En la próxima sesión de nuestro Club de lectura nos adentramos en la más inhóspita Alaska con Sukkwan Island, ópera prima de David Vann que supuso uno de los debuts literarios más sonados y contundentes de principios de nuestro siglo.

Cuando David Vann tenía 13 años, su padre le propuso pasar un año juntos en Alaska. Él rechazó la invitación, y dos semanas más tarde recibía la noticia de que su padre se había suicidado. Intentando entender y superar la vergüenza que para él supuso esta entrada en su biografía, comenzó a escribir una novela en la que un padre y un hijo se preparan para pasar doce meses en una isla en la que solo es posible llegar en barco o hidroavión, convirtiendo ese supuesto en el que aceptaba la propuesta de su padre en una historia tensa, asfixiante y claustrofóbica con tintes de auténtica pesadilla. A Vann le costó muchos años conseguir que una editorial se atreviera a publicar su obra pero, en cuanto rozó la mesa de novedades, se convirtió casi de manera automática en un boom. El mundo literario daba la bienvenida a un nuevo autor por la puerta grande.

Y es que a veces pasa. En Hotel Kafka siempre insistimos mucho en que la escritura es una carrera de fondo, tanto a la hora de escribir un libro como cuando se trata de conseguir que tu trabajo se vea reconocido por público y crítica. Pero hay ocasiones en las que un autor, sin saberlo, aunque siempre aguarda en su interior que sea eso lo que suceda, se encuentra inmerso en una carrera de velocidad y, sin tener que saltar ninguna valla, de pronto ve que su primer retoño se convierte rápidamente en un éxito editorial, y él en alguien a quien seguir la pista.

Ahí tenemos a J. K. Rowling. Se nos olvida porque llevamos años conviviendo con Harry Potter, pero el primer libro de la saga, Harry Potter y la piedra filosofal, también fue una ópera prima que dio el pelotazo y que le abrió el camino a su autora para abandonar el desempleo y convertirse en una de las mujeres más ricas de Inglaterra. Claro que el éxito no va unido al beneficio económico, y en el caso de Rowling que sus bolsillos no paren de llenarse se debe también al hecho de que siguiera escribiendo y escribiendo una serie de hasta siete títulos sobre la que ahora es la escuela de magia más famosa del mundo. Lo que se dice, una mujer que se lo ha currado.

Pero no siempre una primera novela de éxito asegura una carrera literaria. Hay muchos ejemplos en la historia de la narrativa de autores que, a pesar de vivir el mejor estreno posible, o no volvieron a escribir, o escribieron muy poco, o simplemente se fueron desinflando. Por ser estrictos con el orden cronológico, podríamos comenzar con Margaret Mitchell, autora de la memorable Lo que el viento se llevó. Fue una de las primeras mujeres en tener una columna en un diario y entregó el manuscrito de Lo que el viento se llevó a un editor tras la ofensa de un amigo que se burló ante la posibilidad de imaginarla como escritora. Antes de que llegara a publicarse, ya había más de cincuenta mil reservas para su compra, se llevó el Pulitzer, y en poco tiempo ya contaba con una adaptación cinematográfica, también mítica. ¿Y después? Soltó la pluma y se dedicó a la beneficencia.

Parecido es el caso de Harper Lee y su Muerte de un ruiseñor, novela excepcional que también cuenta con un Pulitzer y con una maravillosa adaptación cinematográfica. Lee fue un poco más allá que Mitchell y llegó a publicar una segunda novela, solo que cincuenta y cinco años después, y además se trataba del borrador de la primera novela que había empezado a escribir en su vida, por lo que, en realidad, tampoco volvió a escribir.

En nuestro país también contamos con una autora que experimentó de primera mano lo que suponía alcanzar la cota más alta con una primera obra. Ella es Carmen Laforet, y su novela Nada la obra que la convirtió en la escritora más prometedora y que mejor se las veía de su generación. Carmen sí que siguió escribiendo, pero en su caso, las mieles se fueron derritiendo, hasta que la autora anunció un bloqueo creativo absoluto que le impidió seguir avanzando en su carrera.

Más cerca en el tiempo tenemos a Arundhati Roy y Kathryn Stockett. La primera se saltó varias casillas del tablero con la publicación de El dios de las pequeñas cosas, y la segunda seguro que todavía no se ha recuperado del éxito que alcanzó en su primera vez con Criadas y señoras. Quizás es pronto todavía para saber de cuántos días serán estas últimas dos flores, pero de momento ya están, de manera indiscutible, en el olimpo de los autores que para consagrarse solo les bastó con publicar un libro.

Tan completamente imposible es saber qué primera novela va a llamar tanto la atención como pronosticar qué hará ese autor cuando se encuentre con que ha acertado a la primera. Así que mejor relajarse y seguir con la rutina de escribir con el convencimiento de estar en una carrera de fondo. Para adelantar en el camino, siempre hay tiempo.

Por cierto, David Vann sigue escribiendo.

El próximo 17 de marzo comentaremos en nuestro Club de lectura Sukkwan Island. Te esperamos