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sábado, octubre 11, 2008

Presenta Paul Auster su nueva novela en Barcelona

Milenio - 7 de octubre de 2008

Ayer fue presentado en el ayuntamiento de Barcelona el nuevo libro del escritor Paul Auster, Un hombre en la oscuridad. La obra, publicada en español por la editorial Anagrama, ha sido comentada en el marco del ciclo ?El valor de la palabra? donde el autor estadunidense, además, conversó con el escritor Sergio Vila Sanjuán sobre su visión personal de la creación literaria.



En conferencia de prensa el escritor neoyorquino habló sobre las elecciones en Estados Unidos y su preferencia por el candidato Barak Obama. A continuación reproducimos las preguntas y respuestas más sobresalientes de este encuentro con la prensa.

La trama de su nueva novela incluye, entre otras cosas, la situación de Estados Unidos, ¿se centra en su postura sobre las elecciones?

Es un hecho que Estados Unidos es un país dividido. Incluso creo que ahora mismo está en una guerra civil, no con balas, pero sí con palabras. Esta mañana veía el periódico (La Vanguardia) y leí un artículo donde se hablaba sobre esta división. El 44% de los estadunidenses piensa, sin embargo, que esto no está pasando, que el mundo fue creado en seis días, ¿cómo podría yo hablar con gente que piensa eso? No podría convencerlos de que se equivocan.

¿Utiliza en esta novela el insomnio como una metáfora del sentir de los estadunidenses en torno a la situación de su país?

No creo en símbolos en la literatura. Tú como lectora puedes interpretar lo que quieras, es tu derecho. Yo personalmente no quise escribir sobre Estados Unidos sino sobre mi personaje y su vida interna.

¿Por quién va a votar?

Por Obama. En las primarias voté por él en Nueva York. Es apropiado que diga algo sobre este personaje: es fascinante, lo admiro, es muy agudo, sabe mantener la cabeza fría, sobre todo bajo presión. Al otro candidato se le calienta la cabeza antes de pensar. Quiero matizar una cosa, en Europa no son conscientes de la presión a la que está sometido Barak Obama. Es una persona a la que no se le permite equivocarse, debe ser perfecto, esto no tiene precedentes en Estados Unidos; sin embargo, Obama ha logrado mantenerse, no lo han sacado de sus casillas, ha sido lo que se espera de él. Por eso creo que debe ser presidente. Si Obama pierde, será sólo porque es negro y no blanco. Para mí es imposible decir hasta qué punto Estados Unidos es racista, eso lo veremos el 4 de septiembre. Si el candidato fuese blanco, con una administración tan caótica como la que está por finalizar, nadie dudaría de quién va a ganar.

¿De qué trata entonces su novela?

Este libro, para mí, trata sobre sentimientos íntimos y la situación de una familia. La historia trata también sobre la guerra y cómo esta familia ha sido tocada por la guerra. La dedicatoria a David Grossman y a su hijo es porque Grossman es mi amigo hace doce años y lo aprecio. Su hijo estaba enrolado en la armada y murió en la guerra entre Israel y Palestina. Yo conocía al chico, era muy agradable, leía mis libros y hablábamos sobre ello. Él fue un catalizador para escribir esta novela. Ahora Grossman me escribe y me cuenta cómo va mi libro en Israel, me dice que es mi agente y me envía por fax las notas de prensa, es como un proyecto de familia, al final.

Barcelona / Paola Tinoco

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domingo, octubre 14, 2007

?Viajes por el Scriptorium?, de Paul Auster: la cosmovisión austeriana diseccionada

Herme Cerezo ( publicado originalmente en Diario del siglo XXI )

Paul Auster cada día escribe mejor, cada día se le entiende menos. Al menos eso es lo que se desprende de la lectura de ?Viajes por el Scriptorium?, su última novela. Así había planeado yo el comienzo de mi reseña cuando todavía me faltaban treinta páginas por leer. Uno, flaco en memoria que no en carnes, ni mucho menos, toma notas con premura: dudas, sensaciones, intuiciones, que redondea y confirma o no, a la conclusión de la lectura.



Lo cierto es que después de haber pasado francamente muy buenos ratos con su ?Trilogía de Nueva York?, ?La música del azar?, ?El palacio de la luna? y, especialmente, ?Leviatán, me alejé de Auster tras deglutir uno de sus libros más afamados: ?El libro de las ilusiones?, que todavía no comprendo cómo gozó de buenas críticas en su momento. Sin embargo y como dice mi colega en estas páginas, Gabriel Ruiz-Ortega, por el solo hecho de haber aportado al mundo de la Literatura alguna de sus novelas anteriores, por ejemplo, ?El palacio de la Luna?, el de New Jersey se merecía un respeto, una nueva oportunidad. Así que hace unos meses, decidí "levantarle el arresto" y me metí entre pecho y espalda, sin anestesia, una de las novelas suyas que más me han gustado: ?La noche del oráculo?. Envalentonado por el éxito, proseguí con mi regreso al universo austeriano y, tras leer el resumen argumental y escuchar los siempre entendidos consejos de Pepe Vivó, de la librería Abacus de Valencia ? uno de esos raros libreros que, además de vender libros como un cosaco, se los lee ?, me he despachado recientemente estos ?Viajes por el Scriptorium?.

A Paul Auster le gusta el juego de los reflejos, ese truco visual consistente en enfrentar dos espejos para que la imagen se repita infinitamente hasta más allá de donde alcanza nuestra vista. Y nuestra imaginación. De este modo, al igual que en ?La noche del oráculo?, vuelve a escribir una novela dentro de otra novela. Debe de pasárselo pipa navegando por fangales de esta guisa. Lo cual está bien, pero si continúa por esos derroteros la persistencia puede convertirse en lastre y aburrir al personal, si no es que termina por aburrirle a él mismo. Además Dios, o quien sea, ha dotado a Paul Auster de una imaginación desbordante, ?gratia dei?, que le permite pergeñar argumentos y situaciones interesantes con los menores mimbres posibles, sin tener que utilizar con tanta asiduidad este subterfugio. A pesar de lo dicho, también demuestra su calidad en estos ?Viajes por el Scriptorium?, porque la historia que Mr. Blank desarrolla a lo largo de las escasas ciento ochenta y cinco páginas ofrece un argumento sugerente, que Auster reviste con el paramento de un segundo envoltorio.

Algo que también parece que se ha convertido en ?made in Auster? es que el protagonista de la novela, más o menos maquillado, más o menos disfrazado, es el propio autor. Es un modo de escribir que parece estar de moda (disculpen mi torpe juego de palabras modo-moda). No es Auster el único que utiliza este recurso. Sin ir más lejos y ahora que está en plena eclosión, Jacobo Deza, protagonista de ?Tu rostro mañana?, no es otro que el propio Javier Marías, autor del libro. Para añadir más leña al fuego, el entorno en el que se mueve Mr. Blank, el otro yo de Auster en ?Viajes por el Scriptorium?, es, sin duda, el despacho, estudio, refugio o como gusten llamarlo, donde el neoyorquino escribe sus historias y que ya ha descrito en varias de ellas (sin ir más lejos en ?La noche del oráculo?). Cuatro paredes, aquí totalmente desnudas, con un indiscutible sabor claustrofóbico, que incentivan su imaginación y, de vez en cuando, le incitan a salir a la calle a respirar el mundo, a ver el aire, a comprar los "cuadernos portugueses" que le vende el chino Chang (discúlpenme de nuevo, ahora por este burdo juego de sonidos: chino-Chang).

Otra aportación interesante de los "Viajes..." es sin duda su idea de convertir su estilográfica en cámara televisiva o fotográfica, que va registrando los movimientos de su protagonista. Lo deja bien claro al principio del libro: "No sabe que hay una cámara instalada en el techo, justo encima de él. El obturador se acciona silenciosamente cada segundo, realizando ochenta y seis mil cuatrocientas instantáneas a cada rotación de la tierra". Con este planteamiento inicial consigue que el lector se distancie del espacio, la celda que ocupa Mr. Blank, del protagonista, el propio Blank, y que se convierta en mero espectador de lo que allí se va a desarrollar. Auster, en su literatura, siempre me ha parecido muy cinematográfico o, al menos, muy interesado en el cine. Aquí tenemos una prueba más. Otras son sus incursiones en el campo del celuloide como guionista, productor, actor o director: ?Smoke & Blue in the face?, ?The Center of the World?, ?Lulu on the Bridge?, ?La música del azar? y ?The Inner Life of Martin Frost?.

Por último y con ello enlazo con el principio de la reseña, las treinta páginas finales de ?Viaje por el Scriptorium? son fundamentales para entender el libro y justifican plenamente mi valoración del mismo. Esta novela es como una suma de las novelas de Auster, ?liber librium?, novela de novelas, donde se dan cita el escritor y sus fantasmas, incluyendo entre estos los personajes, por ejemplo Daniel Quinn o John Trause, que habitan sus obras anteriores, su cosmovisión literaria, y que entran en estas páginas incluso para pedirle cuentas. Y el escritor no observa ningún comportamiento especialmente cariñoso con ellos. Es más, concretamente con Mr. Blank, el "nuevo", se muestra cruel, dominador, todopoderoso y dueño de su vida y de su destino. En este sentido, ?Viajes por el Scriptorium? parece una revancha sobre sus criaturas, seres de tinta y papel, que, como dice el texto, "sobreviviremos a la mente que nos creó, porque una vez arrojados al mundo existiremos hasta el fin de los tiempos". Por eso, el autor, en su papel de sumo hacedor, escasamente justiciero, quizá vengativo, decide confinar a Mr. Blank en su hábitat actual, recordándole que "nunca será otra cosa que las palabras que estoy escribiendo en su página". En consecuencia y por todo lo visto, este ejercicio de disección que Auster efectúa sobre sí mismo y que ha titulado ?Viajes por el Scriptorium?, es novela apropiada para austerianos iniciados, recalcitrantes y contumaces. ¿Frikis? Sí, desde luego, para frikis también. Si, además, estos austerianos y/o frikis andan provistos de buena memoria, miel sobre hojuelas.

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?Viajes por el Scriptorium?, de Paul Auster. Editorial Anagrama. Barcelona, 2007. 185 páginas, 16 euros.

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domingo, octubre 07, 2007

Soy amante del cine, pero no influye en mis novelas: Paul Auster

En San Sebastián presenta fuera de concurso La vida interior de Martin Frost

Ericka Montaño Garfias (Enviada) - La Jornada (México)
Paul Auster, cine, San Sebastián
San Sebastián, 23 de septiembre. ?He pasado la mayor parte de mi vida solo en una habitación, escribiendo palabras sobre el papel. En los últimos 15 años he salido de esa habitación en dos ocasiones para trabajar con otras personas?. Las ocasiones de las que habla el escritor estadunidense Paul Auster fueron para dirigir las cintas Lulú en el puente y La vida interior de Martin Frost, esta última proyectada fuera de concurso en el festival de San Sebastián, al que asiste como director y presidente del jurado de la sección oficial.

Auster separa perfectamente sus papeles de cineasta y escritor. ?Siempre he sido un amante del cine, pero no creo que haya influido en mi trabajo de novelista. Siempre he pensado mis novelas como todo lo contrario: nada cinematográficas. No tengo interés en que se conviertan en películas, aunque sí ha sido un placer trabajar en el cine?.

Historia de optimismo

La vida interior de Martin Frost (The inner life of Martin Frost) es quizá uno de los pocos trabajos optimistas de Auster, una suerte de comedia mezclada con sueños. ?Quería hacer una comedia y pensé en esta historia desde 1999, antes de Bush, antes de que las cosas se pusieran tan oscuras?, dijo en referencia al anuncio que hizo hace tiempo de que no escribiría porque se sentía frustrado por las acciones del gobierno estadunidense y la guerra en Irak. Sin embargo, dijo, ?en la oscuridad de nuestros tiempos a veces algo ligero es de gran utilidad?.

En esta cinta, donde actúan Sophie (la hija del escritor), Irène Jacob, David Thewlis y Michael Imperioli, trata ?el tema de la imaginación y del proceso creativo; de cómo un escritor vive dentro de lo que está creando. Pienso a Martin Frost como una respuesta a Lulú en el puente. Las dos se solapan de cierta manera en cuanto al estado de ensoñación, pero el tema sigue siendo lo imaginario que se convierte en lo real.

?En ambos casos un hombre inventa a una mujer. Para eso somos buenos los hombres: para crear mujeres en la mente. Probablemente es uno de los puntos negativos de la masculinidad: ver algo que realmente no está ahí, pero que al mismo tiempo mantiene vivo el deseo en el mundo?.

Sobre la separación entre el director y el escritor, añadió: ?escribí el guión como película, no como novela. Lo pensé como algo visual. Son dos cosas totalmente diferentes: una película es un rectángulo, es bidimensional, imágenes proyectadas. Parece la realidad, pero no la es. En cambio un libro son palabras sobre una página que luego absorbe la mente del lector y muchas veces son más reales que las imágenes de una cinta.

?Una novela es un motor narrativo que funciona en tres dimensiones, mientras que una película se corta en diferentes momentos, como un rompecabezas. Son dos procesos diferentes y por eso he disfrutado trabajar en el cine: me obliga a pensar de otra manera?.

Por lo pronto, no tiene otro guión en mente, pero si lo tuviera lo haría de la misma manera, a escala íntima: ?me gusta trabajar a ese nivel, con un presupuesto pequeño, que da la oportunidad de trabajar de manera libre. Quienes trabajan en filmes de gran presupuesto no tienen poder, los productores lo controlan todo?.

Las actividades de Paul Auster continuarán no sólo como jurado. El próximo miércoles presentará la versión en castellano del guión La vida interior de Martin Frost (Anagrama).

Y, mientras, sigue repartiendo autógrafos por las calles de esta ciudad.

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jueves, agosto 09, 2007

De lo contrario, Auster sería yo

por Enrique Vila-Matas

Si me encuentro con una entrevista con Paul Auster, la leo inmediatamente. Es un autor que siempre me aporta ideas. Pero eso sí, nunca puedo terminar esas entrevistas que le hacen, porque me entran tales ganas de ponerme a escribir que debo dejar la lectura. En la que acabo de dejar de leer para ponerme a escribir estas líneas, le preguntan por los muchos autores que han influido en su trabajo y le citan a Cervantes, Dickens, Kafka, Beckett y Montaigne. Son precisamente los autores que forman el eje central de la novela que ando yo en estos días terminando. "Los llevo a todos conmigo", dice Auster, "llevo a docenas de escritores conmigo, pero no creo que mi trabajo se parezca a ninguna de sus obras. No estoy escribiendo sus libros, sino los míos".


Yo estoy seguro de que podría decir exactamente lo mismo. "Los llevo a todos conmigo" es una frase que viene a corroborar esa sensación que tiene Auster ?que tengo yo también, con perdón? de que cuanta más experiencia de la soledad tiene uno, más paradójicamente vive la sensación de que esa experiencia no es precisamente de ostracismo o de aislamiento, sino de apertura hacia los demás. "Es sorprendente que no podamos comenzar a comprender nuestra relación con los demás hasta que estamos solos. Y cuanto más solo está uno, cuanto más se hunde en la soledad, más profundamente siente esa relación", dice Auster.
Los otros (incluidos los otros escritores, y de entre éstos sólo los que nos gustan, los que llevamos con nosotros) actúan de un modo extraño que hace que nos resulte imposible aislarnos de ellos. Por lejos que uno se encuentre en un sentido físico (aunque esté en una isla desierta o encerrado en una celda solitaria), descubre que está habitado por otros. Qué lejos esta sensación o esta idea de aquello que le sucedía al siniestro Unamuno, pensador de primer orden pero egotista ridículo, que llegó a sospechar que los otros no existían, que eran sólo una invención suya para evitar la angustia que le provocaría descubrir que estaba solo en el mundo. A veces, estoy hablando con los amigos y me acuerdo de la idea siniestra de Unamuno y juego a verlos como una invención mía. No logro nunca que digan lo que yo quisiera que dijeran, pero sí es cierto que a veces, vistos desde esta forma unamuniana, me parecen formar parte de algún extraño juego teatral y conspirativo, como de trama de película de Mamet.
No hay mayor sentido del desprecio hacia el otro que pensar que lo hemos imaginado. Unamuno miraba hacia lo más profundo de su ser y se encontraba sólo a sí mismo y solo, además, en el mundo. Auster, por lo contrario, hace lo mismo, mira hacia lo más profundo de su ser, y lo que ahí encuentra es algo más que a sí mismo, encuentra el mundo. ¿Leer a Auster es encontrar mi mundo? Todo lo contrario, es encontrar al otro. Y aprender a llevarlo conmigo cuando me encuentro sentado ante mi ordenador, como ahora mismo en esta mañana invernal.
Pero en el fondo es todo un gesto de disidencia hacia Auster el que me haya sentado ante el ordenador y no ante la máquina de escribir. Porque lo que realmente esta mañana me ha empujado a hablar de Auster han sido unas palabras suyas acerca de su necesidad de no abandonar su máquina de escribir: "La tengo desde 1974, ahora ya más de la mitad de mi vida. Nunca se ha estropeado. Todo lo que tengo que hacer es cambiar las cintas de vez en cuando, pero vivo con el temor de que llegue un día en el que no haya más cintas a la venta, y entonces tendré que usar el ordenador y entrar en el siglo xxi."
Esta confesión de amor hacia su máquina me ha llenado de vergüenza, porque me ha recordado la frivolidad (no tuve paciencia para buscar más) con la que me pasé al ordenador hace tres años, cuando di dos vueltas enteras a Barcelona en busca de cintas para mi máquina de escribir y, al no encontrarlas, me di por rendido. No hallé las cintas ni siquiera en una pequeña tienda cercana a la plaza de Urquinaona que resistía al empuje de los avances técnicos de nuestra época y seguía vendiendo cintas y máquinas de escribir: una tienda que yo visitaba con la impresión de que todo aquello era un milagro y sus dueños (lo había deducido por su manera fanática de hablarme de las máquinas Olympia) unos fervorosos defensores del antiguo tecleo eléctrico.
Ignacio Martínez de Pisón, a quien le conté la historia de los dueños de ese comercio (un extraño matrimonio que luchaba contra la modernidad), llegó a escribir un cuento en el que se inventaba que, delante de los vendedores fanáticos de las máquinas Olympia, alguien montaba una tienda de ordenadores, que constituía la ruina de la pequeña tienda resistente. Parecía que iba a ser un cuento profético, pero el matrimonio fanático, temeroso de que ocurriera realmente lo que relataba Martínez de Pisón (debieron leer su cuento), se pasó de la noche a la mañana a los ordenadores y me obligó a hacerlo a mí también, pues nunca he dudado de que esa tienda de máquinas de escribir fue la última de la ciudad.
Más suerte tuvo Paul Auster, que puede seguir fiel a su Olympia, pero eso se debe seguramente a que vive en Nueva York. Que seamos él y yo distintos en esto (y en tantas otras cosas que ahora se me ocurren) me produce un gran alivio, porque me permite seguir estando solo, aunque llevando a todos mis escritores preferidos conmigo y escribiendo no sus libros, sino los míos. De lo contrario, Auster sería yo. Y eso yo no lo podría permitir. Y menos aún los otros. -

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domingo, marzo 18, 2007

La venganza de los hijos de Auster

(La Nueva España - Eugenio FUENTES)

El premio «Príncipe de Asturias» convoca a todos sus personajes en «Viajes por el scriptorium», su última novela

Hace ya más de una década el neoyorquino Paul Auster, premio «Príncipe de Asturias» en 2006, reflexionaba así: «Todos mis personajes han experimentado alguna forma de pérdida, la rotura de algún vínculo fundamental, muchas veces biológico». Mister Blank, el protagonista de Viajes por el scriptorium, la última novela de Auster, no es una excepción a esta norma. Y no sólo eso. Por especial querencia del novelista, aficionado desde antiguo a las vueltas de tuerca metaliterarias, su extraviada condición es suma y consecuencia de los avatares vividos por todos los personajes que le han precedido.
Mister Blank, en apariencia uno más de los personajes beckettianos de Auster, es un anciano encerrado en una habitación, donde es vigilado con cámara y micrófono. No sabe ni quién es ni dónde está. Desconoce qué hace en ese lugar y cuánto tiempo lleva allí. Tampoco sabe a ciencia cierta si es un prisionero o puede salir de su encierro. Pero no lo averigua, porque tiene miedo. Sólo le consta que en la habitación, cuya única ventana está cerrada, hay una cama, un escritorio, una puerta que da a un baño y un sillón giratorio y rodante, aunque este gratificante detalle tardará en descubrirlo. Sobre el escritorio reposan treinta y seis fotografías y cuatro mazos de documentos.

Mister Blank -cuyo nombre en inglés alude a las claras a su mente en blanco, confusa, desmemoriada, inconexa- tiene, eso sí, un enorme complejo de culpa que le provoca una inmensa angustia, aunque tampoco puede quitarse de la cabeza la sensación de estar padeciendo una gran injusticia.
La sospecha de que ha hecho daño a muchas personas -a las que califica de agentes y sobre cuyas misiones ha escrito informes- le ronda de continuo la cabeza. Es más, en ocasiones, al cerrar los ojos, una legión de supuestos condenados desfila por su mente, adoptando los aires de una espectral santa compaña. Una procesión de seres sin rostro que emite un gemido apenas perceptible mientras recorre un páramo desolado.
El confuso aislamiento de Mister Blank, que teme la venganza de sus agentes, sólo es roto de tanto en tanto por algunas visitas y llamadas de teléfono: sus devotas cuidadoras, Anna y Sophia; un ex policía británico que indaga sobre un sueño, al que confiere una especial relevancia, y que le pone al tanto de que hay «mucho resentimiento» contra él; su médico, su abogado...
Mister Blank es, una vez más, un personaje vencido por el tiempo, como los que han venido protagonizando las últimas novelas de Auster: El libro de las ilusiones, La noche del oráculo, Brooklyn follies. En una reciente entrevista con el diario «El País» Auster explicaba que la génesis de Viajes por el scriptorium se encuentra en su imagen inicial: un anciano cabizbajo -tal vez el propio autor en un futuro no muy lejano- sentado al borde de una cama estrecha, con las manos sobre las rodillas y la mirada en el suelo. «Los ancianos son seres muy frágiles», constata Auster, «confundidos, les falla la memoria, no saben dónde están, no entienden bien qué les sucede, están indefensos. Se trata de algo muy común, pero olvidado». La vejez, pues.
Pero, como no podía ser menos en Auster, el anciano es sólo un instrumento para desarrollar una historia de encierro y extravío. El padre de La habitación cerrada o El palacio de la luna ha edificado el conjunto de su obra sobre una galería de seres errantes o recluidos, o ambas cosas. La habitación y el viaje han sido dos de sus escenarios recurrentes. Y Mister Blank será sólo el agente -por emplear un concepto muy presente en Viajes por el scriptorium- de una trama que, girando en torno a la memoria, la identidad y la palabra, arranca de un encierro para convertirse en un intenso periplo autorreferencial por toda la obra de Auster.
Porque las 120 líneas que llevo escritas, sin mentir deliberadamente, son sólo un ejercicio de simulación: un intento de aproximarse al modo de entender esta novela pesadilla que tendría un lector que no conociese ninguna narración de Auster. Si ése es su caso, y si desea preservar su virginidad, puede abandonar aquí la lectura de esta reseña. A condición de que tampoco haya caído en sus manos ninguna de las entrevistas promocionales concedidas por Auster.
En caso contrario, no tendrá mucha dificultad en darse cuenta de que Anna, la cuidadora que irrumpe en la habitación de Mister Blank en la página 24, no es otra que Anna Blume, la protagonista de El país de las últimas cosas. Un personaje, posiblemente el más querido por Auster, que le acompaña desde los 21 años, aunque tardó casi dos décadas en encontrar acomodo en su escritura. Su marido, David Zimmer, al que la propia Anna alude en la página 37, es el protagonista de El libro de las ilusiones.
Sophia, la otra cuidadora, es Sophia Fanshawe, personaje relevante de La habitación cerrada y mujer de Fanshawe, el enigmático escritor loco que decidió desaparecer antes de publicar una sola línea. Fanshawe contempló -¿lo recuerdan?- desde un ostracismo desesperado el éxito de sus obras, dadas a la imprenta por un albacea amigo que, a la postre, acabaría siendo el nuevo marido de Sophie.
El médico, Samuel Farr, también proviene de El país de las últimas cosas. El abogado, Quinn, es el protagonista de la primera novela de Auster, Ciudad de cristal, y resulta ser sobrino de Molly Fitzsimmons, la mujer que se casó con Walt, el niño prodigioso que levitaba en Mr. Vértigo. Incluso las 36 fotos que reposan sobre el escritorio son otras tantas imágenes de personajes de novelas de Auster.
«La idea subyacente es la de un escritor obsesionado por todos los personajes a los que ha dado vida a lo largo de los años», confiesa Auster, quien recientemente ha confesado que tal vez no escriba más novelas. «Crear personajes no es una acción gratuita, es algo que entraña una responsabilidad», sentencia. Lo malo es que, al parecer, la mayoría de sus entes de ficción son presas del resentimiento.
No es el caso de Anna, su bienamada, quien está muy reconocida a Mister Blank: «Sin usted no sería nadie», le confiesa, orientándonos sobre el papel demiúrgico del anciano encerrado. Pero Anna o Sophie son casos aislados. De hecho, alguna de las criaturas comparece en la habitación con una navaja entre sus ropas, por si se presenta la ocasión de cortar por lo sano. Y no es de extrañar, porque varias décadas enviando agentes a dolorosas misiones es la mejor manera de rodearse de entes rencorosos ávidos de venganza.
Vean si no el repertorio de acusaciones que, según le comunica el abogado, Quinn, lanzan sus agentes contra Mister Blank: «Desde indiferencia criminal a acoso sexual. Desde asociación ilícita con propósito de dolo hasta homicidio involuntario. Desde difamación del buen nombre de las personas hasta asesinato en primer grado. ¿Quiere que siga?».
No, Mister Blank no quiere más, aunque se declara inocente. «Lo paradójico», se defiende Auster en la entrevista citada, «es que si el libro que se escribe es bueno, las criaturas imaginarias están destinadas a tener una vida mucho más larga que la de su creador». ¿Ah, sí? Pues tal vez en la paradoja esté el castigo. Que el lector lo descubra. De momento, bástele con saber que en el mazo de documentos que reposa sobre el escritorio de la habitación se encuentra la solución al enigma.

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martes, enero 30, 2007

Ya está lista su versión en español

EL COMERCIO]. Un hombre mayor vive solo en una habitación casi vacía, lo único que tiene a su disposición es un escritorio con varios papeles y algunas fotografías. A pesar de sus esfuerzos, el hombre, llamado Mr. Blank, no logra entender qué es lo que esos documentos hacen ahí, ni lo que dicen sobre él. Cada cierto tiempo, algunas personas llegan a su austera vivienda, y aunque él no logra recordarlas, todas lo conocen.
Poco a poco vamos descubriendo que Mr. Blank ha hecho cosas terribles. Anne, la mujer que lo vigila, le muestra gratitud, aunque Blank recuerda haberla maltratado en algún momento. Sigmund Graf, un hombre al que envió en una misión que Blank también es incapaz de recordar, acaba de volver de un país habitado por primitivos y es condenado a muerte por las cosas que hizo ahí . ¿Qué es lo que Blank ha hecho? ¿Por qué está viviendo en esa habitación? ¿Logrará recordarlo?
Este es el argumento de la reciente novela de Paul Auster, "Travels in the Scriptorium", que a pesar de haber sido publicada en Estados Unidos hace tan solo una semana, ya tiene preparada su traducción al español. Editorial Anagrama, la encargada de editarla en España y Latinoamérica, anunció su publicación para el 1 de febrero.
Aunque Auster es uno de los autores más leídos y respetados en el mundo entero, el año pasado recibió el prestigioso Premio Príncipe de Asturias de las Letras, los primeros lectores de "Travels in the Scriptorium" no han dudado en calificarla como una obra menor. Según la periodista británica Killian Fox, la novela no supera a los primeros libros de Auster.
En todo caso, gracias a la rápida labor de Editorial Anagrama, no habrá que esperar mucho tiempo para poder leerla y así sacar nuestras propias conclusiones.

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viernes, enero 19, 2007

Galaxia publica en gallego la nueva novela de Paul Auster

17/01/2007 - La Voz de Galicia

Viaxes no scriptorum también sale a la venta en castellano, euskera y catalán.

(Firma: Agencias)
La editorial Galaxia acaba de publicar en gallego, al mismo tiempo que también aparece en catalán, euskera y castellano, Viaxes no scriptorum, la última novela de Paul Auster.

De esta forma, Editorial Galaxia continúa su labor de presentar a los lectores gallegos, en lengua gallega, los grandes títulos de la literatura universal contemporánea.

Según informó la editorial en un comunicado, se trata de enriquecer el sistema literario gallego con títulos y autores universales de primera línea, a la par de los autores propios.

En el año 2006, Editorial galaxia publicó 37 novedades de carácter literario (autores gallegos) y 18 traducciones 4 de literatura infantil y juvenil.

En Viaxes no scriptorum el autor norteamericano, Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006, sorprende otra vez con una novela que es un viaje interior al mundo de la creación literaria.

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