Muere Forrest J Ackerman, leyenda de la ciencia ficción

Aunque fue poco conocido entre los lectores de literatura en general, Ackerman era una leyenda en los círculos de la ciencia ficción por ser el editor fundador de la revista Famous Monsters of Filmland

EL UNIVERSAL – AP

Famous Monsters of Filmland

Famous Monsters of Filmland

LOS ÁNGELES Viernes 05 de diciembre de 2008
19:43  

Forrest J, actor, agente literario, editor de revistas y amante de la buena vida, que descubrió al autor Ray Bradbury y a quien se le atribuye la creación del término »sci-fi» para la ciencia ficción, falleció el jueves pasado a la edad de 92 años por una complicación cardiaca en su casa de Los Ángeles, informó Kevin Burns, director de Prometheus Entertainment y albacea de los bienes de Ackerman.

Aunque era poco conocido entre los lectores de literatura en general, Ackerman era una leyenda en los círculos de la ciencia ficción por ser el editor fundador de la revista Famous Monsters of Filmland. También era propietario de una enorme colección de recuerdos relacionados con películas y la literatura del género que llenaban cada rincón de su mansión ubicada en una colina con vista a Los Angeles.

»Se convirtió en el cabecilla, el líder espiritual de todo en la ciencia ficción, la fantasía y el horror», dijo Burns el viernes. Todos los sábados por la mañana abría la puerta de su hogar para aquellos interesados en conocer sus tesoros. Llegó a vender algunas piezas y regaló otras cuando se mudó a una casa más pequeña en el 2002, pero no dejó de recibir a la gente cada sábado hasta que su salud se lo permitió.

La colección alguna vez tuvo más de 50 mil libros, miles de revistas de ciencia ficción y algunos artículos como la capa que Bela Lugosi usó en la película »Drácula» de 1931. Su mayor mérito fue descubrir a Bradbury, autor de los clásicos »Fahrenheit 451» y »Crónicas Marcianas».

Ackerman había puesto un anuncio en una librería de Los Ángeles sobre un club de                 ciencia-ficción que había comenzado a organizar y así fue como el adolescente Bradbury apareció. Posteriormente le dio a éste dinero para comenzar su propia revista de ciencia ficción: Futuria Fantasia.

»No había publicado y conocí a muchas de esas personas que me dieron ánimos y me ayudaron a que comenzara mi carrera y todo fue por Forry Ackerman» dijo Bradbury a The Associated Press en el 2005.

Ya como agente literario, Ackerman representó a Bradbury, Isaac Asimov y a muchos otros escritores del género. Alguna vez contó que el término »sci-fi» se le ocurrió en 1954 cuando iba en un auto escuchando la radio y un locutor dijo »hi-fi».

»Mi querida esposa dijo: ‘olvídalo Forry, nunca va a pegar»’, narró. Poco después lo usó en Famous Monsters of Filmland, la revista que co-fundó en 1958 y editó por 25 años.

Ackerman participó en muchas películas, por lo general haciendo »cameos». Entre su repertorio destacan »Queen of Blood», »Dracula vs Frankenstein», »Amazon Women on the Moon», »Vampirella», »Transylvania Twist», »The Howling» y el video de la canción de Michael Jackson »Thriller». Recientemente participó en »The Dead Undead» de 2007 y »The Boneyard Collection» de 2006.

Regresó por una corta temporada a Famous Monsters of Filmland en la década de 1990, pero tuvo fricciones con la editorial sobre asuntos creativos. Comenzó una demanda y ganó su juicio con una compensación de más de 375 mil dólares.

Alguna vez dijo que se enamoró de la ciencia ficción cuando tenía nueve años y vio una revista llamada Amazing Stories, la cual conservaría por el resto de su vida.

La primera familia planetaria

Astrónomos obtienen imágenes de sistema planetario similar al Sistema Solar
Internacional – Jueves 13 de noviembre (18:15 hrs) – El Financiero (MX)

 
 

  • Fueron tomadas por telescopios de los observatorios Gemini Norte y W.M. Keck, ubicados en el volcán Mauna Kea, en Hawai
  • La estrella que sirve de referencia para los otros planetas, llamada HR 8799, está a unos 130 años luz de la Tierra

El Financiero en línea 

Santiago de Chile, 13 de noviembre .- Astrónomos de diferentes países obtuvieron las primeras imágenes directas de un sistema planetario que orbita alrededor de una estrella, tal y como sucede con el Sistema Solar.

Las imágenes fueron tomadas por telescopios de los observatorios Gemini Norte y W.M. Keck, ubicados en el volcán Mauna Kea, en Hawai, informó este jueves el Observatorio Gemini, que también cuenta con un telescopio en Chile.

«Por primera vez, por medio de imágenes directas, hemos detectado y confirmado observaciones de planetas que orbitan una estrella que no es el Sol», declaró Christian Marois, astrónomo del instituto de astrofísica Herzberg, en Canadá, y a cargo de la investigación.

La estrella que sirve de referencia para los otros planetas, llamada HR 8799, está a unos 130 años luz de la Tierra, tiene 1.5 veces la masa del Sol y es cinco veces más luminosa, aunque significativamente más joven.

«Hemos sabido desde hace una década por medio de técnicas indirectas que el Sol no era la única estrella que tenía planetas orbitándolo, pero por fin tenemos una imagen real de un sistema completo. Esto es un hito en la búsqueda y la caracterización de sistemas planetarios alrededor de estrellas», apuntó Marois.

Alrededor de la estrella se han identificado tres planetas que se crearon unos 60 millones de años atrás, y cuyo tamaño se estima que es de seis, nueve y once veces la masa del plantea Júpiter.

Del mismo modo que en el Sistema Solar, estos planetas gigantes orbitan en las regiones exteriores (a unas 25, 40 y 70 veces la distancia entre la Tierra y el Sol), lo que ha llevado a los astrónomos a cargo de la investigación a compararlo con una versión aumentada del Sistema Solar.

La distancia a la que se encuentran las estrellas observadas requirió el uso de tecnología de óptica adaptativa para corregir el efecto borroso de la atmósfera.

«El sistema planetario de HR 8799 será estudiado muy detalladamente en años venideros y con seguridad será un blanco perfecto para los instrumentos de hallazgos de exoplanetas y las misiones espaciales de las próximas generaciones», aseguró el responsable de la investigación. (Con información de EFE/JOT)

Melancolía en blanco y negro

ARRANCARON LAS COMPETENCIAS EN MAR DEL PLATA

Con matices bien diferentes, la estadounidense Remedio para melancólicos, la danesa No me temas, la argentina Las hermanas L y la mexicana Voy a explotar abrieron el fuego, en una jornada que deparó algunas funciones algo accidentadas.

Por Horacio Bernades / Página 12

Pasaron los discursos, el ballet y los homenajes, y la 23ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata dio lugar, desde primera hora de la mañana de ayer, a aquello que, se supone, debería constituir el corazón del festival: las funciones de cine. Las primeras resultaron bastante accidentadas. Hubo alguna proyección demasiado oscura, algún problema con el subtitulado electrónico, y además la pantalla del Auditorium, que es la sala de cabecera, presenta dos rayas que la cruzan de arriba abajo. Casi todas esas circunstancias fueron aliviadas por el presidente del festival, José Martínez Suárez, que, a la manera de un patrón de estancia bonachón y ubicuo, se ocupó en persona de cuanto problema se presentara, por más ínfimo que fuera. De reconocido don de gentes, el veterano director cinematográfico llegó a matizar una espera de media hora, por interrupción de una proyección, con una suerte de unipersonal improvisado, lleno de chistes y anécdotas de infancia, que fue saludado con una salva de aplausos.

El festival presenta tres competencias, y todas ellas tuvieron ayer su arranque. La competencia internacional lo hizo con una ópera prima estadounidense, Remedio para melancólicos, y el film danés Den du frygter, traducible por No me temas. Con un tratamiento de color que da por resultado un blanco y negro que “deja pasar” algunos tonos (rojos, verdes y amarillos, siempre lavados), Remedio para melancólicos guarda una relación más estrecha con la nouvelle vague que con el libro homónimo de Ray Bradbury. Como las primeras películas de Godard o Rohmer, el debut de Barry Jenkins tiene por protagonistas a un hombre, una mujer, una ciudad y un lapso estrecho de tiempo. Todo transcurre un domingo, desde que los protagonistas se despiertan –en una casa ajena, con resaca y no demasiado satisfechos del modo en que hicieron el amor– hasta las últimas horas, cuando se separan. Ambos afroamericanos (como el propio Jenkins), a lo largo de ese día Micah y Joanna pasan de una distancia enorme a una suerte de afección con reservas. Siempre teniendo como fondo una San Francisco que no parecería ni del todo propia ni demasiado ajena (aunque el realizador es oriundo de Miami), Jenkins se relaciona con sus personajes también de modo tentativo y cauteloso, arreglándoselas para introducir generosas dosis de política racial.

Puede que el público argentino no haya oído hablar de Kristian Levring (uno de los cineastas más notorios del extinto Dogma), pero en No me temas no dejará de reconocer los rostros de ambos protagonistas. Se diría que tanto Ulrich Thomsen como Paprika Steen “estuvieron en todas”, desde La celebración y Los idiotas a cuanta película danesa se recuerde. Típico film de insatisfacción burguesa a la europea, para combatir la suya Thomsen se presta a un experimento con un nuevo antidepresivo. Al liberar sus deseos reprimidos (sobre todo los agresivos y hasta criminales), lo que comienza como variante de Dr. Jekyll y Mr. Hyde deriva luego hacia una posible variante de El resplandor, con el protagonista a punto de masacrar a su mujer e hija, en una casa idílica frente a un lago, en lugar de hotel en la nieve. Con unos encuadres tan prolijamente cortados como suele ser en el cine nórdico, el proceso de sorda implosión familiar que presenta No me temas podría emparentarse con los films del austríaco Michael Haneke, como Funny Games o Caché. Pero el malestar que genera se queda un poquito a medio camino.

La L de Las hermanas L –que ayer dejó inaugurada la competencia argentina– es de Legrand: ése es el apellido de las hermanas, que se reencuentran cuando la menor, Sofía, cae con todas sus valijas en casa de la mayor, Eva. Para hacerlo breve, Sofía terminará fifando con el marido de Eva, Lucho, con la heladera abierta o sobre el lavarropas, mientras Eva practica sexo oral con un alumno de inglés y Lucho se calienta con los cuentos eróticos que escribe la mamá del alumno (una Soledad Silveyra excesiva y fotofóbica). Con un tono jodón, desprolijote y bardero, que recuerda inconfundiblemente a las primeras películas de Almodóvar, en sus mejores momentos la película dirigida por el cuarteto Bär-Giralt-Montiel-Schipani es capaz de despertar buenas carcajadas. Cosa que en la primera función de ayer sucedió en abundancia. En otros, puede llegar a resultar tan gritada y televisiva como Esperando la carroza.

En sus primeros 15 o 20 minutos, da toda la sensación de que la mexicana Voy a explotar (que abrió la competencia latinoamericana) va a cumplir con lo que el título anuncia. Con una puesta en escena vertiginosa –que el tamaño scope se ocupa de magnificar–, montaje arrollador y una cámara cuya dinámica no se permite ninguna gratuidad, el realizador, Gerardo Naranjo (su ópera prima Drama/Mex pasó por el Bafici), introduce a sus protagonistas, un chico y una chica cuya furia y de-sesperación vital parecen haberse contagiado a la película. Una vez que ese big bang inicial tuvo lugar y el relato se asienta, Voy a explotar de algún modo “se normaliza”, siendo empujada al final a una tragedia que se siente un poquito forzada. Pero aquellos 15 o 20 minutos son prueba irrefutable de que Naranjo (México, 1982) es capaz de desparramar talento, destellos de genio incluso, y habrá que seguirlo de aquí en más.

* Remedio para melancólicos se verá por última vez hoy a las 17 en el Teatro Colón. Den du frygter, hoy a las 16 en el Auditorium y mañana a las 24 en el cine Ambassador. Las hermanas L, por última vez hoy a las 16.30 en el cine Del Paseo 4. Voy a explotar, hoy a la misma hora en el Cinema 2.

Crónicas marcianas, de Ray Bradbury

José Luis Valcarce 30/09/2008 (Fantasymundo)

Un libro que debe ser leído y disfrutado por aquellos que quieran conocer la buena literatura y la buena ciencia ficción, no en vano este libro es de lo mejor que nos podemos encontrar en la historia del género.

En estos tiempos en los que la ciencia ficción parece sucumbir ante los modelos comerciales que se mueven entre la novela histórica y la ficción histórica, es de agradecer que algunas editoriales decidan reeditar algunos clásicos del género. La reedición de los clásicos no sólo nos acerca a obras que fueron fundamentales en el desarrollo de la sci-fi sino que además nos permite calibrar los cambios en los modelos literarios y entender el devenir de un género que no se ha quitado nunca -por desgracia- el sambenito de menor y minoritario.

La ciencia ficción -admitámoslo- nunca ha sido tomada muy en serio por la “literatura oficial”; ha sido y es un género minorizado al que a lo sumo se ve con simpatía o como hermano pobre, pues ni se considera con la suficiente profundidad literaria ni tiene el profundo tirón comercial de otros géneros, que -conviene recordar- le deben mucho a la sci-fi.

La obra que intento acercar ahora al lector, «Crónicas Marcianas», de Ray Bradbury, (Minotauro, en su edición de Clásicos Minotauro) es, en mi modesta opinión, merecedora de los más grandes elogios en cuanto a calidad artística y debe considerarse como una de las grandes obras literarias del siglo XX y uno de los mejores exponentes de las letras estadounidenses.

La obra de Bradbury es una colección de pequeños relatos que narran la colonización de Marte, el destino de su raza autóctona y de la Humanidad y de la Tierra. Bajo esta fachada no se encuentra sino una verdadera paráfrasis de la historia de Estados Unidos y una trasliteración de la colonización de América y el destino de sus habitantes.

El estilo es sencillo, natural, ni una palabra de más ni de menos, pero a la vez -y esto es lo meritorio- rico, poético por momentos, onírico en algunos pasajes y fluido, verosímil, hermoso. Una obra que deja huella sin necesitar del artificio y que engancha desde el comienzo.

Es indudable que Bradbury transmite las tensiones de los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX, la problemática social y racial, el impulso individualista y la dinámica comunitaria tan propia de la cultura norteamericana. Los colonizadores de Marte trasladan su “american way of life” a Marte, su individualismo dirigido a enriquecerse, a abandonar una Tierra que no sacia sus necesidades físicas y espirituales. Van llenos del espíritu mesiánico de los pioneros y de ese modo se comportan de un modo análogo al de la Historia.

Cabría recordar que Marx afirmaba que la Historia siempre se repite, algunas veces como farsa y otras como tragedia, por lo que Bradbury traslada la experiencia histórica de su patria a la colonización de Marte. Sirva como ejemplo que son los colonos los que sin saberlo han contribuido a la desaparición de los marcianos, una desaparición que recuerda al exterminio de miles de indígenas del nuevo mundo mediante la extensión de las enfermedades propias del hombre blanco y para las que no estaba preparado el habitante de las Américas.

Son precisamente los marcianos quienes dan algunos de los relatos más hermosos del libro, con su naturaleza distinta, espiritual y trágica a la vez. Bradbury los utiliza para introducir pasajes oníricos, dramáticos y también cómicos, puesto que en una obra que trata una empresa de estas características ha de haber, necesariamente, espacio para casi todo.

Además, permiten los marcianos tocar el tema racial, tema que se trata también en el relato que trata la migración de población negra del Sur de Estados Unidos a Marte (auténtica búsqueda de libertad que emula la de los esclavos de la primera mitad del siglo XIX) y ejemplifica el grado de segregación y racismo que vive la sociedad contemporánea del autor. No deja de ser un ejemplo de la capacidad de denuncia de la literatura que se plasma en diversos pasajes de las Crónicas Marcianas.

Estas referencias constantes a la Historia son inevitables puesto que hay un transfondo permanente en la obra: la Tierra. El colono quiere construir otra Tierra en Marte, una hecha a su medida, pero Tierra al fin y al cabo, y al mismo tiempo los conflictos de la Tierra, conflictos humanos, condicionan la colonización y el desarrollo del libro.

Un libro que debe ser leído y disfrutado por aquellos que quieran conocer la buena literatura y la buena ciencia ficción, no en vano este libro es de lo mejor que nos podemos encontrar en la historia del género. Léanlo, les gustará.

La formación de un escritor

Farenheit 451 es la historia de un sombrío y horroroso futuro. Montag, el protagonista, pertenece a una extraña brigada de bomberos cuya misión, paradójicamente, no es la de sofocar incendios sino la de provocarlos para quemar libros. Porque en el país de Montag está terminantemente prohibido leer. Porque leer mueve a pensar, y en ese país está prohibido pensar. Esta célebre novela es una de las tantas, escritas por el maestro de la ciencia ficción, Ray Bradbury.

Este relato es además el nudo desde el que se desata el imaginario de Pablo De Santis. Él mismo comenta haber descubierto su afición por la literatura en las páginas de los libros de su infancia.

«Leí a muy temprana edad, comencé devorándome novelas de fantasía y aventura… Descubrí mi vocación de escritor en los textos de Ray Bradbury». Recuerda la vieja colección de importación de libros de literatura fantástica de la editorial Minotauro. «Mi madre compró para mí varios de los títulos de esta editorial». «Comencé a escribir imitando a estos autores».

Pablo De Santis estudió la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires. Pero manifiesta haberse formado como literato contra los esquemas institucionales de la Universidad. «Me gustan los aspectos sociológicos de la escritura, lo que tiene la literatura para decir sobre la sociedad».

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