Ya se ha dicho muchas veces, el mejor refugio es un libro, y en tiempos del coronavirus aprovechamos para reivindicar algunas obras que tuvieron como inspiración diferentes pandemias, reales o imaginadas.
- El último hombre (Mary Shelley). Una novela apocalíptica de ciencia ficción de la madre de Frankenstein completamente denostada en su época por «cruel» y «enfermiza» (y porque muchos de sus personajes estaban basados en personas del entorno de la autora) y que afortunadamente se rescató en los años 60 del siglo pasado. Está ambientada en torno al año 2070 y parte como un relato romántico que se convierte en una pesadilla en la que una extraña epidemia sin cura proveniente de Asia arrasa con toda la humanidad durante siete años. Y aquí paramos.
- Salón de belleza (Mario Bellatin). Se trata de la historia de un hombre que, tras hacer algo de dinero en un hotel de hombres, regresa a su hogar y abre un salón de belleza que se va convirtiendo poco a poco en un moridero, al sentirse obligado a alojar por las noches en él a jóvenes víctimas de una extraña enfermedad que está asolando las calles. De fondo, unos peces de acuario a los que este personaje sin nombre cría y que parecen acceder a cuidados de los que los moribundos carecen.
- La peste escarlata (Jack London). Escrita a principios del siglo XIX y ambientada en el siglo XXI, esta novela es un clásico post-apocalíptico al que le deben mucho libros como La carretera de McCarthy. En ella una peste fulminante se propaga a la velocidad del rayo, sin dar tiempo para encontrar una cura, dejando las ciudades despobladas y dando paso a los robos y la violencia, hasta que la humanidad queda reducida a unos pocos supervivientes que luchan contra un entorno cada vez más hostil.
- Diario del año de la peste (Daniel Defoe). Una novela repleta de detalles que narra la llegada y efectos de la epidemia que asoló Londres y las zonas cercanas en el siglo XVII. Defoe se obsesionó tanto con que su obra fuera verosímil que no dudó en incluir una gran cantidad de datos sobre nombres de calles, viviendas afectadas, recuentos de enfermos, tablas… Pero también hay espacio para los episodios sobrecogedores, como padres abandonando a sus hijos o casas tapiadas con los enfermos dentro. Un espléndido retrato de una sociedad desmoronada.
- El sueño de la aldea Ding (Yan Lianke). Todo comienza con unos campesinos pobres que son incitados a vender su sangre para sacar una ganancia y que acaban convirtiéndose en las víctimas de una epidemia de sangre contaminada que asola a la venturosa Ding, sin que a las autoridades parezca importales. Basada en la liberación de la venta de sangre que se produjo en China en los años 90 del siglo pasado, y que acabó con la propagación del sida, el relato es bello, emotivo y tan lleno de fantasía como de realidad.