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domingo, febrero 03, 2008

Peripecias en una megaurbe: Auster

Jorge Meléndez Preciado / El Universal / 23/01/2008

El libro más vendido y emblemático de Paul Auster es, sin duda, La trilogía de Nueva York. Va en su nueva reimpresión, al parecer son casi 20. Y es que el estilo del autor, la manera en que nos va relatando las historias, las referencias que hace a otros escritores y las citas de obras maestras; su relación con la música y, sobre todo, el que casi siempre ocurra lo inesperado, es lo que sitúa en un primer plano al elaborador de ficciones.

Trilogía de Nueva York, Paul Auster

Cinematográficamente Nueva York ha estado presente siempre. Baste recordar Manhattan de Woody Allen (el amor y la perdición) o la escalofriante El día después de mañana (el cambio climático) de Roland Emmerich y la reciente Soy leyenda (un bodrio entre vital y místico) de Francis Lawrence. Nadie ha intentado llevar a la pantalla grande la citada obra de Paul, que dividida en tres episodios concluye en el suspenso, algo que admirarían Dashiell Hammett y Raymond Chandler, maestros de la novela policiaca estadounidense.

En el primer episodio, La ciudad de cristal, una llamada equivocada lleva a un literato a convertirse en detective. Lo que descubrirá acerca de una pareja será más interesante que sumergirse en sus tareas. Resulta un homenaje a Dostoievski que planteaba algo maravilloso y terrible: la realidad supera a la ficción, como vemos a diario en esta hora crítica

Auster hace un relato medido, donde las sorpresa van apareciendo constantemente, las cuales se conjugan con erudiciones nada petulantes sino que brotan para que el lector recoja joyas que han estado presentes siempre y no había descubierto.

No tendremos que encontrar El Dorado o el tesoro de Moctezuma. Más bien abrir los ojos para entender que hay un mundo fascinante. Claro, al lado, las situaciones más aberrantes se producen. Eros y tanatos en conjunción.

En la página 94: ??calle Ochenta y cuatro conocida como Mount Tom. En ese mismo lugar, en los veranos de 1843 y 1844, Edgar Allan Poe había pasado muchas y largas horas mirando al Hudson?. Apunte interesante, como en Brooklyn Follies, cuando Auster reveló que Kafka escribía cartas para una niña que perdió su muñeca.

Fantasmas es el más denso, en el cual hay poca acción, aunque muchas referencias a librerías, museos, sitios donde la vida bulle. Aunque los protagonistas, generalmente, se encuentran metidos en sus ?cuevas? y están observándose uno al otro. Aquí los colores (azul, negro, etc.) le dan significado a los hombres. Jackie Robinson, Robert Mitchutm y otros aparecen, amén de varios filmes que marcaron a Paul. Y en un momento dice: ?Los libros hay que leerlos tan pausada y cautelosamente como fueron escritos?.

El capítulo ?La habitación cerrada? describe cómo no se puede existir mientras un individuo le ha dejado a uno todo resuelto, incluido el amor de una bella mujer. ¿Quien llega a dicha perversión? Un escritor notable que desea ser ignorado. El juego entre éste y su amigo de la secundaria resulta un acertijo que cuando está por resolverse llega una vuelta de tuerca: ?No tenía sentido, y, por eso, tenía todo el sentido del mundo?.

Realmente es una delicia leer una y otra vez a este creador que se apropia de todo lo que encuentra en sus manos para descubrirnos que hay esperanza.

PD. El pasado texto hizo que escribieran varias lectoras, a todos les agradezco. Hubo pitos (Patricia M. Ruiz) y flautas (María Teresa Alcalde y Carolia Paniagua), entre otras.

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