Desde el año 2016, la Biblioteca Nacional junto a otras asociaciones fija el lunes más próximo al 15 de octubre (aniversario de la muerte de santa Teresa de Jesús) para celebrar el Día de las Escritoras, con la intención de recuperar su legado y poner en valor su papel fundamental en la historia de la literatura. Este año ha caído en el 19 de octubre, y aprovechamos la excusa para presentaros a 19 escritoras inolvidables. Y poquísimas nos parecen, por lo que pedimos disculpas por todas las que dejamos fuera.

1. Santa Teresa de Jesús

No podemos empezar esta lista de otra manera que no sea con una de las inspiradoras del Día de las Escritoras, la santa de Ávila. Como autora cultivó la literatura mística. No sabemos si con la intención de no perturbar al censor o por modestia, nunca habló demasiado bien de su escritura, para lo que estaba más que capacitada. Gusta de mezclar lo cotidiano con el milagro empleando una prosa que a simple vista parece desnuda de artificio pero que sin embargo está repleta de una simbología muy elaborada. Sus textos, en un principio pensados para compartir con sus compañeras monjas, son una delicia de lectura hoy en día.

Algunas obras: Camino de perfección, Las moradas, Vida de Santa Teresa de Jesús, Libros de las relaciones, Libro de las fundaciones.

2. Mary Wollstonecraft

Esta escritora británica luchó encarecidamente por los derechos de la mujer: «Educad a las mujeres como a los hombres. Ese es el objetivo que yo propongo. No deseo que tengan poder sobre ellos, sino sobre sí mismas». Sin embargo, su discurso se perdió hasta que las teóricas feministas del siglo XX rescataron su legado. Mientras escribía y frecuentaba los círculos de pintores, escritores, editores y filósofos de la época, fue señorita de compañía, institutriz, modista, maestra, madre soltera y, finalmente, madre de Mary Shelley y, por consiguiente, abuela de Frankenstein. Nunca perdió el tiempo.

Algunas obras: Vindicación de los derechos de la mujer, María o Los agravios de la mujer, Reflexiones sobre la educación de las hijas.

3. Jane Austen

Hija del rector George Austen, se dedicó a vivir y a escribir, siendo capaz de hacer un retrato de la nobleza rural de su época cargado de ironía y de ingenio. Según El canon occidental de Harold Bloom: «Las principales heroínas de Austen -Elizabeth, Emma, Fanny y Anne- poseen tal libertad interior que sus individualidades no pueden reprimirse. El arte de Jane Austen como novelista no consiste en preocuparse por la génesis socioeconómica de su libertad interior. En Austen, la ironía se convierte en instrumento de la invención, que el doctor Johnson definía como la esencia de la poesía».

Algunas obras: Orgullo y prejuicio, Sentido y sensibilidad, Persuasión, Emma, Lady Susan.

4. Emilia Pardo Bazán

A los 9 años compuso sus primeros poemas y, desde entonces, no dio tregua a su pasión por las letras. Colaboró en numerosas revistas y periódicos con relatos, crónicas de viajes, artículos y ensayos y, a pesar de que consideraba a la novela un género menor que no servía más que de mero pasatiempo, también pisó su terreno con gran contundencia. Y además, todavía le dio tiempo a vivir intensamente. Carne de los mentideros de la Villa fue el sonado romance de la condesa, y más sonada separación, con Benito Pérez Galdós, del que se conserva su correspondencia. Si en la época de Emilia hubiera existido la expresión «mujer todoterreno», vendría ilustrada con una foto suya.

Algunas obras: Los pazos de Ulloa, La madre naturaleza, Insolación, La cuestión palpitante, Memorias de un solterón, Un destripador de antaño.

5. Selma Lagerlöf

Ostenta el honor de ser la primera mujer galardonada con el Nobel de Literatura. Pero no se lo llevó a la primera. Tuvieron que presentarse cinco candidaturas hasta que los académicos suecos cedieron ante su incuestionable talento narrativo. Ella decidió usar la influencia que con el premio había ganado para dar refugio en su Suecia natal a poetas judíos que huían del nazismo e inspirar a las feministas de la época con arengas como esta: «La mujer, con el hombre a su lado, ha creado el hogar ideal; ahora es tiempo de que las mujeres cooperen con los hombres y juntos puedan crear el Estado ideal».

Algunas obras: El emperador de Portugalia, La leyenda de Gösta Berling, El maravilloso viaje de Nils Holgersson, Jerusalén.

6. Edith Wharton

Neoyorquina nacida a mediados del siglo XIX en el seno de una familia de clase alta, recibió una esmerada educación y tuvo la oportunidad de viajar asiduamente a Europa, hasta que se instaló definitivamente en Francia, donde se hizo íntima amiga de Henry James. Primera mujer doctorada en Yale y miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras, fue una mujer librepensadora que vivió como quiso, aunque se le critique que siempre se opuso al voto femenino y, sobre todo, una escritora como una catedral con potentísimos personajes femeninos cargados de deseos reprimidos.

Algunas obras: La edad de la inocencia, La casa de la alegría, El día del entierro, La solterona, Ethan Fromm.

7. Colette

De ella llegaron a decir que fue la mujer más libre de Francia. Su querido marido Willy, un escritor crápula parisino que pagaba para conseguir publicidad para sus libros, que ni siquiera él mismo escribía, la animó a lanzarse a la escritura, y la siguió animando a medida que su éxito iba en aumento, concediéndole todos los caprichos, incluida una lista de amantes del sexo femenino que no se mantuvo en el ámbito privado, hasta que se separó y siguió abonada al escándalo. Sus novelas son apasionadas y sardónicas y sus personajes, mujeres irremediablemente enamoradas. Presidió la Academia Goncourt y se la despidió con un funeral de Estado, lo cual demuestra que nadie pudo nunca evitar rendirse ante sus determinaciones.

Algunas obras: Gigi, Chéri, Claudine en la escuela.

8. Isak Dinesen

Se llamaba Karen Christentze Dinesen, Tanne para la familia, y nació en Dinamarca, aunque su hogar siempre estuvo en África, donde se la conocía como la honorable leona. Fue vetada al Nobel por su inmoral conducta sexual y gustaba de llevar en sus últimos años de vida una estricta dieta de ostras y champagne. Autores como Truman Capote o Ernest Hemingway adoraban su obra y su manera de narrar subyugante, con la fatalidad latiendo en el fondo y muy influenciada por la tradición oral, que la convirtió en una rara avis de su tiempo.

Algunas obras: Memorias de África, El festín de Babette, Siete cuentos góticos, Cuentos de invierno.

9. Agatha Christie

No necesita presentaciones, pero tal vez alguna reivindicación como la gran mujer y escritora que fue. Cuestionó el papel que desempañaban las mujeres en su época, aunque cogiéndolo con pinzas, ya que consideraba que su segundo trabajo era escribir (el primero, ser esposa). Le gustaba que sus personajes femeninos fueran fuertes y resolutivos y, como ella misma afirmó, «Los mejores crímenes para mis novelas se me han ocurrido fregando platos. Fregar platos convierte a cualquiera en un maníaco homicida». Ahora se ve involuntariamente envuelta en la polémica, ya que su libro Diez negritos ha cambiado de título en Francia, donde se traduce como Eran diez, para ser más políticamente correcto. 

Algunas obras: La ratonera, Asesinato en el Orient Express, La casa torcida, Un cadáver en la biblioteca, Muerte en el Nilo.

10. Alfonsina Storni

«Me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo». A los 12 años deja debajo de la almohada de su madre su primer poema. Era triste y hablaba de la muerte. Y a pesar de la reprimenda de su madre por su concepción tan fatalista del mundo, Alfonsina hizo de su punto de vista un arte. La afirmación de una mirada femenina del mundo le hizo mucho bien a la poética argentina. Junto a Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou, es una de las cabezas femeninas hispanoamericanas que abrieron camino a las siguientes, cuestionando las pesadas tradiciones y los asfixiantes convencionalismos.

Algunas obras: Mundo de siete pozos, Irremediablemente, Las grandes mujeres, Languidez, La caricia perdida.

11. Dorothy Parker

Una mujer moderna, brillante y versátil que lo mismo escribía para el Vanity Fair que para The New Yorker. Cuenta con tres volúmenes de poesía, algunos más de relatos, varios reportajes desde España durante la Guerra Civil, guiones cinematográficos y debemos añadir un etcétera. Ella es como lo es su obra: aguda, burlona, refinada, urbanita y de rápida e ingeniosa respuesta. En su necrológica publicada en el New York Times, Alden Whitman puntualizó que «Parker brillaba con una palabra o una frase, pues esmerilaba su humor hasta dejarlo reducido a su tamaño más económico».

Algunas obras: Colgando de un hilo, Una rubia imponente, La soledad de las parejas.

12. Carmen Conde

He aquí la primera mujer que se sentó en una de las sillas de la Real Academia Española, concretamente en la letra K, «rompiendo así el fuego y saltando las barreras», como dijo Alonso Zamora Vicente. Esta notable poeta y narradora andaluza fue además profesora, editora, colaboradora en la sección bibliográfica del CSIC y en la sección de publicaciones de la Universidad de Madrid y otros desempeños que siempre tuvieron que ver con el mundo de las letras. Fue fundamental en la difusión de escritoras de su generación y autora de una obra muy pasional ligada a la poesía existencial.

Algunas obras: La escritora, Mujer sin edén, Mientras los hombres mueren, Soy la madre, Cancionero de la enamorada.

13. Eudora Welty

Amó la literatura de William Faulkner hasta casi el punto de llegar a superarla. Eudora fue una de las fotógrafas destacadas de la Gran Depresión y en su casa de Jackson, que nunca abandonó, escribió una obra llena de silencios, de belleza en la expresión de cada línea y de personajes tan fascinantes como cotidianos que sin duda la convierte en una de las maestras del relato del sur profundo de Estados Unidos.

Algunas obras: La hija del optimista, La palabra heredada, Una cortina de follaje, Las batallas perdidas.

14. Carson McCullers

Carson puede presumir de ser uno de los estandartes del gótico sureño. Refleja con maestría ese paso del campo a la industria a través de personajes intensos y contradictorios. Es una experta en normalizar la anormalidad, siempre desde la ternura. Viajó a Nueva York con la excusa de cursar estudios de piano y acabó asistiendo a los más prestigiosos talleres de escritura, y encontró en la literatura su vía de escape frente a los problemas que le causaban su homosexualidad reprimida y una grave enfermedad que le dejó secuelas durante el resto de sus días. Publicó El corazón es un cazador solitario con solo 23 añitos y, siendo la niña desvalida con gran talento que acababa de darse a conocer, se vio arrastrada a un mundo de excesos y agitaciones del que no consiguió salir.

Algunas obras: El corazón es un cazador solitario, Frankie y la boda, La balada del café triste, Reflejos en un ojo dorado.

15. Patricia Highsmith

Dicen que era insoportable, que se le daba mucho mejor el suspense psicológico que las relaciones sociales. Llevó una vida tortuosa marcada por el alcohol, una obsesión enfermiza con su madre y una lucha interna a la hora de reconocer su homosexualidad. «Lo que más me interesa es la perversión, que es el mal que me guía», declaró, y es algo latente en todas sus obras, donde es capaz de llevar a situaciones desesperantes a todos sus personajes. Joan Schenkar, su biógrafa, contó que en el armario de la ropa blanca de su casa se encontró, entre muchos apuntes, una lista de sus amantes femeninas clasificadas por edad, color de pelo, profesión, duración de la relación, motivo de la ruptura y una puntuación en una escala del 1 al 100.

Algunas obras: Extraños en un tren, El talento de Mr. Ripley, Carol, Crímenes imaginarios, El diario de Edith.

16. Flannery O’Connor

Sureña y católica, para qué más. En su obra se dan cita falsos predicadores, asesinos con moral, lisiados, vendedores de biblias o campesinos al borde de la miseria, blancos y negros, que no dejan de tener presente la figura de Dios y su gracia. Un catálogo grotesco que indignaba a su madre hasta el punto de pedir al editor de su hija que mediara para que escribiera sobre gente buena. Siempre se le ha acusado de racismo, hasta el punto de que recientemente una universidad de Estados Unidos ha cambiado el nombre de Flannery O’Connor de su residencia de estudiantes por Thea Bowman, monja afroamericana. ¿Ignoramos de este modo el valor de su obra?

Algunas obras: Cuentos completos, Sangre sabia, Los profetas.

17. Ursula K. Le Guin

Probablemente la voz femenina más destacada de la ciencia ficción de todos los tiempos. Es autora de una extensa obra que cuenta con innumerables adeptos y que aporta al género una visión del lenguaje y de su función singular. Hizo de su obsesión con la gramática y su uso moral una constante en sus obras, y también en su poética, mucho menos conocida y difundida. Sin exagerar, podríamos afirmar que sus obras de ciencia ficción tienen, ante todo, una inmensa profundidad literaria.

Algunas obras: La mano izquierda de la oscuridad, El nombre del mundo es bosque, La rueda celeste, Los desposeídos, Un mago de Terramar.

18. Toni Morrison

Una de las narradoras afroamericanas por excelencia que abordó los temas fundamentales para entender el conflicto entre negros y blancos desde una perspectiva contemporánea. Es Premio Nobel de Literatura, ahí es nada, y siempre trabajó por los derechos de la comunidad negra, también desde la edición, descubriendo y publicando nuevos talentos. Hablaba de su estilo y de su voz como los ecos de la garganta de su abuela cuando de niña le contaba historias de sus antepasados.

Algunas obras: Beloved, Jazz, La canción de Salomón, Ojos azules.

19. Fleur Jaeggy

Suiza afincada en Italia que se ha convertido en una de las autoras europeas de culto. A lo Salinger, odia ser fotografiada y no suele hablar de su vida privada, lo que alimenta el misterio alrededor de su figura a pesar de que solo sea timidez. Como escritora, tiene un estilo muy definido extremadamente preciso, frío, distante, sobrio y depurado, lo que provoca que la lectura de cualquiera de sus obras se convierta en un ejercicio íntimo, contenido y silencioso. Y además sigue usando máquina de escribir.

Algunas obras: Proleterka, Los hermosos años del castigo, El temor del cielo, El último de la estirpe, Vidas conjeturales, El dedo en la boca.