres años perdió a sus padres, fue la otra gran protagonista de su vida. Tras el suicidio de Yukio Mishima, se sumió en una depresión que le llevó a imitar el destino de su discípulo y amante.

El 15 de mayo recordaremos que hace 10 años nos tuvimos que despedir de Carlos Fuentes.
Nacido en Panamá y de padres mexicanos, aunque casi de casa. Pues aquí le concedimos el Premio Cervantes, el Príncipe de Asturias de las Letras, y además lo nombramos Caballero Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica. Es uno de los nombres potentes del boom, y su pasión por el realismo le llevó a convertirse en uno de los grandes cronistas del México del siglo XX, a pesar de que siempre estuvo marchándose de él. Sentía tanto amor por las letras como por el cine y siempre nos miró con buenos ojos. La resistencia española le debe que abriera las puertas de la embajada de México en Francia a nuestros exiliados. Por eso es casi de casa.

El 28 de junio alguien te comentará que se cumplen 310 años del nacimiento de Jean-Jacques Rousseau.
El padre del contrato social, el pensador que defendió que el hombre era bueno por naturaleza, que es la sociedad la que fuerza al mal, que defendió la educación de los niños según su naturaleza para que pudieran vivir libres y felices en un mundo que no estaba diseñado ni para la libertad ni para la felicidad, saludó al mundo por primera vez hace más de 300 años. Y sin embargo, todo sigue sonando a la misma melodía. En estos tiempos en los que parece que la Democracia está virando en su semántica, el calendario nos da la excusa para la revisión de una obra fuera del horario de clase.

El 6 de julio las letras norteamericanas estarán de luto por el 60 aniversario de la muerte de William Faulkner.
En Yoknapatawpha amanecerán todas las banderas a media asta en recuerdo del escritor que dio vida a sus habitantes. Sin ser académico ni intelectual, se metió al mundo de las letras en el bolsillo por sus envidiables cinco sentidos a la hora de percibir, para después manifestar sobre el papel, la esencia más auténtica del sur de Estados Unidos, tierra de la que nunca se mudó y de la que se consideraba digno heredero. Quiso ser escritor como su bisabuelo, y sublimó esa inspiración convirtiendo a su antepasado en un personaje de ficción, el coronel John Sartoris.

Un mes después, el 9 de agosto, nos daremos cuenta de que también hace 60 años que murió Herman Hesse.
Se fugó del seminario en el que estudiaba teología, se hizo aprendiz de relojero, después librero y, tras alcanzar el éxito en el mundo de las letras, se marchó a orillas del lago para dedicar todo su tiempo a la literatura. Como el escritor que no puede huir de sus temas, abordó la autorrealización y la espiritualidad en todos sus escritos, ganándose así el apodo de autor de la crisis. Dicen que su nivel de autoexigencia era tremendamente exagerado, que convertía la corrección de sus obras en un doloroso autoanálisis y que pasó gran parte de su vida buscando su propia identidad. O quizás huyendo.

El 29 de septiembre se cumplirán 120 años de la muerte de Émile Zola.
«Si no puedo abrumar con mi calidad, abrumaré con mi cantidad». Y a ello se puso, llegando a firmar casi una obra por año, pero lo curioso es que la cantidad no fue nunca lo importante. Fue la calidad lo que hizo que numerosos autores pusieran los ojos en su manera de abordar la escritura. Planteaba la narrativa como un experimento sociológico, como una manera de ahondar en las leyes naturales que rigen la conducto humana, como un artefacto en el que sobraban las postulaciones del Realismo. Naturalismo, lo llamaron. Y a aquella corriente se unieron autores de todo el mundo, en busca de plagar sus escritos con descripciones explícitas y realidades objetivas. ¿Cómo olvidarse de este impulsor?

El 21 de octubre podrías celebrar que hace 250 años nació Samuel Taylor Coleridge.
Íntimo amigo de Wordsworth, este chico que recibió una estricta educación en un internado londinense, acabó teniendo un venturoso golpe de genio bajo los efectos del opio que germinó en una obra poética fundamental del Romanticismo, regada de exóticas imágenes y versos vibrantes. Sí, estamos hablando del Kubla Khan. Dijo ser consumidor para aliviar los ataques de reuma, aunque hay quienes afirman que, entre la enfermedad y la obra llegaron a pasar hasta siete años. Thomas de Quincey, otro autor que sabía de lo que hablaba, dijo observar en él «una simple perplejidad y una dificultad evidente para hallar su posición entre las realidades del día». Realidad o ficción, o realidad y ficción, lo cierto es que siempre nos quedará su exquisita obra como testimonio de sus exploraciones.

El 11 de noviembre aplaudiremos en el centenario del nacimiento de Kurt Vonnegut.
Aunque americano, su memoria siempre estará unida a la ciudad de Dresde. Tuvo genio para convertir el horror en humor, la cruda realidad en literatura de calidad. Siempre con su toque de fantasía, de ciencia ficción, de sátira social, supo, libro tras libro, abordar todo tipo de cuestiones políticas y religiosas de una manera sutil y, en la mayoría de los casos, divertida. Miles de manera hay de huir de lo que nos duele o indigna, y Vonnegut encontró la suya, y a ella se entregó con tesón. Un monstruo de la contracultura que nos dejó multitud de advertencias.

El 28 de diciembre alguien te recordará que hace 100 años que el mundo nos regaló a Stan Lee.
Puede que sea Spiderman, o Hulk, o Iron Man, o Daredevil, o Doctor Strange… Porque todos salieron de su cabeza. Lee tiene gran parte de culpa de que nos creyéramos más adultos. Tenía su fórmula y su estilo, tan fiel a él que a punto estuvo de dejar la industria del cómic porque le pidieron que utilizara un lenguaje más sencillo en sus historias, para que pudieran entenderlas los niños. Gracias a su narrativa, los superhéroes se volvieron complejos, con problemas de ego y asuntos personales que resolver. Gracias a él, podemos ser adultos y seguir leyendo como los niños que fuimos.