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domingo, mayo 11, 2008

Wayne Wang: "Paul Auster y yo daremos que hablar"

El ganador de la última Concha de Oro estrena ?Mil años de oración?

SARA BRITO - Diario Público - Madrid - 14/04/2008 22:41

Wayne Wang, ganador de la concha de plata

Figura clave del cine independiente estadounidense (Chan is missing, 1982); colaborador -peleado y ahora nuevamente reconciliado con Paul Auster (Smoke y Blue in the face, 1995)- y cineasta que tampoco le ha hecho ascos a las producciones de mucho peso y poca densidad de Hollywood (Sucedió en Manhattan, 2002). Wayne Wang es el director de origen hongkonés, cuya película Mil años de oración se llevó el pasado festival de San Sebastián la Concha de Oro a Mejor Película y la de Plata a Mejor Actor para el veterano actor chino Henry O. Este viernes esta pequeña joya sobre la incomunicación se estrena en España, a espera de que la otra cinta independiente que hizo casi al mismo tiempo, Princess of Nebraska -también basada en un relato de la escritora Yiyun Li- llegue a salas el próximo 23 de mayo. Nos atiende por teléfono un día caluroso de abril desde Singapur.

Llevaba unos años inmerso en proyectos más comerciales, ¿sentía tanta necesidad de volver a un cine más personal que hizo dos películas de una tajada?
Venía de hacer varias películas para grandes productoras y me sentía como un rata en una rueda, sin encaminarme hacia donde quería llegar. Después de tres cintas estaba agotado. Sentía la necesidad de volver a una forma de hacer cine más independiente, de volver a la magia de lo pequeño, y de tratar un tema chino, en un momento en que es una nación tan poderosa y paradójica.

Trata a China pero desde la perspectiva del emigrante, ¿por qué?
Tiene que ver conmigo. Cuando leí el cuento de Yiyun Li, Mil años de buenos deseos, me impactó que la historia fuera tan similar a mi experiencia de emigrado a EE UU. En estas dos películas trato tres generaciones de chinos con los cambios culturales que hay en cada uno. En Mil años... es un padre jubilado y una hija en la treintena -ambos vivieron la Revolución Cultural- . En Princess of Nebraska es una joven que representa la nueva mujer china más libre pero con sus contradicciones también. La primera es más clásica, la otra es como free jazz.

?Mil años de oración' es una historia sobre la relación padre-hija y una reflexión sobre el lenguaje, la capacidad que tiene unas veces para aislarnos y otras para comunicarnos... ¿tenía claro que quería hacer una película sobre el lenguaje?
Estoy muy interesado en el lenguaje y la comunicación. Date cuenta de que crecí en Hong Kong donde se hablan tres lenguas y una vez en EE UU mi inglés siempre ha sido diferente. Tengo mucho de Yilan (la hija treinteañera y solitaria de la película): el inglés, como lenguaje, nos liberó viniendo del mandarín que es un lenguaje muy restrictivo con los sentimientos. Ocurre algo curioso, el personaje del padre es capaz de comunicarse más que con su hija con la desconocida con la que se encuentra en un banco del parque, aunque él hable chino y la otra iraní.

Que no halla subtítulos en esas conversaciones entre dos extranjeros, ¿es intencional?
Absolutamente, me interesaba que tal y como ellos no se entienden, lo mismo le pasará al espectador. Se trata de enfatizar el lenguaje corporal y la capacidad que tenemos de comunicarnos con un extraño antes que con nuestra familia. Lo que más me interesa son las relaciones de familia, si te das cuenta hasta Smoke habla de una familia a partir de seres aislados.
Antes Paul Auster, ahora una doble colaboración con Yiyun Li, ¿considera que tiene una tendencia a trabajar sobre textos de escritores?

(risas) Creo que tengo la fantasía de ser escritor pero que no soy lo suficientemente bueno, tal vez sea eso, que soy un escritor frustrado. Es una gran ventaja trabajar con escritores tan buenos que te den un buen pie de acto.

Después de que en San Sebastián un Paul Auster presidente del jurado le entregara la Concha de Oro, ¿es definitiva la reconciliación?
Fue un gran momento, mágico. Ahora nos hemos vuelto a encontrar en San Francisco y hemos hablado de empezar a trabajar en algo juntos. Pronto empezarán a oir hablar de nosotros dos otra vez.

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domingo, abril 20, 2008

83 minutos de sensibilidad

Crítica de Carlos Boyero en El País de 18 de abril de 2008 a la última película de Wayne Wang.

Wayne Wang, al igual que tantos espíritus inquietos y experimentadores vocacionales del cine independiente norteamericano, gente como Steven Soderbergh y Gus van Sant, e incluso directores mexicanos con afanes trotamundos y prestigio internacional como Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón, descubrió las ventajas de alternar el cine que deseaba hacer, las películas inconfundiblemente personales, con los productos made in Hollywood, calculados, millonarios, de fórmula infalible, con la única prioridad del éxito. Esa legítima y pragmática actitud imagino que preserva a la vez la integridad artística y la salud de la cuenta corriente.

Wayne Wang

Algunos de estos creadores logran moverse con transparente dignidad entre el proyecto personal y el mercenario. No es el caso de Wang. Sus coqueteos con la gran industria no han dejado ningún título memorable, pero sí películas relamidas, pretenciosas, rutinarias y vacuas como El club de la buena estrella, Sucedió en Manhattan y Mi mejor amigo.

Sin embargo, cuando este tío habla con tono intimista de lo que le importa, cuando se vuelca en los pequeños dramas de gente solitaria o sola, en la catarsis de los conflictos familiares, puede realizar joyitas, un cine tan sensible como sugerente, retratos tragicómicos de seres estupefactos o perdidos. Otorga a sus personajes autenticidad y sentimiento, solidaridad en la desdicha, involuntario humor. Ocurría en la preciosa, lírica, agridulce y generosa Smoke. También era muy apreciable el insólito y gracioso documental sobre el rodaje de ésta en Blue in the face, reivindicando los placeres que dona el tabaco, algo transgresor, ya que en esa época se abría la veda en Estados Unidos para acorralar a los infames fumadores.

En ambas andaba por medio Paul Auster, escribiendo el guión de la primera y codirigiendo la segunda. Doce años después, Auster preside el Festival de San Sebastián que le otorga la Concha de Oro a Mil años de oración. Y no es un favor al colega. Supone el reconocimiento al talento y el pulso de Wayne Wang para contar de forma ácida y tierna la compleja relación entre un anciano chino que visita en Estados Unidos a una hija que intuye infeliz. El contraste y el desencuentro entre este superviviente de la Revolución Cultural y la resignada desolación de su americanizada hija están descritos con sutileza y profundidad, con aroma y sabiduría.

Lo que cuenta es triste. Habla de los secretos y las mentiras que uno llega a creerse para justificar o soportar su existencia, del sentimiento colectivo de soledad, de la angustia y la impotencia ante el sufrimiento de lo que más quieres. Pero también posee humor y gracia mostrando el desconcierto de este hombre ante el nuevo mundo, su humanidad en sus intentos de comunicación con los extraños, una poética no subrayada, un actor al que llegas a querer. Y te despides de ella conmovido, con sabor agridulce, agradecido.

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sábado, agosto 25, 2007

Auster, Cronenberg y Sayles, nombres destacados del Festival de San Sebastián

Con el anuncio de las películas que participarán en la Sección Oficial se confirma la que será la más austeriana de sus ediciones, pues se cuenta además de con la presencia del propio Auster con la nueva película de Wayne Wang (Smoke) y se podrá contemplar a Lou Reed interpretando Berlín.



El certamen se acercará en esta edición al cine de los países periféricos
ELCULTURAL.ES

El Festival de Cine de San Sebastián acaba de anunciar esta mañana la lista de películas que participarán en la Sección Oficial, por lo que optarán a la codiciada Concha de Plata. La inauguración del certamen correrá a cargo del cineasta canadiense David Cronenberg quien presentará su última producción, Eastern Promises, protagonizada por Viggo Mortensen (quien ya fue la estrella del anterior filme del director, la aclamada Una historia de violencia).

En esta ocasión, el director de La mosca o Spider se adentra en el mundo de la mafia de Londres para narrar una peculiar historia de amor. No será el único nombre popular de una Sección que opta de forma decidida por el cine llegado de países periféricos. John Sayles (Casa de los Babys) estará presente con Honeydripper, ambientada en el ambiente del blues en Alabama.

Otro estadounidese, Wayne Wang (Smoke) concursará con A thousand Years of Good Prayers, con la inmigración china como trasfondo. Asimismo, una de las estrellas indiscutibles será Paul Auster, quien ejercerá como Presidente del Jurado y participará con su tercera íncursión cinematográfica, La vida privada de Martin Frost, en la que un escritor de éxito se enamora de una mujer sobre cuya existencia real no está seguro.

Como ya se sabe desde hace unos días, la presencia española estará capitaneada por dos mujeres, Icíar Bollaín (Mataharis) y Gracia Querejeta (Siete mesas de billar francés). Finalmente, películas como la argentina Encarnación (de Anahí Berneri), la coreana Goong Nyeo (Kim-Mee Jeung), la francesa La Maison (Manuel Porier) o la iraní Buda explotó por vergüenza (Hana Makhmalbaf).

Por otra parte, ayer se dieron a conocer algunas de las producciones que estarán presentes en la Sección Zabaltegui, muy apreciada por los cinéfilos ya que sirve como escaparate para filmes que han triunfado en anteriores festivales. En este apartado podrán verse películas como Control (bio´pic del músico Anton Corbijn), La escafandra y la mariposa (por la que el artista Julian Schnabel ganó el Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes) o el documental de Barbet Schroeder L'avocat du terreur.

Finalmente, seguro que los aficionados a la música disfrutarán de la exhibición de la versión restaurada de la película de Los Beatles Help o del espectáculo de Lou Reed Berlin.

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lunes, mayo 28, 2007

Auster y el cine

JAVIER MEMBA, El Mundo, 01 de Julio de 2003

A tenor de la historia de Héctor Mann -uno de los personajes principales del último libro de Auster, misterioso descendiente de los gauchos judíos que abandona Argentina para convertirse en uno de los primeros "latin lovers" del cine mudo- cabe suponer que Paul Auster es un gran cinéfilo.

Nada más lejos de la realidad. La cinefilia en quien para muchos es el novelista moderno por excelencia es una más de las ilusiones a las que alude el título de su última novela. "El libro de las ilusiones" -el texto en cuestión- es inequívoco a este respecto: aunque hay algo en Mann que nos recuerda a Rodolfo Valentino, todas las películas aludidas en la narración de su experiencia son ficticias.

La palabra poética antes que la imagen

Ni siquiera la entrada de la que goza en los últimos diccionarios de cineastas, merced a su breve pero celebrada filmografía, convierten a Auster en un cinéfilo. Cineasta sí, incluso parece ser que en algún momento creyó que su verdadera vocación estaba tras la cámara, pero no cinéfilo. Prestó tan poca atención a sus inquietudes fílmicas que nunca llegó a obsesionarse con la pantalla, como lo estuvieron, lo están y lo estarán tantos de sus colegas.

Lo que en verdad apasiona al autor de "Leviatán" (1992) es la poesía francesa. Sus traducciones de Stèphane Mallarmé son memorablesson y no es exagerado calificar su "The Random House Book of Twentieth Centtury French Poetry" (1982) de clásico. Ni decir tiene que esta filia por la lírica gala, que Francia le ha devuelto convirtiéndole en uno de sus autores extranjeros favoritos, es tan respetable y admirable como la cinefilia. Ello no quita para que no deje de ser curioso un cineasta tan poco cinéfilo.

Decepcionado por el cine

A diferencia de Alain Robbe-Grillet, el otro gran novelista que goza de entrada en los diccionarios de cineastas, Auster no tiene una cultura cinematográfica. Pero, al igual que el paladín del "noveau roman" su bibliografía ha suscitado el interés de algunos de los realizadores más sugerentes de su tiempo. Si Robbe-Grillet, merced a sus novelas, fue iniciado en la realización cinematográfica por Alain Resnais, Auster, por idénticos méritos, lo fue por Wayne Wang.

Poco importa que el francés figure como guionista de "El año pasado en Marienbad" (1962) y el norteamericano como codirector de "Smoke" y "Blue in face" (ambas de 1994), lo que cuenta es que los dos descubrieron el cine de la mano de un gran cineasta. La analogía vuelve a dejar de serlo en lo que los orígenes se refiere. No hay en Auster una infancia de "Pathé baby" cuyas imágenes fueron determinantes en esa Escuela de la Mirada propuesta por Robbe-Grillet.

Ganarse la vida o ganar su vida

Bien es cierto que Auster, durante sus últimos días en la Universidad de Columbia intentó paliar algunas de esas estrecheces económicas de sus primeros años a las que se refieren sus notas biográficas publicando artículos sobre películas en el "Columbia Daily Spectator". Pero una vez comenzó a ser reconocido como novelista, el cine le interesaba tan poco que, pese a que ya fue reclamado por la pantalla desde que publicó sus primeras ficciones, no sería hasta 1990, cuando decidió dar permiso a Philip Hass para adaptar "La música del azar".

Cuatro años después, su colaboración con Wang colocaba a Auster en los altares de los circuitos en versión original. Ya desde este privilegiado puesto, el autor de la "Trilogía de Nueva York" relevó a uno de los grandes nombres del cine de autor, Wim Wenders, en la dirección de "Lulu on the Bridge" (1997), una suerte de remake de "La caja de Pandora" (1929), el clásico de Georg Wilhem Pabst. Acogida por la crítica con frialdad, cabe suponer que el gran Auster, al igual que el gran Robbe-Grillet, es el novelista, que no el cineasta.

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miércoles, diciembre 27, 2006

Conversación entre Paul Auster y Lou Reed

La revista inglesa "Dazed&Confused" publicó esta charla entre amigos con motivo de su trabajo en común en la película "Blue in the face", en los noventa, donde Auster dirigió por vez primera al ponerse enfermo Wayne Wang el director de "Smoke" en la que Paul Auster escribió también el guión.
En "Blue in the face", improvisación entre los amigos, rodada en tres días, aparece Lou Reed en un monólogo impagable, hablando de su adolescencia, su afición a fumar y otras lindezas más o menos surrealistas y plagadas de un humor muy personal.
Aquí hablan del trabajo artístico, son amigos y residentes en Nueva York.


Paul Auster: ¿Cuándo se te ocurrió que la música podría ser aquello a lo que ibas a dedicar tu vida?.
Lou Reed: Debo confesarte algo. Yo deseaba hacer lo que haces tú. Quería ser un escritor. Un escritor formal, de verdad. Yo me lo pasaba escribiendo en el instituto. De todas maneras, es cierto que por esa época hice un disco, y tocaba en algunos extraños bares de Long Island. Pero en el instituto uno siempre tiene sus bandas y yo simplemente estaba en distintas bandas para pagarme los estudios. Pero éramos realmente malos. Tan malos que teníamos que ir cambiándonos el nombre para poder seguir tocando. ¿Tú ya escribías cuando eras joven?.
Paul Auster: Creo que empecé a escribir cuando tenía 9, ó 10 años. Más o menos en el momento en que tú te encontraste con una guitarra, yo me encontré con una pluma. Cuando tenía alrededor de 15 años leí "Crimen y castigo" y me dio vuelta. Creo que sentí por primera vez la sensación de qué era una novela, o qué podía llegar a ser, y siempre estuve seguro que esa fue la experiencia que empujó a ser lo que soy. Me dije: "Absolutamente, no tengo dudas, así es como me voy a ganar la vida, o al menos, así es como quiero gastarla". Lo que no quita, claro, que la mayor parte por unos cuantos años, fue simplemente basura.
Lou Reed: Deberías escuchar mi primer disco...
P.A: Puedo imaginármelo. Todos los comienzos son malos...Y yo iría aún más lejos... Habiendo enseñado a escribir, entre otros múltiples pecados.
L.R: No te puedo creer... ¿Dónde?.
P.A: En Princenton, por los 80... Lo cierto es que siempre sentí que los jóvenes con más talento eran los que terminaban haciendo los peores trabajos. Si veo a un joven de 20 años capaz de producir algo con un cierto grado de poder y convicción, me doy cuenta inmediatamente de que no hay esperanza para él. Porque quiere decir que ya tiene horizontes limitados, que no está empujando fronteras, no está probándose a sí mismo... Está sólo cumpliendo con aquello que cree que sus mayores esperan de él. Los otros, aquellos que saltaban sobre los lugares establecidos, que aceptaban los riesgos, que soplaban contra el viento, esos eran los únicos que me producían alguna dosis de ilusión. ¿Comprendes lo que digo?. Demasiada facilidad para cumplir con lo esperado demasiado pronto nunca es bueno. No te permite desarrollarte.
L.R: ... Es tan extraño mirar hacia atrás. Por ejemplo, yo solía mirar los anuncios de trabajo del New York times. Y los miraba pensando: si tengo que conseguir un trabajo de verdad ¿para qué sirve?. Porque, tratándose de un artista, de un 'espíritu libre', significaba que no estaba calificado para nada. Y en cuanto a entrenarme o capacitarme, ¿para qué?. No se me ocurría la mínima posibilidad. Miraba los anuncios y todos empezaban "salario, bla, bla, bla", pero no me podía imaginar a mí mismo en un traje, yendo por ahí con un curriculum. Me hacía reír solamente la posibilidad de pensar acerca de eso. Postularme ¿para qué trabajo?. Mecanógrafo, probablemente, algo que tuviera que ver con escribir... ¿Alguna vez pensaste, tengo que hacer algo, tengo que ganarme la vida de alguna manera?.
P.A: Era uno de mis mayores tormentos.
L.R: Tuve una vez un trabajo real en la escuela superior, llenando tarros con nueces. Y me acuerdo del tipo que tenía parado al lado, que tendría treinta años y me decía: "sabes, hay un futuro en esto". Y yo no podía imaginarme cuál sería.
P.A: Yo tuve un montón de oficios por el estilo cuando era pequeño. Uno de los más interesantes fue hacer encuestas en Harlem para el censo del año 1970. Éramos parte de una multitud que salía a la calle, golpeaba las puertas y reprendía a la gente que no había enviado de vuelta sus formularios... ¿Cuándo comprendiste que la música era lo que podías hacer profesionalmente?.
L.R: ... Tú sabes lo inseguro que soy, en muchos sentidos. Entonces todo el tiempo digo: ok, llegué hasta aquí, fue sólo una fase. Yo sé que es una larga carrera, y que estamos muy al principio del camino pero, al mismo tiempo, hay tanta gente pidiéndonos que paremos ya de una vez. ¿Y tú?. ¿Cuándo pensaste que podías hacer una vida de escritor?.
P.A: Me pasé cerca de 10 años escribiendo pequeños libros de poemas que leía, publicados por la pequeña prensa, escribiendo artículos, sobre todo traduciendo. Un trabajo que llegué a odiar... Pero yo siempre quise mi libertad, por llamarlo de alguna manera. Pero después me convertí en un esclavo de mi propia pobreza. Era una situación realmente mala.
L.R: Sí. Sé exactamente lo que significa.
P.A: Estaba atrapado y tuve una crisis hacia finales de los 70. Y durante ese tiempo no escribí demasiado. Pensé que todo se había terminado... Y luego lentamente comencé a salir de la crisis. Algunas cosas sucedieron... Me sentía hambriento de escribir de nuevo y creo que allí fue cuando empecé a escribir prosa.
L.R: ... a finales de los 70 yo también estaba pasando por una gran crisis. Y todo porque descubrí que tenía algunos grandes éxitos, que podía pasar tranquilamente por lo que se puede llamar algo así como una estrella del rock. Excepto que yo no tenía idea de lo que estaba haciendo. Y en una gira por Australia descubrí que lo que yo había ganado había sido robado. y que no había pagado impuestos en los últimos 5 años, que me llevarían a juicio, que no tenía dinero en el banco, ni apartamento y que estaba en medio de una gira y tenía 10 dólares en el bolsillo... Eso me metió en un lío legal que duró como 10, ó 15 años. Desde entonces siempre tuve la sensación de que alguna vez perdería ese juicio y me meterían en la cárcel para siempre.
P.A: ... Pero tú no dudabas de ti mismo, como alguien que quería seguir haciendo lo que hacías, si podías... Lo que está claro es que, como escritor, nunca hay dinero por medio. O muy poco. En lo único que yo estaba interesado era en pagar el alquiler y tener algo para comer... Hace poco, en los últimos años, gano algo más de dinero que para eso... Pero si crees en lo que estás haciendo y sientes que tienes que hacerlo, ¿qué remedio te queda?.
L.R: Tienes razón. Porque cuando piensas en los consejos que te dan, como por ejemplo, métete en un trabajo real, con seguridad... ¿Qué seguridad?. Es la misma gente que es vapuleada de un lado a otro, que los echan de sus trabajos mil veces... Y lo peor es que los que tienen más experiencia, son los primeros en ir cuando los llaman de nuevo para esos trabajos.
P.A: A veces veo gente como yo, de mi edad, que se pasó trabajando en una gran empresa los últimos 25 años. Y parecen 10, o 15 años más viejos.
L.R: Yo creo que el rock es lo que te mantiene joven.
P.A: Yo creo que escribir te mantiene joven. Cualquier arte mantiene fresca a la gente, porque nunca te retiras. Simplemente lo haces hasta el momento del colapso
L.R: Al mismo tiempo no tienes tu sangre ni tus pensamientos machacados por un trabajo que no te deja expresar ni lo uno ni lo otro. Y hacerlo es lo único que a uno le da aire, que te mantiene vivo... Uno no puede perder el momento. Es tan fácil pasar de largo por los momentos en que habría que disfrutar.
P.A: Déjame ponerlo de esta manera. Tenemos cierta edad ahora, tenemos un montón de cosas detrás nuestro, probablemente más de las que tenemos por delante...
L.R: Al menos ya estamos en la línea descendente, pasamos la mitad de la colina.
P.A: Tanta gente a la que amamos y que nos importaba ya no está con nosotros, pero la llevamos dentro de alguna manera. Cuando más viejo te pones, más la vida se transforma en una tranquila conversación con la muerte. Yo encuentro eso al mismo tiempo muy triste y muy reconfortante. Cuando más viejo te pones, más espiritual te vuelves. Estás viviendo entre fantasmas y todos ellos tienen un montón de cosas que contarte. Y si escuchas con cuidado, podrás aprender un montón.
L.R: Yo me paso el tiempo examinando cosas que ya hemos dicho. Es uno de los temas favoritos en la literatura... Di algo ahora, si esperas demasiado, algo sucederá y ya no tendrás la oportunidad de decirlo...
P.A: Lou, hay algo que te quiero preguntar. A medida que sigues haciendo música, ¿sientes que es más fácil o más difícil?. ¿Que has aprendido algo, o que estás constantemente enseñándote a ti mismo una y otra vez?.
L.R: Tengo que enseñarme a mí mismo todo el tiempo, pero es cada vez más rápido, porque lo hice antes y me acuerdo, y me acuerdo cada vez más rápido.
P.A: Yo siento que cada vez se vuelve más difícil, que me vuelvo más estúpido y que tengo que reaprender o reenseñarme a mí mismo una y otra vez. La única cosa que la experiencia me ha enseñado es a no deprimirme cuando las cosas no salen bien. Que es un progreso importante, porque cuando era joven y me deprimía, cosa que a los escritores les pasa todo el tiempo, siempre corres hacia puertas cerradas, callejones sin salida, y vas más y más abajo por el camino incorrecto. Ahora puedo salir rápidamente de esos estados. Simplemente digo: déjenme solo, déjenme salir a caminar fuera, ya volveré en dos o tres días...
L.R: Es decir: nunca te cuelgues en una palabra, o un detalle singular, o te detendrá.
P.A: Exacto, sólo sigue hacia delante.
L.R: Seguir adelante. Uno puede siempre volver atrás, pero si lo haces, puedes estar haciendo algo que destruya todo.
P.A: Ok, última pregunta... Después de todos estos años ¿actuar todavía te pone mal?
L.R: Cuando no lo hago por un tiempo, no puedo imaginarme cómo se hace. Es muy extraño y desearía que no pasara... Pero no es así. Yo sé que si lo hago, saldrá bien. Cada vez que lo hago amo hacerlo, no hay nada más excitante que un concierto en vivo.
P.A: yo di algunas conferencias pero no tiene nada que ver. Tú estás simplemente leyendo tu libro, no es como si lo estuvieras actuando.
L.R: Bueno, leer es actuar ¿no?.
P.A: De una forma sutil, quizás, pero mucho más sutil. Aunque debo decir que mi amigo Síegelman y yo leímos este verano en el Central Park
L.R: Yo también lo hice... ¿No se te ocurrió cómo quedaría con música de fondo?.
P.A: No, podríamos intentarlo alguna vez.
L.R: Poner jazz. Como aquellos extraños jóvenes de los 50.
P.A: Tambores batientes.
L.R: Creo que éste es el momento exacto para terminar.
P.A: Coincido.
L.R: El momento en que se mezcló la palabra con la música.
P.A: Y en el que estamos todos sobre el escenario.


(Tomado de Wakan: http://ulises-valiente.com/wakan/ )

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domingo, diciembre 24, 2006

SMOKE - Wayne Wang , Paul Auster. 1994

Auggie cuenta a Paul porque comenzó a hacer fotografias. Cuento de Navidad. ...

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