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miércoles, octubre 29, 2008

Escritor Arno?t Lustig recibió en Praga el Premio Franz Kafka

[27-10-2008 15:22 UTC] Por Kate?ina Oratorová (Radio Praga)

El escritor checo Arno?t Lustig recibió en Praga el Premio Franz Kafka, galardón otorgado desde 2001 por la asociación del mismo nombre a destacadas figuras de la literatura mundial.

Lustig
Arno?t Lustig (Foto: CTK)

Autores como Philip Roth, de EE.UU., Elfriede Jelinek, de Austria, y Harold Pinter, de Inglaterra, figuran entre los laureados con el Premio Franz Kafka. El último galardonado, el novelista checo Arno?t Lustig, expresó su alegría por integrar este grupo privilegiado de escritores.
?Me alegro mucho por recibir el premio. Es uno de los galardones literarios más prestigiosos y el único internacional que se otorga en la República Checa. Estoy orgulloso de poder estar entre los laureados?, señaló Lustig.
Nacido en 1926 en el seno de una familia judía, Lustig vivió de joven la experiencia de los campos de concentración de Terezín, Buchenwald y Auschwitz. Fue condenado a muerte en tres ocasiones y en 1945 se escapó de los nazis y se ocultó en Praga hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
Una vez llegada la paz, Lustig estudió periodismo y trabajó en varios medios de comunicación, entre ellos la Radiodifusión Checoslovaca, y fue también guionista en los estudios cinematográficos Barrandov. En 1968 emigró a Estados Unidos.
Los horrores del Holocausto y el sufrimiento humano se convirtieron en el tema principal de la obra de Lustig, según afirma el escritor.
?Escribo sobre los seres humanos que están bajo presión, que lo han perdido todo: sus derechos, sus bienes, su futuro. Estas personas se enfrentan a la realidad cruel, la superan y, al final de la historia resultan mejores que al principio?, sostuvo Lustig.
Algunas novelas de Arno?t Lustig, entre ellas la famosa ?Oración para Catalina Horowitz?, fueron adaptadas al cine con mucho éxito. En 2003, el escritor fue nominado al Premio Pulitzer por su novela Ojos verdes. Este año su nombre sonó para el Premio Nobel.
La Asociación Franz Kafka, fundada en 1990, entrega anualmente el premio, acompañado de un cheque de diez mil dólares, a destacados escritores de la literatura mundial que con su obra contribuyen a desarrollar la democracia, la tolerancia y el humanismo.

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sábado, febrero 09, 2008

Nueva obra descubre a un Kafka vital y sonriente

:: En un obra recién editada en Argentina que lleva por título "Praga en tiempos de Kafka", la escritora italiana Patricia Runfola recorre el universo del autor de "La metamorfosis" :: Lo hace desde una perspectiva inédita y aborda el arte de los años de entreguerras que revolucionó el mundo.

Praga en tiempos de Kafka

Lejos de ofrecerse como un ensayo canónico, el libro otorga la posibilidad de confrontarse con un Kafka diferente del hombre melancólico y atormentado por la figura de su padre que tanto han revisitado los biógrafos y la crítica.
Por el contrario, "Praga en tiempos de Kafka" -publicado por Bruguera- exhibe al autor de "El proceso" como un hombre alegre y vital, que en ocasiones jugaba tenis, que tenía muchos amigos y que soñaba contemplando su ciudad mientras atravesaba el puente Carlos rumbo al Castillo.
El trabajo de Runfola permite conocer las reuniones que tenían lugar en esta mítica ciudad (como la tertulia de Berta Fanta, adonde Einstein comentaba sus teorías) y cómo transcurría la vida cultural de aquellos años plenos de esplendor y vanguardia.
"Cuado estalló la guerra, nadie en Praga parecía creerlo. Habían pasado casi 50 años desde el conflicto franco-prusiano y se tenía la impresión de que ese largo período de paz había alejado para siempre la tremenda calamidad", describe la autora.
La Praga a la que alude la obra ya no existe, tras ser arrasada por el nazismo y luego el estalinismo.
Sin embargo, su belleza imperturbable que ha sorteado durante siglos distintas formas de barbarie, seguramente lo volverá a hacer frente a la nueva amenaza del presente: las hordas de turistas.
Kafka hizo lo posible para que su literatura se fuera despojando de referencias a personas y lugares concretos, pero no lo consiguió del todo.
No al menos con Praga que, si bien no aparece como una ciudad física con sus iglesias, sinagogas, calles, plazas y cafés, está presente como un estado espiritual y una obsesión de la que no consigue huir.
Desde el crepúsculo del imperio austrohúngaro hasta la década de 1920, Runfola evoca una época artística hoy mítica, protagonizada -además de Kafka- por Max Brod, Franz Werfel, Bohumil Cubista, Josef y Karen Capel, y Milena Jesenská, entre otros.
La autora alude a una serie de artistas que crearon una vanguardia hoy legendaria en tiempos en que la inminente hecatombe de la Segunda Guerra anunciaba el horror que acabaría con los sueños de una Europa irrepetible.
En su ensayo, Runfola ubica al lector en la época de los albores del siglo XX, cuando "la desconfianza y la hostilidad entre checos y alemanes seguían vivas, pero tanto checos como alemanes, fueran judíos o no, contribuían a potenciar la extraordinaria fascinación de Praga".
Nacida en Palermo, en 1951, Runfola murió en 1999, a los 48 años; fue profesora en la Academia de Bellas Artes de Brera y autora de numerosos catálogos de exposiciones de pintura y fotografía, de teatro y, en general, de arte de las vanguardias del siglo XX.
A través de las 298 páginas que componen su libro, el lector entrará en las oscuras calles de Praga, cruzará el puente Carlos camino del Castillo para ir al encuentro de los alquimistas de la corte de Rodolfo II, temblará con el Golem y revivirá la estancia de Guillaume Apollinaire.
Según describe Runfola, "Praga en tiempos de Kafka" es un relato de viaje, de un maravilloso viaje al "interior de una cultura que ha unido a seres de cultura alemana, judía y checa, ligados por el amor a esa capital de la Bohemia cuya historia nunca se agota, adonde cada piedra habla de un pasado soberbio".
Por momentos el ensayo se excede en erudición y su lectura se torna densa, con excepción de los capítulos dedicados a la juventud de Kafka -los primeros-, a Milena Jesenká y a Gustav Meyrink.

Informe Especial Telam
Territoriodigital.com

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martes, enero 08, 2008

Retrato de un Kafka feliz, en el esplendor de Praga

Sale en Argentina un texto crítico.
Patricia Runfola muestra un Kafka sin la melancolía con que se lo suele describir.

Fuente: CLARIN.COM

Y si Kafka era feliz?

En el libro Praga en tiempos de Kafka, que acaba de ser editado en Argentina, la escritora italiana Patricia Runfola recorre el universo del autor de La metamorfosis desde una perspectiva inédita y aborda el arte de los años de entreguerras que revolucionó el mundo.

Franz Kafka

Lejos de ofrecerse como un ensayo canónico, el libro otorga la posibilidad de confrontarse con un Kafka diferente del hombre melancólico y atormentado por la figura de su padre que tanto han revisitado los biógrafos y la crítica. Por el contrario, Praga en tiempos de Kafka muestra al autor de El proceso como un hombre alegre y vital, que en ocasiones jugaba tenis, que tenía muchos amigos y que soñaba contemplando su ciudad mientras atravesaba el puente Carlos rumbo al Castillo.

El trabajo de Runfola permite conocer las reuniones que tenían lugar en esta mítica ciudad (como la tertulia de Berta Fanta, adonde Einstein comentaba sus teorías) y cómo transcurría la vida cultural de aquellos años plenos de esplendor y vanguardia.

"Cuando estalló la guerra, nadie en Praga parecía creerlo. Habían pasado casi 50 años desde el conflicto franco-prusiano y se tenía la impresión de que ese largo período de paz había alejado para siempre la tremenda calamidad", describe la autora.

La Praga a la que alude la obra ya no existe, tras ser arrasada por el nazismo y vivir luego el estalinismo. Sin embargo, su belleza imperturbable, que ha sorteado durante siglos distintas formas de barbarie, seguramente lo volverá a hacer frente a la nueva amenaza del presente: las hordas de turistas.

Kafka hizo lo posible para que su literatura se fuera despojando de referencias a personas y lugares concretos, pero no lo consiguió del todo. No al menos con Praga que, si bien no aparece como una ciudad física con sus iglesias, sinagogas, calles, plazas y cafés, está presente como un estado espiritual y una obsesión de la que no consigue huir.

Desde el crepúsculo del imperio austrohúngaro hasta la década de 1920, Runfola evoca una época artística hoy mítica, protagonizada -además de Kafka- por Max Brod, Franz Werfel, Bohumil Cubista, Josef y Karen Capel, y Milena Jesenská, entre otros.

En su ensayo, Runfola ubica al lector en la época de los albores del siglo XX, cuando "la desconfianza y la hostilidad entre checos y alemanes seguían vivas, pero tanto checos como alemanes, fueran judíos o no, contribuían a potenciar la extraordinaria fascinación de Praga".

A través de las 298 páginas que componen su libro, el lector entrará en las oscuras calles de Praga, cruzará el puente Carlos camino del Castillo para ir al encuentro de los alquimistas de la corte de Rodolfo II, temblará con el Golem y revivirá la estancia de Guillaume Apollinaire.

Según describe Runfola, Praga en tiempos de Kafka es un relato de viaje, de un maravilloso viaje al "interior de una cultura que ha unido a seres de cultura alemana, judía y checa, ligados por el amor a esa capital de la Bohemia cuya historia nunca se agota, adonde cada piedra habla de un pasado soberbio".

Hay que poner atención: es un ensayo erudito que exige al lector. Pero le da un recreo en varios capítulos, como los dedicados a la juventud de Kafka.

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sábado, diciembre 22, 2007

Kafka revisitado

ÁNGEL RUPÉREZ 18/12/2007
elpais.com

El más asombroso milagro que ha tenido lugar en Praga en los últimos tiempos es que Kafka, su ciudadano más universal, no ha muerto. Ni siquiera los censores consiguieron que muriera al prohibir sus libros durante buena parte de la larga y negra dictadura comunista. ¿Por qué? Porque su espíritu andaba por allí, por las calles que había pisado mucho antes de que ellos existieran y vinieran a echar todos los cerrojos del mundo sobre las creaciones libres de los escritores incompatibles con sus dogmas. No muere quien ha besado su ciudad con su aliento hasta en los días más oscuros de su vida. Y quien la ha pisado con su calzado animado por el afán de vivir, tampoco muere. Y quien muere y resulta que deja una obra monumental y grandiosa, aun en su más estricta pudibundez y discreción, tampoco muere, porque una de las funciones de las obras principales, como sabemos, es abolir la muerte.



Sin embargo, la cosa más asombrosa en relación con este praguense insondable es que apenas se refirió a su ciudad en sus escritos de ficción. Una ciudad tan embrujadora no se cuela por las entretelas de sus novelas y cuentos tan fantásticos y tan realistas a la vez. Es casi inevitable preguntarse el porqué de esa ausencia, y más si tenemos en cuenta que el escritor pocas veces se alejó de esa ciudad -para morir sí-, por más que soñara con frecuencia con vivir muy lejos de ella (hasta soñó con Latinoamérica para cumplir ese sueño). Lo más probable es que la ciudad que era su amor fuera también, y tal vez sobre todo, su prisión. Por tanto, el acto de inventar historias sería una forma de simbolizar la prisión pero sin necesidad de mencionar los nombres concretos de las cancelas de hierro que aherrojaban sus moradas. Y, sin embargo, la ciudad se rinde hoy día explícitamente al hijo superlativo que en su día tan sólo fue valorado por unos pocos. Incluso se ha llegado a abrir recientemente un museo dedicado expresamente al escritor, situado en la isla de Kampa, junto al soñador río Moldava, con todo el universo kafkiano convertido en laberíntica galería que nos ofrece el itinerario de su vida, sus azares editoriales y la simbología más claustrofóbica y sombría de sus escritos.

Misterio y zozobra totales, por lo tanto, anejos muchas veces a la más genuina creación literaria. El escritor más esencialmente vocacional pugna en vida por abrir un espacio suficiente a su actividad creativa al mismo tiempo que se gana la vida como abogado en una oficina dedicada a la cobertura legal de los accidentes laborales. Se amontonan los papeles en la mesa de la oficina y es un hombre muy riguroso en el ejercicio de su labor profesional. Es además afable y conserva su empleo cuando en Praga la minoría de lengua alemana cae en desgracia y los judíos son presa de todas las sospechas y relegaciones. Detesta a su padre por frío e incapaz de comprender el sentido de su vocación artística. Se baña en el río cuando hace bueno y le encanta remar en plácidas barcas. Publica sus primeras narraciones con el editor Kurt Wolff, hace algunas lecturas públicas de sus obras, mantiene relaciones sentimentales bastante insatisfactorias y muere pronto, víctima de la tuberculosis que había contraído años antes. Y pide a su amigo, el gran Max Brod, que queme todos sus escritos inéditos (y, por suerte para todos, no le obedeció). A su entierro acudieron unas cien personas y sus padres publicaron enseguida una esquela en el periódico local en la que se reconocía su condición de abogado pero ¡¡no la de escritor!!

Misterio y zozobra: la obra escondida de ese hombre en cierto modo escondido es una de las más grandes escritas jamás y no sólo en el siglo XX. Praga se rinde a su estela pero el viajero y amante de sus libros persigue su aliento antes de que fuera tan universal. Aquel día en que -tal como relata en su Diarios- fue a recoger a su hermana pequeña al colegio y se asombró por el atardecer otoñal que caía sobre el río Moldova o aquel día en que fue al café Louvre a conversar con sus amigos e hizo gala de uno de sus grandes talentos: saber escuchar. O aquel otro en que se dejó retratar en la Plaza Vieja casi como si fuera un dandi (¿y no lo era en el fondo?). Aquel hombre silencioso y afable, aquel genio oculto, aquel insondable escritor necesita que lo rescatemos de los turísticos itinerarios de las guías sin alma para situarlo en la encrucijada de su existencia más misteriosa, la que se ensanchaba cuando escribía de espaldas al mundo, robándole horas al sueño, enfrentándose con portentosa vocación a la indiferencia e incomprensión de su padre, sin saber que lo que tiene el mundo de inaccesible sinsentido sería simbolizado para siempre por sus inmortales narraciones.


Ángel Rupérez es escritor y profesor de Teoría de la Literatura en la Universidad Complutense de Madrid.

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domingo, noviembre 25, 2007

Gustav Meyrink, escritor de la Praga fantástica

Por Eva Manethová
(Radio Praga)

Audio: http://helix.radio.cz:8080/ramgen/rm/ES/07/11/ES071110-19-high.rm?start=3:55.40&end=16:13.10

Una vieja leyenda narra que en la Callejuela de Oro se halla una casa que se aparece sólo en días de niebla y pueden contemplarla apenas aquellas personas que hayan nacido un domingo. La gente llama aquel sitio "El muro de la última farola".Quien llega al lugar de día ve sólo una gran piedra gris detrás de la cual una pendiente escarpada cae al Foso de los Venados. La leyenda de la casa invisible, situada cerca del Castillo de Praga, la cuenta el escritor alemán Gustav Meyrink en su novela más famosa, "El Golem", publicada en 1915. Gustav Meyrink vivió en Praga durante veinte años. En sus novelas y cuentos praguenses, escritos en una refinada prosa, la capital checa es escenario de sucesos fantásticos y misteriosos, con ingredientes esotéricos.



Gustav Meyrink fue en su tiempo uno de los autores más leídos. Sobre todo su novela "El Golem", que se inspiró en una vieja leyenda sobre un ser artificial, creado en la judería de Praga a finales del siglo XVI, constituyó un gran éxito.
En la Alemania nazi los libros de Meyrink fueron prohibidos. En un Estado totalitario no tenían cabida las obras de un autor que advertía del peligro de los movimientos colectivistas que sofocaban a la personalidad humana individual.
En la doctrina nazi jugó un importante papel el antisemitismo. Al contrario, a Meyrink le atraía la milenaria cultura hebrea y los misterios de la cábala. En la novela "El Golem" inmortalizó a la desaparecida judería praguense y dotó a dos personajes de la novela- el judío Hilel y su hermosa hija Miriam- de profunda sabiduría.
Después de la Segunda Guerra Mundial los libros de Meyrink fueron redescubiertos primero por psicólogos, como Carl Gustav Jung, y a partir de los años 70 por los amantes de la ficción fantástica.
En la Checoslovaquia comunista acceder a los libros de Meyrink fue bastante difícil. El autor que escribió que "vivimos sólo para el perfeccionamiento de nuestra alma", no era aceptable para los ideólogos materialistas.
Las obras de Gustav Meyrink volvieron a editarse en este país en los años 90, tras la caída del totalitarismo. Redescubrir a este autor es una asignatura pendiente para los checos. Praga se presenta exclusivamente como la ciudad de Franz Kafka, y es incomprensible que no utilice para su promoción en el mundo también a la personalidad de Gustav Meyrink, un hombre fuera de lo común, que pasó en Praga una etapa decisiva de su azarosa vida.
Gustav Meyrink nació en 1868 en Viena, hijo de una actriz de la corte bávara de Múnich. El padre, ministro del rey de Wurtemberg, se negó a legitimarlo.
Del niño cuidaron primero los abuelos maternos, una familia acomodada, residente en Hamburgo. Posteriormente acompañó a su madre que actuó sucesivamente en varios teatros centroeuropeos. Así, el muchacho estudió escuelas de Múnich, Hamburgo y, a partir de 1883, de Praga.
En 1885 terminó el contrato de la madre de Meyrink con el Teatro Alemán de Praga y la actriz se marchó de la capital checa, dejando allí a su hijo de diecisiete años.
El joven hizo en Praga los exámenes de bachillerato, cursó la academia comercial y durante un año trabajó como practicante en una empresa de exportación. Después fundó con un pariente del poeta alemán Christian Morgenstern una casa bancaria.
Gustav Meyrink se incorporó pronto a la vida social de la comunidad alemana de Praga. Se daba aires de dandy y era un conocido deportista. Destacaba en la esgrima y el tiro, y según algunos testigos condujo el primer automóvil que recorrió las calles de la capital checa. Fue un notable campeón del club de remo Regata.
Ya como banquero mantenía contactos con la joven generación de artistas alemanes de Praga. Le unía con ellos, entre otros, el amor a la vieja Praga.
El escritor relataría más tarde que su vida en la juventud transcurrió bajo el signo de los romances amorosos, el ajedrez y el remo, hasta que se produjo un sorprendente giro.
Agobiado por una profunda depresión resultante de una vida sin sentido, quiso matarse. Cuando ya acercaba a la sien el revólver, escuchó un crujido de papel. Alguien había tirado por debajo de la puerta un delgado folleto titulado "Sobre la vida póstuma".
El joven banquero pasó toda la noche leyendo sobre los célebres médiums de la época, dotados de facultades paranormales, como la de ponerse en contacto con personas ya fallecidas. En aquel momento empezó el interés de Gustav Meyrink por las ciencias ocultas. Sin embargo, con el tiempo denunciaría el espiritismo como una peligrosa peste.
En 1891, cuando tenía 23 años, Gustav Meyrink fundó en Praga una logia teosófica, cuyos miembros se proponían lograr la armonía entre la religión, la ciencia y la filosofía, impulsar la confraternización entre todas las razas y pueblos con el fin de constituir una familia espiritual, y erradicar el mal del mundo. A dicha logia pertenecían también destacadas personalidades checas, como el escritor Julius Zeyer.
Durante toda su posterior vida, Meyrink estudió apasionadamente distintas doctrinas místicas y secretas, y en cierta etapa de su estancia en Praga se dedicó incluso a la magia. Su búsqueda espiritual le llevaría más tarde a adherirse al budismo.
Meyrink inició su carrera literaria enviando relatos a la revista ilustrada Simplicissimus, de Munich. El primer cuento, que se titula "El soldado caliente", tiene un protagonista checo de apellido Zavadil.
El cuento fue publicado en 1901 cuando empezaba para el banquero y escritor en ciernes un período crítico. Sus últimos años en Praga serían ensombrecidos por injustos agravios.
Todo comenzó por un desagradable incidente. Un hombre insultó públicamente a Filomena Bernt,una mujer con la cual Meyrink mantenía una relación tras el fracaso de su primer matrimonio. El joven banquero desafió al autor de la ofensa pero éste se negó a batirse en duelo con un hijo ilegítimo y demandó a Meyrink por presunto delito de ultraje al honor.
El tribunal dictó una sentencia condenatoria contra Meyrink. Antes de que pudiera recurrir la sentencia, fue arrestado. La policía recibió la denuncia de que Meyrink habría cometido una estafa en su banco.
A pesar de las minuciosas investigaciones y el registro en la casa bancaria de Meyrink, la policía no encontró pruebas de la presunta malversación. El banquero fue absuelto de la acusación de estafa, pero inmediatamente volvió a la prisión porque entretanto fue confirmada la condena a quince días de cárcel por el supuesto ultraje a la honra.
Así terminó definitivamente la carrera de banquero de Gustav Meyrink, y su banco cerró las puertas en 1902.
En 1904 Meyrink dejó Praga para siempre. Pero se llevó en la mente las singulares y asombrosas leyendas y mitos que encerraban los muros de los antiquísimos palacios de Malá Strana y de Hradcany, y las tortuosas callejuelas de la judería praguense.
Lejos de la capital checa, Meyrink recrea la Praga fantástica en sus novelas "El Golem" y "La noche de Valpurgia". En esta última obra, publicada en 1921, el escritor describe un levantamiento popular que sacude los viejos palacios de Malá Strana y la muchedumbre enloquecida desencadena una implacable caza a las víctimas.
Meyrink presentía que el siglo XX sería escenario de grandes cataclismos sociales. En los años 20 no compartía la confianza en la solidez de la democracia europea. Falleció en 1932. Un año después llegó al poder en Alemania Adolf Hitler.

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domingo, julio 15, 2007

Ciclo de homenajes a Borges y Kafka

Hablarán autores argentinos y checos

El mayor acontecimiento cultural entre dos ciudades, que procura estrechar lazos a partir de la vida y la obra de dos grandes escritores -Jorge Luis Borges y Franz Kafka-, comenzó en Buenos Aires y se extenderá hasta mediados del mes de julio. Varias de las actividades se realizarán en la Casa de la Cultura, Avenida de Mayo 575, donde la iniciativa fue presentada por la ministra de Cultura porteña, Silvia Fajre, y la encargada de negocios de la República Checa, Blanca Kovácsova.

Las muestras que integran la propuesta tienen lugar en el Museo de la Ciudad, Defensa 223, y los debates, en el Centro Cultural Plaza Defensa. En tanto, las proyecciones fílmicas se exhiben en el microcine del Centro Cultural Borges y en el Salón Dorado de la Casa de la Cultura.

Con una muestra fotográfica sobre Buenos Aires y Praga, que exhibe imágenes con rasgos de arte abstracto, pertenecientes a los artistas Jan Jindra, de la República Checa, y Gastón Burquin, de la Argentina, se abrió formalmente la semana última la primera actividad.

A ella se sumarán documentales y filmes de Bernardo Bertolucci, Ricardo Wullicher, Tristán Bauer, Alberto Corcel, Jakov Bedov y Beda Docampo Feijóo, entre otros. Habrá también obras de teatro y de títeres para adultos, mesas de debate y lecturas.

El núcleo central de la convocatoria, cuyo título es "Praga en Buenos Aires, de Kafka a Borges. Dos ciudades, dos escritores", es el seminario dedicado a estos dos intelectuales que son ya parte del olimpo de los clásicos siempre vigentes. Comenzará mañana y se extenderá hasta el jueves. Para este acontecimiento vendrán al país eminentes "kafkólogos", como los define el embajador argentino en la República Checa, Juan Eduardo Fleming, y exégetas borgeanos.

Entre ellos estarán Arnost Lustig, Josef Cermak, Jiffi Koleako, Mariana Houstova, Petra Nichtburgerova y Radek Vesely. A ellos se sumarán los argentinos Santiago Kovadloff, Alina Diaconú, María Kodama, Susana Cella, Rolando Costa Picazo y Santiago Sylvester.

Desde Praga, el embajador Fleming expresó su beneplácito por este acontecimiento que significa la continuación del encuentro Borges-Kafka realizado en 2004 en Praga. El objetivo principal de aquel encuentro fue el enlazamiento cultural de las dos ciudades.

Entre los ilustres visitantes checos, dos nombres iluminarán con sus intervenciones la relación indeleble entre Borges y Kafka. Son Cermak y Lustig, un intelectual checo muy reconocido y presidente honorario de la Sociedad Franz Kafka. Precisamente este acontecimiento intelectual y cultural es el primero que la Sociedad Franz Kafka realiza fuera de Europa.


Fuente, La Nación: http://www.lanacion.com.ar/918320

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sábado, febrero 24, 2007

Kafka, el primer kafkiano, en el afán de quemarlo todo

Reproducimos la reseña biográfica de Kafka de Alberto Rodríguez Barrera publicada recientemente en la web venezonala analitica.com

Viernes, 23 de febrero de 2007

Franz Kafka nació en Praga el 3 de julio de 1883, hijo de un próspero comerciante. Debido a que su familia estaba entre la minoría que hablaba alemán, Kafka hizo su primeros grados en la escuela Volkschule; la secundaria fue en el Gimnasio Alemán; en 1906 obtuvo su doctorado en Jurisprudencia de la Universidad Karl-Ferdinand, también en Praga.

En 1902 conoció a Max Brod, editor, crítico y novelista, quien lo introdujo en los círculos literarios de Praga. Comenzó a trabajar en una firma italiana de seguros en 1907, pero en julio del siguiente año ingresó al semigubernamental Buró de Seguros de Accidentes de los Trabajadores, donde permanecería hasta su retiro en 1922.

Fue en 1909 cuando la carrera literaria de Kafka comenzó a tomar forma, ya que en ese año fue aceptado un cuento suyo en un periódico de Praga, y también comenzó a leerle a Brod los primeros capítulos de una novela que quedaría inconclusa, "Preparaciones de Matrimonio en el Campo". En 1910 empezó a escribir sus diarios y desarrolló interés en el teatro yiddish, haciéndose amigo del actor Itzhak Lowy; ese contacto es reconocible en el episodio del perro músico en "Investigaciones de un Perro", historia que a cierto nivel puede leerse como biografía alegórica.

Brod y Kafka planearon colaborar en una novela que se titularía "Richard y Samuel", pero sólo se publicó un primer capítulo, aparentemente debido a que Kafka conoció a Felice Bauer, una secretaria berlinesa con quien iba a comprometerse dos veces, en 1914 y 1917, pero no llegaron al matrimonio. Y en ese otoño comenzó a escribir "América" y "Metamorfosis". Visitó a Felice al año siguiente en Berlín.

El inicio de la guerra en 1914 impidió la intención de Kafka de hacerse periodista. En septiembre le leyó a Brod el primer capítulo de "El Juicio", y en diciembre terminó el primer borrador de "En el Asentamiento Penal".

En 1917 se confirmó que Kafka tenía tuberculosis, enfermedad que ya se había asomado en 1913. De ahí en adelanta nunca pudo confiar en su salud, aunque estaba lo suficientemente apto para visitar a su hermana en Zurav, donde vio por primera vez el paisaje que utilizaría como trasfondo en "El Castillo".

A su regreso a Praga en 1918 conoció a Julie Wohrisek, quien aceptó casarse con él en 1919. En este año aparecieron "Un Doctor de Campo" y "En el Asentamiento Penal", pero el compromiso con Julie no prosperó y terminaron en 1920, el año en que Kafka se enamoró de su traductora checa, Milena Jesenska. La enfermedad se apoderó de él y mientras estaba en un sanatorio (1920-21), le dijo a Brod que deseaba que toda su obra fuera destruida después de su muerte. No obstante, en 1922, le leyó a Brod el primer capítulo de "El Castillo".

Se retiró del trabajo en la compañía de seguros en 1922 y al año siguiente decidió vivir en Berlín con una estudiante hebrea polaca, Dora Dymant. Varias historias, escritas durante el tiempo que pasó con ella, fueron subsiguientemente destruidas. En la primavera de 1924 Kafka estaba en avanzado estado de tuberculosis laríngea. Su doctor le prohibió hablar y fue reducido a comunicarse por notas. Una de ellas decía: "Ofrecer a menudo vino a la enfermera"; y otra, escrita después que se le negó una inyección de morfina: "Mátame, o si no eres un asesino". Murió el 3 de junio de 1924 y fue enterrado el 11 de junio en el Cementerio Judío de Praga.

La historia de los manuscritos de Kafka ?que aquí resumimos- exige alguna explicación, aunque no entraremos a fondo en las complejidades bibliográficas que Kafka parece siempre generar.

Su última nota a Max Brod, su ejecutor literario, colocó a Brod en un predicamento agonizante. Hubo de hecho dos notas: el último párrafo de la primera nota ejemplifica el problema:

"Pero todo lo demás mío que existe (sea en periódicos, en manuscritos o cartas), todo sin excepción en cuanto se pueda descubrir u obtener de las direcciones por solicitud (tú mismo conoces la mayoría de ellas, es principalmente... Y pase lo que pase no olvides el par de cuadernos de notas en manos de...), todas esas cosas sin excepción y preferiblemente no leídas (no te prohibiré que tú las leas, aunque preferiría que no lo hicieras y en todo caso nadie más debe hacerlo), todas estas cosas sin excepción deben ser quemadas, y te ruego que hagas esto tan pronto como sea posible."

Esta vacilación, la ambigüedad, la calificación, las insinuaciones, las instrucciones específicas sobre donde encontrar el material, todo es reconociblemente la esencia de Kafka. Con igual claridad, el párrafo de ninguna manera es obra de un hombre determinado a que sus manuscritos deban ser destruidos. Brod, afortunadamente, no logró obedecer esta inimitable y tentativa petición, y expuso sus razones en un proscripto a su edición de "El Juicio". Fundamental entre ellas fue su recuerdo de una conversación sucedida tres años antes de la muerte de Kafka. Kafka había hablado de su intención, y Brod le replicó: "Si tú realmente me crees capaz de tal cosa, déjame decirte aquí y ahora que yo no llevaré a efecto tus deseos."

Brod, en efecto, dedicó su vida a la preservación, recuperación y transcripción de los escritos de Kafka, pero aún con toda su devoción se sabe que mucho se ha perdido. De los tempranos escritos de Kafka, incluyendo el proyecto de una novela, nada sobrevive. En marzo de 1912 Kafka registró en su diario que había "quemado muchos papeles repugnantes". Otra entrada del 15 de agosto de 1921 registra que le había dado todos sus diarios a Milena Jesenska, y en una entrada de 1922 menciona haber lanzado un montón de papeles al fuego. Dora Dymant quemó alrededor de veinte cuadernos de notas mientras Kafka miraba desde su cama. Las cartas de Kafka a Dora están perdidas, y hay grandes vacíos en sus diarios. En el alojamiento de Kafka después de su muerte encontró Brod las cubiertas de diez largos cuadernos de notas de un cuarto: los contenidos habían sido completamente destruidos, así como habían sido quemados también una cantidad de blocs y libretas. Otra cantidad desconocida de los escritos de Kafka fue confiscada por la Gestapo, y se presume igualmente destruida.

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lunes, enero 29, 2007

Apuntes sobre su vida, obra y concepción literaria

Boletín quincenal N° 58 - Por Mariano Pacheco, para Prensa De Frente.-

Franz Kafka, el escritor Checo que marcó a varias generaciones de escritores y lectores durante el siglo XX, se ha transformado ya en un personaje que excede a sus contemporáneos. Su obra fue publicada post-mortem por su amigo Max Brod (contra su voluntad, ya que había ordenado ?quemar? sus manuscritos). Entre sus obras más conocidas se encuentran La metamorfosis y su novela El Proceso (llevada al cine por Orson Welles en 1962 y al teatro en distintos países y en diversas ocasiones). En esta oportunidad, unas breves líneas acerca de este escritor que, con su obra, ha inspirado reflexiones en importantes pensadores: Walter Benjamin y Gilles Deleuze, entre otros.

Franz Kafka nació el 3 de julio de 1883 en la vieja ciudad de Praga (Imperio Astro-Húngaro). Fue el hijo mayor de 7 hermanos. Sus padres: Julia Lowy y Hermann Kafka. A los 17 años realiza lecturas de Federich Nietzsche y a los 18 ingresa a la Universidad Alemana de Praga, donde estudia, primero química (sólo dos semanas) y luego abogacía. En 1908, teniendo 25 años, concreta su primera publicación: una serie de piezas en prosa en la revista Hyperion, que luego serán reunidas en el libro Contemplación.

Por esos años comienza a trabajar como ?funcionario auxiliar? en el ?Instituto Asegurador de Accidentes de Trabajo?, para el reino de Bohemia, en Praga. Escribe sus ?diarios? y asiste a actos y asambleas socialistas, a la vez que estudia la tradición judaica (sobre todo del teatro yiddish y más tarde el Hebreo). Estos datos serían simplemente anecdóticos, si no fuera porque tendrán mucho que ver con su vida, los personajes de sus escritos y su concepción de la literatura. Muere en la ciudad de Praga el 3 de junio de 1924, a los 41 años.

La mayoría de sus escritos fueron gestados en la década que va desde 1912 a 1922. A excepción de algunas pocas piezas (La Transformación, traducida como La Metamorfosis; Contemplación; La Condena; En la colonia penitenciaria; Un médico rural), su obra será publicada por su amigo Max Brod, post-mortem, en 1925. Fue llevada a cabo contra su voluntad, ya que al morir, fueron encontradas en el cajón de su escritorio dos cartas que ordenaban quemar sus manuscritos. Una, redactada en tinta, en 1921; otra, en lápiz, al año siguiente (¿una jugada del inconsciente?)

Su edición actual de sus obras completas(al año 2005), contienen sólo 350 páginas pasadas en limpio y enviadas al editor, de un total de 3.500 escritas en cuadernos. Su obra comenzará a despertar interés recién en el período de Hitler, cosa que al régimen no le cayó muy bien (de hecho, tanto las hermanas de Kafka, como Milena, una de sus prometidas, murieron en los campos de exterminio nazi).

LA LITERATURA Y EL HOMBRE.

Según el especialista en literatura alemana de la Universidad de Buenos Aires, Miguel Vedda (quién realizó la traducción de El Proceso, incluyendo los fragmentos y pasajes tachados por el autor y una extensa introducción publicada por la editorial Coliuhe en 2005), Kafka experimentó de manera continua la alineación, no sólo respecto de su época, sino aun de sus condiciones de vida mas inmediatas.

Pertenecía a una minoría del 10% de la población (los judíos germano-parlantes). Se sentía solo dentro de su familia (sufría un conflicto con los valores mercantiles paternos, que desembocaban en una falta de reconocimientos hacia el hijo). Padecía de un sentimiento de culpa con respecto al entorno familiar (producto de su dependencia económica). Y, finalmente, no era ciudadano, sino súbdito del Imperio. En cuanto a la alienación de su época, debemos tener en cuenta que ya en 1844 Karl Marx había escrito sus Manuscritos económico-filosóficos, donde están presentes sus tesis sobre el trabajo alienado.

Pero Kafka, si bien asiste a actos socialistas y denuncia en su literatura la despersonalización provocada por el sofocamiento de las estructuras, no propugna una salida colectiva. Mas bien, por el contrario, promueve una afirmación de la individualidad, aislada de la vida social.

En su caso, la opción por la soledad como espacio (no alienado) que permite la reflexión de la propia condición; a la vez que un distanciamiento del universo de la culpa y el castigo. Ámbito propicio para la creación artística, en su caso la escritura, entendida como lugar de libertad. En Kafka, esta libertad individual ?auténtica?, se opone al individualismo de tipo burgués, ?incapaz? de sostener un espacio de autonomía.

Este aislamiento del individuo, tiene mucho que ver con su concepción de la literatura, donde está muy presente la concepción militar de la vida. Es decir, se produce una especie de analogía entre guerra y literatura. El aislamiento de la vida militar es equiparado con la experiencia de no ser interrumpido en la creación artística.

Pensemos en lo que él mismo denomino ?su primer relato?, La condena, escrito de un tirón, entre las 10 de la noche del 22 y las 6 de la mañana del 23 de septiembre de 1912, en unas condiciones que recordará de por vida como el instante en donde sus sueños de escritor se vieron cumplidos. En un aislamiento absoluto, en silencio, sin dudar, sin ninguna interrupción. Sólo su mano garabateando sobre el papel.

Tengamos en cuenta que, como ha señalado Ricardo Piglia en Un relato sobre Kafka (El último lector, Anagrama, 2005): ?Kafka está en el momento de paso de la escritura a mano, en cuadernos, a la escritura a máquina??. Por lo tanto, la escritura no está aun mecanizada. Está más ligada a lo artístico y, por lo tanto, más cerca de vislumbrar algún tipo de verdad (en Kafka, el artista es quien conoce lo incognoscible; posee una visión global de lo real y revela que no hay revelación).

Continúa el autor de Respiración artificial: ?Antes que la claridad de la grafía, interesa el ritmo corporal de la escritura, muy ligado para Kafka a la respiración, a los órganos internos, a los ritmos del corazón?. Tengamos en cuenta que ya desde joven Kafka ha leído a Nietzsche, quién insistía en la primacía de los sentidos y los instintos por sobre la razón.

Finalmente arremete Piglia: ?La máquina de escribir no le sirve a Kafka para la escritura personal. La asocia con la burocracia, con los textos legales (dictámenes, informes, legajos), con una escritura despersonalizada y anónima?.

Artículo original: http://www.prensadefrente.org/pdfb2/index.php/a/2007/01/29/p2504

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