Hotel Kafka - Escuela de Ideas

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sábado, febrero 09, 2008

Nueva obra descubre a un Kafka vital y sonriente

:: En un obra recién editada en Argentina que lleva por título "Praga en tiempos de Kafka", la escritora italiana Patricia Runfola recorre el universo del autor de "La metamorfosis" :: Lo hace desde una perspectiva inédita y aborda el arte de los años de entreguerras que revolucionó el mundo.

Praga en tiempos de Kafka

Lejos de ofrecerse como un ensayo canónico, el libro otorga la posibilidad de confrontarse con un Kafka diferente del hombre melancólico y atormentado por la figura de su padre que tanto han revisitado los biógrafos y la crítica.
Por el contrario, "Praga en tiempos de Kafka" -publicado por Bruguera- exhibe al autor de "El proceso" como un hombre alegre y vital, que en ocasiones jugaba tenis, que tenía muchos amigos y que soñaba contemplando su ciudad mientras atravesaba el puente Carlos rumbo al Castillo.
El trabajo de Runfola permite conocer las reuniones que tenían lugar en esta mítica ciudad (como la tertulia de Berta Fanta, adonde Einstein comentaba sus teorías) y cómo transcurría la vida cultural de aquellos años plenos de esplendor y vanguardia.
"Cuado estalló la guerra, nadie en Praga parecía creerlo. Habían pasado casi 50 años desde el conflicto franco-prusiano y se tenía la impresión de que ese largo período de paz había alejado para siempre la tremenda calamidad", describe la autora.
La Praga a la que alude la obra ya no existe, tras ser arrasada por el nazismo y luego el estalinismo.
Sin embargo, su belleza imperturbable que ha sorteado durante siglos distintas formas de barbarie, seguramente lo volverá a hacer frente a la nueva amenaza del presente: las hordas de turistas.
Kafka hizo lo posible para que su literatura se fuera despojando de referencias a personas y lugares concretos, pero no lo consiguió del todo.
No al menos con Praga que, si bien no aparece como una ciudad física con sus iglesias, sinagogas, calles, plazas y cafés, está presente como un estado espiritual y una obsesión de la que no consigue huir.
Desde el crepúsculo del imperio austrohúngaro hasta la década de 1920, Runfola evoca una época artística hoy mítica, protagonizada -además de Kafka- por Max Brod, Franz Werfel, Bohumil Cubista, Josef y Karen Capel, y Milena Jesenská, entre otros.
La autora alude a una serie de artistas que crearon una vanguardia hoy legendaria en tiempos en que la inminente hecatombe de la Segunda Guerra anunciaba el horror que acabaría con los sueños de una Europa irrepetible.
En su ensayo, Runfola ubica al lector en la época de los albores del siglo XX, cuando "la desconfianza y la hostilidad entre checos y alemanes seguían vivas, pero tanto checos como alemanes, fueran judíos o no, contribuían a potenciar la extraordinaria fascinación de Praga".
Nacida en Palermo, en 1951, Runfola murió en 1999, a los 48 años; fue profesora en la Academia de Bellas Artes de Brera y autora de numerosos catálogos de exposiciones de pintura y fotografía, de teatro y, en general, de arte de las vanguardias del siglo XX.
A través de las 298 páginas que componen su libro, el lector entrará en las oscuras calles de Praga, cruzará el puente Carlos camino del Castillo para ir al encuentro de los alquimistas de la corte de Rodolfo II, temblará con el Golem y revivirá la estancia de Guillaume Apollinaire.
Según describe Runfola, "Praga en tiempos de Kafka" es un relato de viaje, de un maravilloso viaje al "interior de una cultura que ha unido a seres de cultura alemana, judía y checa, ligados por el amor a esa capital de la Bohemia cuya historia nunca se agota, adonde cada piedra habla de un pasado soberbio".
Por momentos el ensayo se excede en erudición y su lectura se torna densa, con excepción de los capítulos dedicados a la juventud de Kafka -los primeros-, a Milena Jesenká y a Gustav Meyrink.

Informe Especial Telam
Territoriodigital.com

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domingo, mayo 13, 2007

Kafka, distorsionado por el lápiz brutal de Robert Crumb

Encontramos en Madrid una biografía de Kafka ilustrada por Robert Crumb, la ficha técnica es la siguiente:

Kafka, Robert Crumb David Mairowitz, Paperback. Fantagraphics 2007-05-15. ISBN: 1560978066 / 1-56097-806-6. EAN: 9781560978060

En sólo 176 páginas se presenta una original aproximación a la vida y la obra de Franz Kafka, notablemente valorada por los autores, por encima del mito literario en que se ha convertido al autor checo.

Reproducimos a continuación un artículo que hace 8 años dedicó el diario El Mundo a una versión en castellano de esta biografía.
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Editada en España la biografía ilustrada del autor de «La metamorfosis», obra del padre del cómic «underground»


BORJA HERMOSO, El Mundo, Jueves, 10 de junio de 1999
MADRID.- La voraz ingestión de toda suerte de sustancias prohibidas -y muy en concreto de LSD- que Robert Crumb se pegó en los años 60 reaparece en muchas de las ilustraciones de Kafka para principiantes, terrible biografía ilustrada del autor de La metamorfosis.

Lo hace de manera salvaje, recomponiendo con nerviosos trazos la atribulada existencia del escritor, desde su infancia hasta que la tuberculosis le catapultó al lado de allá en junio de 1924. Hace exactamente 75 años.

Este pequeño volumen, editado originalmente hace tres años por la firma argentina Errepar, ha llegado, por fin, a las librerías españolas de cómics para satisfacción de las legiones de seguidores de Crumb, el padre del cómic underground y uno de los autores que mayor influencia ha ejercido en las generaciones posteriores de ilustradores.

El libro forma parte de la colección Para principiantes, cuyo pueril subtítulo es: Libros fáciles para ideas importantes. Sigmund Freud, Albert Einstein, Isaac Newton, Carlos Marx y Nicolás Maquiavelo son algunos de los protagonistas de esta galería, cuya principal característica es el entrelazado de ilustraciones y textos (en este caso, escritos por el británico David Zane) como vehículo de narración biográfica.

Pesadillas


Desde luego, éste es un libro sobre ideas importantes (no en vano Franz Kafka se disputa con Edgar Allan Poe, Lovecraft y con pocos más el título de inventor de la pesadilla moderna, y es uno de los autores que con más eficacia ha retratado el zarpazo brutal del estado público sobre el individuo privado) pero, evidentemente, no es un libro fácil.

El editor argentino debió de caer en algún exceso de candidez, o bien acudió a la ironía, a la hora de acuñar ese subtítulo. Lejos de la facilidad, Kafka para principiantes es una obra dura, nerviosa hasta la locura, implacable como un perro de presa.

En principio, suena raro que Crumb incluyera a alguien como Kafka en su nómina de personajes de historieta, junto con gente hilarante como Míster Natural, el Gato Fritz o Shuman the Human. Pero las páginas del libro establecen con toda claridad la inesperada sintonía entre los mundos del escritor de Praga y el del ilustrador de Filadelfia.

Volviendo a la mencionada época, LSDiana de Robert Crumb -y aún teniendo en cuenta que hoy el maestro vive retirado del mundanal ruido a caballo entre EEUU y el sur de Francia- está claro que aquellos años de psicodelia y desenfreno dejaron su huella, y ésa está presente en este Kafka.

Algunos episodios, como el que recrea la escritura del relato La condena, podrían calificarse de lisérgicos, sobre todo si se mira con detenimiento el alucinado personaje del padre del protagonista, Georg Bendemann. O la alucinógena visión del propio Kafka en su mesa, escribiendo Cartas a Milena en 1922.

Pero nada comparado con las páginas que recrean La metamorfosis, pobladas por el enorme y horroroso insecto en que se ha convertido el pobre Gregorio Samsa mientras dormía.

Vida y obra


Zane y Crumb avanzan por la biografía del escritor a través de su atormentada vida y de sus celebradas obras: además de las tres mencionadas, otros capítulos evocan libros como El castillo, El proceso o La madriguera.

Pero, sobre todo, el lector se zambulle en un urgente (170 páginas), aunque eficaz y profundo retrato del escritor checo. Las claustrofóbicas relaciones con su padre (luego recogidas en Carta al padre), sus tormentosas vivencias con el sexo, el telón de fondo del judaísmo en la Praga antisemita de principios de siglo, el fantasma de la guerra y el ostracismo de su obra a manos de los primeros regímenes comunistas desfilan a velocidad de vértigo por las páginas del libro, todo ello en un dibujo en blanco y negro propio de algún tenebrista profesional.

Como no podía ser de otra forma, este itinerario artístico-literario por la figura de Franz Kafka se cierra con una denuncia: la de la explosión de esa kafkamanía puesta en marcha en Praga por los profesionales de la explotación del llamado turismo cultural: «Almuerce usted con Kafka», dice un folleto turístico. Camisetas con la cara del escritor. Rutas de inmersión en el Barrio Judío bajo el lema: «Respire el aire que respiró Kafka». Y cerca, McDonald's en la calle Celetna. Si K. levantara la cabeza...

Afición al Pato Donald


Como bien reseñan Eric Frattini y Oscar palmer en su estupenda Guía básica de los cómics (ediciones Nuer), desde su más tierna infancia y espoleado por su hermano mayor, Robert Crumb se aficionó como un poseso a los tebeos de la Pequeña Lulú, el Pato Donald y Super Ratón. Desde luego, no puede decirse que ninguno de esos tres personajes clásicos dejara su impronta en el enfant terrible del cómic undeground a la hora de ilustrar este Kafka para principiantes. Pero quién sabe, los caminos del subconsciente son inescrutables.

Robert Crumb cumplirá 56 años este mes de agosto, y lo hará justo 32 años después de firmar la que muchos consideran partida de nacimiento oficial del undeground: el primer número de la revista de historietas Zap Comix.

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sábado, febrero 24, 2007

Kafka, el primer kafkiano, en el afán de quemarlo todo

Reproducimos la reseña biográfica de Kafka de Alberto Rodríguez Barrera publicada recientemente en la web venezonala analitica.com

Viernes, 23 de febrero de 2007

Franz Kafka nació en Praga el 3 de julio de 1883, hijo de un próspero comerciante. Debido a que su familia estaba entre la minoría que hablaba alemán, Kafka hizo su primeros grados en la escuela Volkschule; la secundaria fue en el Gimnasio Alemán; en 1906 obtuvo su doctorado en Jurisprudencia de la Universidad Karl-Ferdinand, también en Praga.

En 1902 conoció a Max Brod, editor, crítico y novelista, quien lo introdujo en los círculos literarios de Praga. Comenzó a trabajar en una firma italiana de seguros en 1907, pero en julio del siguiente año ingresó al semigubernamental Buró de Seguros de Accidentes de los Trabajadores, donde permanecería hasta su retiro en 1922.

Fue en 1909 cuando la carrera literaria de Kafka comenzó a tomar forma, ya que en ese año fue aceptado un cuento suyo en un periódico de Praga, y también comenzó a leerle a Brod los primeros capítulos de una novela que quedaría inconclusa, "Preparaciones de Matrimonio en el Campo". En 1910 empezó a escribir sus diarios y desarrolló interés en el teatro yiddish, haciéndose amigo del actor Itzhak Lowy; ese contacto es reconocible en el episodio del perro músico en "Investigaciones de un Perro", historia que a cierto nivel puede leerse como biografía alegórica.

Brod y Kafka planearon colaborar en una novela que se titularía "Richard y Samuel", pero sólo se publicó un primer capítulo, aparentemente debido a que Kafka conoció a Felice Bauer, una secretaria berlinesa con quien iba a comprometerse dos veces, en 1914 y 1917, pero no llegaron al matrimonio. Y en ese otoño comenzó a escribir "América" y "Metamorfosis". Visitó a Felice al año siguiente en Berlín.

El inicio de la guerra en 1914 impidió la intención de Kafka de hacerse periodista. En septiembre le leyó a Brod el primer capítulo de "El Juicio", y en diciembre terminó el primer borrador de "En el Asentamiento Penal".

En 1917 se confirmó que Kafka tenía tuberculosis, enfermedad que ya se había asomado en 1913. De ahí en adelanta nunca pudo confiar en su salud, aunque estaba lo suficientemente apto para visitar a su hermana en Zurav, donde vio por primera vez el paisaje que utilizaría como trasfondo en "El Castillo".

A su regreso a Praga en 1918 conoció a Julie Wohrisek, quien aceptó casarse con él en 1919. En este año aparecieron "Un Doctor de Campo" y "En el Asentamiento Penal", pero el compromiso con Julie no prosperó y terminaron en 1920, el año en que Kafka se enamoró de su traductora checa, Milena Jesenska. La enfermedad se apoderó de él y mientras estaba en un sanatorio (1920-21), le dijo a Brod que deseaba que toda su obra fuera destruida después de su muerte. No obstante, en 1922, le leyó a Brod el primer capítulo de "El Castillo".

Se retiró del trabajo en la compañía de seguros en 1922 y al año siguiente decidió vivir en Berlín con una estudiante hebrea polaca, Dora Dymant. Varias historias, escritas durante el tiempo que pasó con ella, fueron subsiguientemente destruidas. En la primavera de 1924 Kafka estaba en avanzado estado de tuberculosis laríngea. Su doctor le prohibió hablar y fue reducido a comunicarse por notas. Una de ellas decía: "Ofrecer a menudo vino a la enfermera"; y otra, escrita después que se le negó una inyección de morfina: "Mátame, o si no eres un asesino". Murió el 3 de junio de 1924 y fue enterrado el 11 de junio en el Cementerio Judío de Praga.

La historia de los manuscritos de Kafka ?que aquí resumimos- exige alguna explicación, aunque no entraremos a fondo en las complejidades bibliográficas que Kafka parece siempre generar.

Su última nota a Max Brod, su ejecutor literario, colocó a Brod en un predicamento agonizante. Hubo de hecho dos notas: el último párrafo de la primera nota ejemplifica el problema:

"Pero todo lo demás mío que existe (sea en periódicos, en manuscritos o cartas), todo sin excepción en cuanto se pueda descubrir u obtener de las direcciones por solicitud (tú mismo conoces la mayoría de ellas, es principalmente... Y pase lo que pase no olvides el par de cuadernos de notas en manos de...), todas esas cosas sin excepción y preferiblemente no leídas (no te prohibiré que tú las leas, aunque preferiría que no lo hicieras y en todo caso nadie más debe hacerlo), todas estas cosas sin excepción deben ser quemadas, y te ruego que hagas esto tan pronto como sea posible."

Esta vacilación, la ambigüedad, la calificación, las insinuaciones, las instrucciones específicas sobre donde encontrar el material, todo es reconociblemente la esencia de Kafka. Con igual claridad, el párrafo de ninguna manera es obra de un hombre determinado a que sus manuscritos deban ser destruidos. Brod, afortunadamente, no logró obedecer esta inimitable y tentativa petición, y expuso sus razones en un proscripto a su edición de "El Juicio". Fundamental entre ellas fue su recuerdo de una conversación sucedida tres años antes de la muerte de Kafka. Kafka había hablado de su intención, y Brod le replicó: "Si tú realmente me crees capaz de tal cosa, déjame decirte aquí y ahora que yo no llevaré a efecto tus deseos."

Brod, en efecto, dedicó su vida a la preservación, recuperación y transcripción de los escritos de Kafka, pero aún con toda su devoción se sabe que mucho se ha perdido. De los tempranos escritos de Kafka, incluyendo el proyecto de una novela, nada sobrevive. En marzo de 1912 Kafka registró en su diario que había "quemado muchos papeles repugnantes". Otra entrada del 15 de agosto de 1921 registra que le había dado todos sus diarios a Milena Jesenska, y en una entrada de 1922 menciona haber lanzado un montón de papeles al fuego. Dora Dymant quemó alrededor de veinte cuadernos de notas mientras Kafka miraba desde su cama. Las cartas de Kafka a Dora están perdidas, y hay grandes vacíos en sus diarios. En el alojamiento de Kafka después de su muerte encontró Brod las cubiertas de diez largos cuadernos de notas de un cuarto: los contenidos habían sido completamente destruidos, así como habían sido quemados también una cantidad de blocs y libretas. Otra cantidad desconocida de los escritos de Kafka fue confiscada por la Gestapo, y se presume igualmente destruida.

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lunes, enero 29, 2007

Apuntes sobre su vida, obra y concepción literaria

Boletín quincenal N° 58 - Por Mariano Pacheco, para Prensa De Frente.-

Franz Kafka, el escritor Checo que marcó a varias generaciones de escritores y lectores durante el siglo XX, se ha transformado ya en un personaje que excede a sus contemporáneos. Su obra fue publicada post-mortem por su amigo Max Brod (contra su voluntad, ya que había ordenado ?quemar? sus manuscritos). Entre sus obras más conocidas se encuentran La metamorfosis y su novela El Proceso (llevada al cine por Orson Welles en 1962 y al teatro en distintos países y en diversas ocasiones). En esta oportunidad, unas breves líneas acerca de este escritor que, con su obra, ha inspirado reflexiones en importantes pensadores: Walter Benjamin y Gilles Deleuze, entre otros.

Franz Kafka nació el 3 de julio de 1883 en la vieja ciudad de Praga (Imperio Astro-Húngaro). Fue el hijo mayor de 7 hermanos. Sus padres: Julia Lowy y Hermann Kafka. A los 17 años realiza lecturas de Federich Nietzsche y a los 18 ingresa a la Universidad Alemana de Praga, donde estudia, primero química (sólo dos semanas) y luego abogacía. En 1908, teniendo 25 años, concreta su primera publicación: una serie de piezas en prosa en la revista Hyperion, que luego serán reunidas en el libro Contemplación.

Por esos años comienza a trabajar como ?funcionario auxiliar? en el ?Instituto Asegurador de Accidentes de Trabajo?, para el reino de Bohemia, en Praga. Escribe sus ?diarios? y asiste a actos y asambleas socialistas, a la vez que estudia la tradición judaica (sobre todo del teatro yiddish y más tarde el Hebreo). Estos datos serían simplemente anecdóticos, si no fuera porque tendrán mucho que ver con su vida, los personajes de sus escritos y su concepción de la literatura. Muere en la ciudad de Praga el 3 de junio de 1924, a los 41 años.

La mayoría de sus escritos fueron gestados en la década que va desde 1912 a 1922. A excepción de algunas pocas piezas (La Transformación, traducida como La Metamorfosis; Contemplación; La Condena; En la colonia penitenciaria; Un médico rural), su obra será publicada por su amigo Max Brod, post-mortem, en 1925. Fue llevada a cabo contra su voluntad, ya que al morir, fueron encontradas en el cajón de su escritorio dos cartas que ordenaban quemar sus manuscritos. Una, redactada en tinta, en 1921; otra, en lápiz, al año siguiente (¿una jugada del inconsciente?)

Su edición actual de sus obras completas(al año 2005), contienen sólo 350 páginas pasadas en limpio y enviadas al editor, de un total de 3.500 escritas en cuadernos. Su obra comenzará a despertar interés recién en el período de Hitler, cosa que al régimen no le cayó muy bien (de hecho, tanto las hermanas de Kafka, como Milena, una de sus prometidas, murieron en los campos de exterminio nazi).

LA LITERATURA Y EL HOMBRE.

Según el especialista en literatura alemana de la Universidad de Buenos Aires, Miguel Vedda (quién realizó la traducción de El Proceso, incluyendo los fragmentos y pasajes tachados por el autor y una extensa introducción publicada por la editorial Coliuhe en 2005), Kafka experimentó de manera continua la alineación, no sólo respecto de su época, sino aun de sus condiciones de vida mas inmediatas.

Pertenecía a una minoría del 10% de la población (los judíos germano-parlantes). Se sentía solo dentro de su familia (sufría un conflicto con los valores mercantiles paternos, que desembocaban en una falta de reconocimientos hacia el hijo). Padecía de un sentimiento de culpa con respecto al entorno familiar (producto de su dependencia económica). Y, finalmente, no era ciudadano, sino súbdito del Imperio. En cuanto a la alienación de su época, debemos tener en cuenta que ya en 1844 Karl Marx había escrito sus Manuscritos económico-filosóficos, donde están presentes sus tesis sobre el trabajo alienado.

Pero Kafka, si bien asiste a actos socialistas y denuncia en su literatura la despersonalización provocada por el sofocamiento de las estructuras, no propugna una salida colectiva. Mas bien, por el contrario, promueve una afirmación de la individualidad, aislada de la vida social.

En su caso, la opción por la soledad como espacio (no alienado) que permite la reflexión de la propia condición; a la vez que un distanciamiento del universo de la culpa y el castigo. Ámbito propicio para la creación artística, en su caso la escritura, entendida como lugar de libertad. En Kafka, esta libertad individual ?auténtica?, se opone al individualismo de tipo burgués, ?incapaz? de sostener un espacio de autonomía.

Este aislamiento del individuo, tiene mucho que ver con su concepción de la literatura, donde está muy presente la concepción militar de la vida. Es decir, se produce una especie de analogía entre guerra y literatura. El aislamiento de la vida militar es equiparado con la experiencia de no ser interrumpido en la creación artística.

Pensemos en lo que él mismo denomino ?su primer relato?, La condena, escrito de un tirón, entre las 10 de la noche del 22 y las 6 de la mañana del 23 de septiembre de 1912, en unas condiciones que recordará de por vida como el instante en donde sus sueños de escritor se vieron cumplidos. En un aislamiento absoluto, en silencio, sin dudar, sin ninguna interrupción. Sólo su mano garabateando sobre el papel.

Tengamos en cuenta que, como ha señalado Ricardo Piglia en Un relato sobre Kafka (El último lector, Anagrama, 2005): ?Kafka está en el momento de paso de la escritura a mano, en cuadernos, a la escritura a máquina??. Por lo tanto, la escritura no está aun mecanizada. Está más ligada a lo artístico y, por lo tanto, más cerca de vislumbrar algún tipo de verdad (en Kafka, el artista es quien conoce lo incognoscible; posee una visión global de lo real y revela que no hay revelación).

Continúa el autor de Respiración artificial: ?Antes que la claridad de la grafía, interesa el ritmo corporal de la escritura, muy ligado para Kafka a la respiración, a los órganos internos, a los ritmos del corazón?. Tengamos en cuenta que ya desde joven Kafka ha leído a Nietzsche, quién insistía en la primacía de los sentidos y los instintos por sobre la razón.

Finalmente arremete Piglia: ?La máquina de escribir no le sirve a Kafka para la escritura personal. La asocia con la burocracia, con los textos legales (dictámenes, informes, legajos), con una escritura despersonalizada y anónima?.

Artículo original: http://www.prensadefrente.org/pdfb2/index.php/a/2007/01/29/p2504

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lunes, enero 08, 2007

El artista de lo absurdo en lo cotidiano

Por Liliana Viola (extracto de Página /12 - 10 de Septiembre de 2005)


Cuentan que Kafka, poco antes de morir, le dijo a su médico: ?Máteme, si no es usted un asesino? y que luego agregó: ?No se vaya?. Cuando el pobre médico le respondió ?Yo no me voy?. Kafka entonces le dijo: ?Pero yo me voy?. Quienes lo conocieron divulgaron muchas situaciones como ésta. Fueron sus biógrafos los que obligaron a asumir que la vida de Kafka se superpuso a la obra. También su Diario, su Carta al padre, la correspondencia con sus tristes novias, su clásica foto donde las orejas amenazan con adelantarse a su perplejidad. El destino de Kafka, afirmaba Borges, fue transmutar las circunstancias y las agonías en fábulas. Y tal vez ésta sea la situación más kafkiana de todas: ya no se puede olvidar de una hipótesis tan improbable como asfixiante. Y en el principio hay una encrucijada: Kafka nació el 3 de julio de 1883 en una Praga habitada por tres grupos incompatibles: judíos, checos y herederos de la aristocracia austríaca alemana. Hizo sus estudios en alemán pero decidió aprender a hablar en checo, dos lenguas opuestas que ni siquiera admitían traducción. ¿Era alemán, checoslovaco o judío? ¿Tenía que escribir sus libros en checo o en alemán? El mismo admitió: ?Viví entre tres imposibilidades: la imposibilidad de no escribir, la de escribir en alemán, la de escribir en otro idioma, la de escribir. Era una literatura imposible por todos sus costados?. Esta convicción de la imposibilidad es la que lo llevó a asumir cada escollo como parte de un legado y también de una narración. ?Este ser de otra raza, de otra configuración psíquica y onírica, observador distante y de ojos de microscopio fue el judío checo que escribió en alemán y pensó en hebreo?, lo definía por estas tierras Ezequiel Martínez Estrada.

Un clásico contemporáneo
Kafka no era un hombre vencido; en todo caso, tenía la determinación de cumplir con todo, a la altura de la perfección. Tal vez esta es la razón por la cual nunca se consideró lo suficientemente apto para contraer matrimonio ni para editar los manuscritos que iba sumando por las noches. Publicó muy poco y en su testamento pidió el fuego para casi todo. Más que obedecer a un mandato paterno o burocrático, se había sometido a sus propias certezas. Por eso, sus diarios, sus cartas y sus famosas listas sobre temas íntimos son obras maestras de afligido circunloquio no sólo con respecto a los otros, sino sobre todo a él mismo. El 18 de julio de 1906, por cumplir con él y con su padre, se recibió de doctor en jurisprudencia. Abrazó el título junto con dos determinaciones: no ejercer jamás como abogado y no recibir desde ese día, un peso más de su familia. Se concebía como escritor pero pensaba que vivir de la creación literaria era una forma de envilecerla. La ocupación y el arte debían permanecer completamente separados del resto. Después de dos años de penurias, consiguió el resto: un empleo en un instituto de seguros contra accidentes de trabajo. Fragmentos enteros de sus obras, así nos vemos obligados a pensar, deben su atmósfera a este instituto: no sólo el Gregorio Samsa de La Metamorfosis, sino el adolescente de El fogonero, los pacientes de Un médico rural, por nombrar algunos.
La obra y la sensibilidad de Kafka son a nuestra época, ha dicho W.H Auden, lo que Shakespeare y Dante a las suyas. Y a la distancia, en estos cuentos, se ve claramente el existencialismo de Sartre, la angustia del hombre moderno ante el poder omnipotente. Los jeroglíficos de Kafka han sido leídos también como premonición de la prepotencia racista y el horror nazi que llegó más de diez años después de su muerte. La radiografía de la burocracia autoritaria aparece denunciada en sus obras, así como la mágica elaboración de un lenguaje actual, definitivo adiós a la lógica literaria del siglo XIX. Kafka trae consigo el silencio como respuesta a los enigmas contemporáneos. No es el Canto de las Sirenas, afirma en su fábula, sino el estarse calladas, lo que lleva la verdadera carga de iluminación y amenaza. La única respuesta correcta no está en el habla sino en lo que no se dice. Y eso es lo que Kafka logra siempre: dejar al lector encerrado con sus personajes, sus situaciones y sobre todo con el silencio. Con la deliberada renuencia a develar qué le pasa exactamente a Samsa, cuál es la Ley ante la cual esperamos, qué es lo que hace imposible vivir, por qué clase de cantores los pueblos se dejan masacrar. Su literatura, en suma, contiene la de los escritores que vinieron y determina una lectura kafkiana del resto. Borges, uno de los principales introductores de este autor en la biblioteca argentina, consideraba a Kafka como el gran escritor clásico del siglo XX. Y tal vez así sea. Literalmente así. Y entonces Kafka no vivió tan atormentado como quisimos pensar, sino que fue el siglo que apareció en sus relatos y durante el cual lo leímos, lo que nos llevó a pensar de esta manera. En el centro de un mundo extraño, las parábolas de Kafka dejan fluir el recuerdo de una vieja esperanza de redención. A la distancia, alguien puede recordar en sus obras al dios ausente de la vida moderna, que de existir podría venir y salvar a los personajes de todos estos relatos, salvar a Kafka de los numerosos callejones sin salida que cruzaron su vida. Y dejar al lector solo en este mundo.

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martes, diciembre 26, 2006

Escribir como necesidad

La actividad de escribir requiere tiempo y soledad, la mayor parte de los que la abordan suelen tener otras ocupaciones para ganarse la vida por lo que se restringe mucho el tiempo que se puede dedicar a la vida de pareja o a la vida familiar. En estos casos aparece la necesidad de un pacto tácito. Al debate actual sobre la necesidad de conjugar vida laboral y familiar se añade esa "tercera vida", la del artista.


Carta a Felice, 21 de junio de 1913
"... Pero que me dices, Felice, acerca de una vida matrimonial en la cual, por lo menos durante algunos meses al año, el marido regresa de la oficina hacia las 2.30 o las 3, come, se acuesta y duerme hasta las 7 o las 8, cena rápidamente, pasea durante una hora, y luego comienza a escribir hasta la 1 o las 2 de la madrugada. ¿Serías capaz de aguantar todo esto? ¿No saber nada del marido, sino que está en su cuarto escribiendo? ¿Y pasar así todo el otoño y el invierno? ¿Y hacia la primavera recibir a ese hombre medio muerto junto a la puerta del escritorio, para tener que contemplar durante la primavera y el verano como se recupera para el otoño y el invierno? ¿Es esta una vida posible? Quizá, quizá sea posible, pero es preciso que tú reflexiones sobre ello hasta la última sombra de una duda."

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