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miércoles, agosto 23, 2006

Blanco y negro


La relación entre el color blanco y el color negro en la obra de Escher es una constante. Un contraste que podemos observar en ángeles y demonios (un título por cierto que ha sido utilizado por el incapaz pero muy popular escritor de bestsellers de esta literariamente confusa apertura de siglo: Dan Brown). El aspecto damasquinado de varias de sus obras nos recuerda también al tablero de ajedrez, a las piezas de ajedrez, en consecuencia a la luz y la oscuridad.

En el grabado que aquí muestro, está presente el mismo significado metafísico, que se refuerza de una manera notable y estructuralmente más dinámica que el que suele obtener en sus estructuras enmarcadas por un límite circular o aparentemente esférico.

La estructura es simétrica y sin embargo dotada de un doble movimiento, por una parte el mundo claro de la izquierda, y que tiene su reflejo oscuro en la derecha, transforma su suelo en un cielo conformado y definido no tanto por el aire sino por las criaturas que lo ocupan: las aves. Las aves claras toman la dirección del mundo oscuro en el que penetran y las oscuras lo hacen en el claro.

El punto de vista es acertadamente aéreo, como si estuviera realizado desde la perspectiva de otra ave. En efecto desde altura elevada como habrán podido comprobar muchos viajeros de avión es posible contemplar un horizonte nocturno y otro con la iluminación del sol, es así cuando la trayectoria es paralela a algún meridiano (ya sea hacia el norte o hacia el sur) y se produce el atardecer o el anochecer en el suelo que hay bajo la aeronave. Los movimientos y la transformación son progresivos, y los pueblos y el paisaje a la distancia que son dibujados parecen ser calmados y silenciosos, dando una imagen de quietud que también se opone al movimiento de las aves de la zona superior, una sensación que se obtiene también en vuelo, y que en muchas ocasiones describió el escritor y piloto Saint Exúpery.

En definitiva se trata de un juego de oposiciones establecidos en una trampa óptica, en una imagen ilusoria y al tiempo consistente con símbolos universales y comunes a muchas culturas, recordando especialmente al símbolo del Ying y el Yang. En definitiva a lo masculino y femenino, a la vida y la muerte. Conteniendo paradójicamente la realidad en la irealidad, lo claro en lo oscuro y en consecuencia lo oscuro en lo claro.

La obra de Escher suele rayar en lo magistral, este grabado no fue menos.