En agosto de 1869 se publicaba el primer canto de una de las obras cumbres y rompedoras de la historia de la poesía francesa: Los cantos de Maldoror. Este inaudito libro hasta la fecha iba firmado por el Conde de Lautréamont, pseudónimo de Isidore Ducasse, un joven que por entonces contaba con solo veintidos años. A Lacroix, su editor, el libro le pareció tan único como censurable, por lo que decidió no distribuir la obra a librerías y dejar los ejemplares que había pagado Ducasse apilados en el sótano de la imprenta. Tuvieron que pasar muchos años hasta que los cantos fueron descubiertos por el mundo, y para entonces Ducasse yacía bajo tierra, víctima de una tuberculosis que lo devoró solo un año después de haber escrito el libro.

A partir de ese momento, la historia de su arcángel maligno, a vueltas contra Dios y buscando la saciedad a través del crimen y la violación, se convirtió tanto en un libro maldito de culto como en el precursor del surrealismo, gracias al empuje de André Breton.

Al igual que Ducasse encontró inspiración en autores como Lord Byron o Goethe, él a su vez fue inspirador para autores como Benjamin Péret o Louis Aragon, e incluso para artistas como Magritte o Dalí. Pero el homenaje a Los cantos de Maldoror que hoy os traemos es, cuanto menos, curioso, pues venimos a contaros que, ciento treinta y nueve años después, Maldoror se convirtió en Joker.

Atentos a este fragmento en el Canto I:

Cuando vi estos espectáculos, quise reír como los demás; pero esto, extraña imitación, me era imposible. Cogí un puñal de cuchilla afilada y me abrí las carnes allí donde se reúnen los labios. Por un instante creí que lo había conseguido. ¡Contemplé en un espejo esta boca mutilada por mi propia voluntad! ¡Era un error! La sangre que manaba abundantemente de las dos heridas me impedía además distinguir si se trataba de la risa de los otros

Y ahora, dadle al play:

Si los hermanos Nolan, guionistas de El caballero oscuro, no conocían la obra de Ducasse, sin duda alguien de su entorno les tuvo que poner al tanto. Y así, el homenaje pasa de la prosa poética a las películas de superhéroes, demostrando que nunca se sabe dónde se puede encontrar la inspiración ni qué hará el artista con ella.