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viernes, marzo 07, 2008

Óscar Calavia publica la novela 'Las botellas del señor Klein' en Lengua de Trapo

Diego Marín en el blog "Ciudad del Hombre": http://blogs.larioja.com/ciudaddelhombre



«Lo que te vuelve loco es ver el Gran Hermano e intentar aparcar en Logroño»

Era un absoluto desconocido en el panorama literario (incluso habiendo resultado finalista del Premio La Sonrisa Vertical de literatura erótica) hasta que recibió la Mención Especial del Premio Ciudad de Logroño de Novela por La única margen del río, que publicará Algaida en primavera. Ahora, este profesor de Antropología de la Universidad Federal de Santa Catalina (situada en la isla brasileña del mismo nombre), nacido en Logroño en 1959 y colaborador habitual de Revista de Occidente, Revista de Indias y Piedra de Rayo, se ha colocado de un salto en primera línea publicando su primer libro, un ciclo de cuentos a modo de novela titulada Las botellas del señor Klein (Lengua de Trapo, 2008).






-Su novela es diferente, desconcertante, algo que parece un leit motiv en su obra literaria.

-La sorpresa es una buena cosa: emociona, despierta. Pero todas mis otras obras están escritas como dios manda, con principio, medio y fin. Lo que no impide la sorpresa: las cosas simples son muy complicadas en el fondo, y viceversa.

-¿Es esto propiciado por el pintoresco lugar donde reside?

-No vayas a pensar..., vivo en una isla llena de funcionarios y turistas, que es la gente más normal del mundo. Pero cuando pasas la mitad de tu vida como extranjero, el mundo en general se te hace un poco extraño; o viceversa, claro.

-Por cierto, y si se puede saber, ¿cómo acabó usted allí?

-No tenía oficio ni beneficio, y quería ver mundo. Me vine al Brasil en 1986, estudié Antropología, conviví con indios y nigromantes, y ahora vivo de contarlo. Soy profesor en una universidad pública desde 1996.

-Sí parece haberle influenciado Brasil, pero, por otra parte, ¿quién es el señor Klein?

-Felix Klein era un matemático alemán que se dedicaba a la teoría de grupos y a la geometría no-euclidiana. Imaginó la llamada «Botella de Klein», que es una superficie de un sólo lado y sin bordes, en la que no hay diferencia entre interior y exterior. No puedo explicarlo mejor porque no entiendo de Matemáticas: sólo sé que la narrativa humana puede describirse también de ese modo. El señor Klein también es un personaje de mi otra novela (La única margen del río). O es un sapo que es un príncipe que es un sapo, o muchas otras cosas. Es la encarnación de la variación y de la dichosa viceversa. El señor Klein y su botella son lo mismo.

-El libro es una reunión de cuentos que funcionan como novela alrededor de Klein, un cubo de Rubick que, ¿cómo es posible escribir sin volverse loco?

-Lo que te vuelve loco es ver el Gran Hermano e intentar aparcar en Logroño. Las ideas fijas, en general. Hacer acrobacias con las ideas puede dar pereza al principio, pero es buenísimo para la salud mental.

Complicada estructura

-También afirma que la estructura es «de muñecas rusas» y ofrece un diagrama final a modo de índice, ¿por qué?

-Porque, más que una novela, es un juguete, una Scheherezade cubista que sigue contando historias después de que el libro acaba. Un índice en forma de lista hace pensar que cada página es una parte del conjunto; aquí, además de eso, cada página es parte de las otras, o una variación de las otras. Si entendiese algo de Matemáticas tal vez podría haber puesto una colección de ecuaciones en lugar del diagrama.

-Ficción y surrealismo se confunden en su novela. ¿Es la experimentación del antropólogo?

-Sí, es una especie de experimento: los antropólogos nos hemos dedicado mucho a reducir cuentos o mitos a estructuras abstractas. Yo sólo he puesto la máquina a funcionar al contrario. Pero no creo que «surrealismo» sea la palabra; la matriz de la historia es muy racional. Si acostumbramos a hacernos una idea muy garbancera de la razón, eso ya es otro problema.

-Las narraciones también están basadas en los dibujos imposibles de Escher. ¿Cómo es posible describir lo imposible?

-No es que me haya basado en Escher, es que algunas inspiraciones son comunes. Lo que parece imposible por un lado es inevitable por el otro. Hay que mirar sus dibujos: la forma puede ser fondo (y viceversa, claro). Lo realmente imposible es ver los dos lados al mismo tiempo; pero se puede hacer intuir que hay dos o más lados. En literatura, eso lo inventó Cervantes, como se sabe.

-Seres minúsculos, mujeres tatuadas completamente, hombres misteriosos... Parece la novela sobre los personajes de un circo.

-De un circo, o de una barraca de feria, o de una cueva de asesinos: son personajes exagerados, llenos de color, y más o menos depravados. La gracia de esos juegos geométricos está en que los jugadores no sean planos, ni líneas, ni puntos.

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