A la hora de comenzar una novela es recomendable tener al menos tres elementos claros. Con ellos en la cabeza, todo lo demás es estilo y arquitectura. Tomarse el tiempo de pensar en ello antes de sentarse frente a la página en blanco, ordena la mente y nos indica una primera dirección que seguir. No importa en qué orden las definas, ni tampoco te debe preocupar cambiarlas durante el proceso de escritura. Lo primordial es dar ese primer paso que a veces se hace demasiado ancho.

Por un lado tienes el tema. Es principalmente tu tesis o teoría. Es aquella visión que quieres dar a los demás sobre lo que piensas. A veces se puede tratar de un simple concepto, como la envidia o el duelo, aunque en la mayoría de las ocasiones suele ser una idea concreta sobre la realidad, como por ejemplo que el ser humano maltrata a la naturaleza o que todos acabamos pagando nuestras deudas. Tener esto en mente mientras escribes, va a guiar tus pasos para contar bien lo que quieres contar.

Luego tenemos al personaje. Parece una obviedad, ya que sin personaje no hay historia —alguien tiene que personificarla—, pero es importante detenerse a pensar en aquellas cualidades que lo definen. Según lo que quieras trabajar previamente en él, te vendrá bien contar con una ficha de personaje, que puede ser lo breve o extensa que precises. Hay escritores que necesitan conocer hasta el color favorito de sus personajes, y otros que solo comienzan a escribir sobre ellos con una única caracterísitca, como puede ser una adicción, un miedo concreto o un defecto físico. Cuanto más lo definas, más fácil te resultará manejarlo. Aunque cuanto más lo definas, más pequeño va a ser el territorio por el que puedas moverlo.

Por último está el argumento.  Dicho de otro modo, los sucesos que van a tener lugar durante la historia. El típico chico-conoce-chica/chico-se-enamora-de-chica/chica-deja-a-chico. Es decir, la secuencia de los hechos de tu narración. Es importante en una primera fase pensar en ello, y no en la trama, porque las novelas son organismos vivos y, a medida que estás involucrado en la escritura, puedes cambiar de idea y decidir que el personaje va a ir a B en vez de a A. Pero si eso sucede, lo más probable es porque la dirección que has tomado te ha llevado a un callejón sin salida, lo que significa que puedes darlo por descartado y escribir algo mejor.

Ser creativo no es dejarse llevar por la primera idea que se nos ocurra. Ser creativo es encontrar una buena idea teniendo en cuenta la imposición de algunas limitaciones. Por eso es fundamental que conozcas de antemano tus propias intenciones. El resto de elementos tendrás que encararlos a partir de ese momento. Dependiendo de la historia que estés contando, y de cómo la estés contando, necesitarás hacer más hincapié en la forma o en el fondo.

En nuestro taller de Novela te orientamos sobre todo el proceso. Te ayudamos a valorar la validez de tu planteamiento inicial poniéndolo en práctica y te aportamos herramientas para que puedas cruzar todos los puentes. Ya que la escritura de una novela lleva tiempo, cuanto más domines la manera con que se construye, menos te costará contar la historia que quieres.

Nos vemos en clase.

 

 

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