Puede que quieras matricularte en uno de nuestros talleres y tengas dudas sobre cuál escoger. A menudo la disyuntiva está entre los talleres de Relato breve y de Novela. A continuación te contamos algunas diferencias entre ambas escrituras para ayudarte a escoger qué ficción te interesa más aprender a escribir.
En un primer momento y como respuesta automática, si nos preguntaran por la diferencia fundamental entre el relato y la novela, contestaríamos que se trata de la extensión. Y esto es relativamente cierto. Algunos consideran que, para que una obra sea catalogada como novela, tiene que llegar a un mínimo de entre 100 y 150 páginas (incluso hay quienes afirman que debe alcanzar, al menos, las 50.000 palabras), pero existen novelas cortas que no cumplen este requisito. Lo mismo ocurre con el relato. Para algunos, un relato debe tener una extensión de entre 5 y 30 páginas, y debe leerse en un máximo de media hora. Pero seguro que te vienen autores a la cabeza, como Antón Chéjov o Henry James, que se salen más de una vez (y de dos, y de tres) de este corsé. Diríamos entonces que la extensión no es la diferencia básica, pero sí que es muy importante.
Fue Julio Cortázar el que comparó por primera vez la novela y el relato con el cine y la fotografía. Mientras que una película facilitaba un orden abierto dado su metraje, la fotografía se ceñía a un campo bastante reducido impuesto por la cámara. Es una grandísima comparación estética que suele citarse a menudo, pero es tal vez Philip K. Dick uno de los que más se aproxima a una definición que nos permita aclarar la disyuntiva:
«Un relato corto puede tratar de un crimen; una novela trata del criminal, y los hechos derivan de una estructura psicológica que, si el escritor conoce su oficio, habrá descrito previamente».
La novela trata fundamentalmente de personajes. Es el género de la exploración del yo por excelencia. En ellas se desarrolla el perfil psicológico de uno o varios personajes de una manera más o menos exhaustiva, y es su evolución la que marca el desarrollo de la historia. Es, además, un género que puede incluir diferentes narraciones en torno a un mismo tema, que no necesariamente tienen que ir pegadas a la trama principal, por lo que ofrece una estructura mucho más abierta y flexible en la que el verdadero trabajo se encuentra en el engranaje. En el relato pasa todo lo contrario.
En un relato todo es conflicto, es el género de las acciones por antonomasia, y todo, absolutamente todo, tiene que girar en torno a él. Por eso se suele utilizar un único personaje principal, cuyo objeto de transformación es la sucesión de acontecimientos, las cosas que le van ocurriendo. Los perfiles suelen ser muy parcos y directos, y rara vez los protagonistas cuentan con pasado. Partimos de un esquema muy rígido que abarca un universo muy cerrado, por lo que se desestima todo aquello que no influya en el desarrollo de la acción, tanto las vivencias anteriores y rasgos de la personalidad de los personajes, como toda descripción que no apoye el suceso, que comienza y termina con el mismo relato.
Volviendo a Philip K. Dick:
«En un relato, se conoce a los protagonistas por sus actos; en una novela sucede al revés; se describe a los personajes y después hacen algo muy personal, derivado de su naturaleza individual».
Se suele decir que la novela es un género más tolerante con el autor, que le permite desarrollar temas, realizar digresiones y pararse en puntos que llaman la atención o en los que merece la pena ahondar, pero que no necesariamente tienen que estar interrelacionados con el tema principal.
En un relato todo está sujeto a lo que se desea contar y cada elemento que aparezca en la narración debe ser tratado como un indicio o informante de lo que sucede. Si, por ejemplo, en un relato decimos que al fondo de una habitación hay una maleta, lo diremos porque de alguna manera es importante para entender o avanzar en la narración, ya sea que alguien quiere huir sin que nadie lo sepa, que pertenece a alguien que ha desaparecido, que esconde algo valioso… o lo que en cada caso se nos pueda ocurrir. Por tanto, mientras que no podemos concebir un relato pensando en el espacio que nos va a ocupar, sí que la manera de construirlo va a derivar en una extensión mucho menor que la que requeriría una novela.
Sería imposible distinguir entre un relato y una novela leyendo un único párrafo, por lo que para su concepción y análisis es necesario tomarlos como un todo. Las diferencias empiezan en las estructuras y son potenciadas en la página escrita. Piensa en la historia que quieres contar, valora su complejidad y lo que necesitas para componerla bien, y su propia definición te indicará si estás ante un relato o una novela.
¿Has tomado una decisión?